viernes, 23 de septiembre de 2016

Otra Oportunidad: Capítulo 41

Pedro saludó a su secretaria cuando entro en la oficina al día siguiente. Pero Rosana lo miró con una expresión tan tensa que preguntó:

—¿Ocurre algo?

—Me temo que sí. Un agente judicial te esta esperando en el despacho.

Pedro entró con curiosidad y saludo al funcionario. Tomo los documentos que le dió y espero a que se marchara para abrirlos. Eran de Noelia. Pretendía cambiar su acuerdo sobre la custodia del niño y restringir su relación con Franco a visitas esporádicas, con el argumento de que era una influencia negativa para él. Además, la orden incluía la exigencia judicial de que se mantuviera lejos de su hijo hasta que el caso se viera en los tribunales.

 No podía creer la actitud de Noelia, ni que hubiera conseguido una orden en tan poco tiempo. Pero su familia tenía muchos contactos. El juez Perle era amigo de sus padres y probablemente había hablado con él tras saber que Paula los había acompañado a la casa de la montaña. Lamentablemente, había olvidado advertir a Franco que no le dijera nada a su madre.

Pensó en el beso que se habían dado, pero enseguida se dijo que eso no tenía nada que ver. No había nada de malo en ello. La responsabilidad era exclusivamente de Noelle. Y si quería jugar duro, lo harían a su modo. Descolgó el teléfono y llamo al abogado que le había gestionado el divorcio. Tras hablar con él, marco el numero de su ex mujer.

—Sé porque llamas y no quiero hablar contigo —dijo ella.

—Solo quiero que sepas que he presentado una apelación para que suspendan la orden del juez. Y pienso pedir la custodia de Franco.

—¿Qué? ¡No puedes hacer eso!

—Puedo y voy a hacerlo. Cuando mi abogado presente los hechos ante el tribunal de familia, anularan la orden. Y lo de la custodia lo digo muy en serio. Ya no me voy a contentar con verlo los fines de semana.

—Eres una mala influencia para él.

—Basta de tonterías, Noelia. No soy una mala influencia. Y si piensas manipular el asunto de Paula, te advierto que el tiro te saldrá por la culata. Cuantas veces tengo que decirte que no mató a nadie. Era inocente y anularon el juicio.

—Será mejor que hablemos con calma. Pero no por teléfono. Quedemos esta noche para cenar.

—Estoy ocupado.

—¿Que pasa? ¿Estás viendo otra vez a tu pajarito? —se burló.

—No voy a hablar contigo de eso. Ni ahora ni en ningún otro momento.

—Entonces nos veremos en los tribunales. Y que decidan los jueces. Pero no te vas a salir con la tuya, Pedro. Tengo mejores referencias que tú para cuidar de Franco. Trabajas tanto que ni siquiera tienes tiempo para cuidar de él —le recordó—. ¿Y que vas a hacer? ¿Dejarlo al cuidado de una niñera todos los días? Yo le puedo dar una vida de verdad, una vida familiar. La justicia fallara a mi favor.

Noelia colgó antes de que Pedro pudiera contestar. Pensó que su esposa tenía razón en ese aspecto. En efecto, él tenía que trabajar y no podía estar todo el día con Franco. Aunque fuera una situación normal en la mayoría de las familias, Noelia era millonaria y además contaba con la ayuda del juez Perle y con el poder de su familia. Si tenían que elegir a alguien, la elegirían a ella. Tendría que asegurarse de que su abogado encontraba un juez imparcial. Uno que no se dejara influir por los Winters. Había llegado el momento de tener un papel central en la vida de Franco.


El viernes por la tarde, Patricio se asomó a la puerta de su despacho y dijo:

—Te llaman por teléfono…

—¿Quien será?

—Espero que no sean periodistas —dijo Eva—. Pero si lo son, cuelga.

Paula se acercó y contestó la llamada.

—¿Dígame?

—Paula, soy Pedro. La policía de San Francisco acaba de llamar. Me han dicho que han localizado a Mariano y que lo tendrán en una hora, así que saldré en el primer avión. ¿Quieres acompañarme?

Paula se estremeció. Por fin lo habían atrapado. Podría hablar con él, encontrar respuestas, saber lo que había sucedido.

—Sí, sí, claro que sí. ¿Cuándo nos marchamos?

—Le he pedido a Rosana que compre los billetes. Supongo que tomaremos el primer avión de la noche… pero volveremos el domingo, a tiempo de que vuelvas al trabajo. Te llamare cuando llegues a casa y te diré a que hora paso a recogerte.

—Perfecto. Supongo que estaré en el piso hacía las seis.

Paula regresó al trabajo en una especie de estado letárgico. La policía iba a detener a mariano. Todo el mundo sabría la verdad. Tendría la prueba definitiva de que ella no había matado a nadie.

—¿Malas noticias? —preguntó Eva.

—Todo lo contrario, creo. La policía de San Francisco esta a punto de detener a Mariano Winters. Pedro me ha llamado para preguntar si quiero acompañarlo…

Eva miró a su amiga.

—¿Y que le vas a decir a ese hombre?

No hay comentarios:

Publicar un comentario