domingo, 4 de septiembre de 2016

Trampa De Gemelas: Capítulo 40

—He  tenido  que  negociar  para  convencerlo  de  que  viniéramos  aquí  —explicó. Vió que él enarcaba las cejas—. No es que no quisiera venir, pero tenía otros planes que le apetecían.

Pedro asintió.

—El fútbol, una casa en un árbol, sus amigos en San Antonio... y Disneylandia.

—Parece que te lo ha contado.

—Sí. Me ha dado la impresión de que quería que tuviera clara su agenda para el verano, ya que va a quedarse aquí.

—Es un chico listo.

—Desde luego.

—¿Y la tienes clara?

—Sí, yo diría que sí.

—Me  alegro.  Yo  tengo  que  cambiar  la  reserva  del  vuelo  a  Florida  y  tú  puedes  pedir las tablas y clavos para la casa del árbol.

—No hace falta. Creo que tenemos de todo aquí.

—Estupendo. Yo intentaré enterarme de cómo funciona el fútbol aquí.

—He dejado que Fargo duerma en su cuarto —dijo él. Paula cerró los ojos.

—O sea, que el perro está en la cama de Feli.

—¿Tenía que haberme negado?

Ella suspiro.

—Un niño y un perro... Era inevitable.

—Eso mismo he pensado yo.

Hubo una pausa. El coro de los grillos se hizo más alto. Un pájaro trinó entre los árboles.  Su  canción  tembló  en  el  aire  y  terminó,  con  la  última  nota  muy  alta  y solitaria.

Paula se sentía observada por Pedro. El silencio de él poseía una cualidad tensa. Se atrevió a volver la cabeza y mirarlo.Los  ojos  oscuros  de  él  relucían.  Casi  sonrió,  pero  se  contuvo  a  tiempo.  Apoyó  las manos en los brazos de la silla.

—Buenas noches, pues —se levantó.

—Buenas noches —contestó ella.

Y cerró los ojos para no tener que verlo alejarse.

El  sábado,  Pedro y  Feli  empezaron  a  construir  la  casa  en  uno  de  los  robles  que  bordeaban  el jardín.  Paula fue  al  pueblo  y  comió  con  su  madre,  quien  se  mostró  cariñosa  y  le  preguntó cómo  iban  las  cosas  por  el  rancho.  Paula  le  dijo  que  Feli  se  divertía mucho.

—¿Sabe ya que Pedro es su padre? —preguntó Alejandra.

Paula suspiró y negó con la cabeza.

—Pero tiene derecho a saberlo.

—Estoy  de  acuerdo,  pero...  —la  joven  respiró  hondo  y  dejó  que  la  frase  se  terminara sola.

Alejandra no parecía contenta.

—Ese chico necesita saberlo.

—Mamá, a mí no tienes que convencerme.

—Pues tendrás que hablar con Pedro, ¿No te parece? No podemos pasarnos la vida eludiendo la verdad, no es bueno. Tú precisamente deberías saberlo ya.

Cuando  Paula volvió  al  Doble  T,  Melina  regresaba  también  de  su  trabajo  en  la peluquería.

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