—He tenido que negociar para convencerlo de que viniéramos aquí —explicó. Vió que él enarcaba las cejas—. No es que no quisiera venir, pero tenía otros planes que le apetecían.
Pedro asintió.
—El fútbol, una casa en un árbol, sus amigos en San Antonio... y Disneylandia.
—Parece que te lo ha contado.
—Sí. Me ha dado la impresión de que quería que tuviera clara su agenda para el verano, ya que va a quedarse aquí.
—Es un chico listo.
—Desde luego.
—¿Y la tienes clara?
—Sí, yo diría que sí.
—Me alegro. Yo tengo que cambiar la reserva del vuelo a Florida y tú puedes pedir las tablas y clavos para la casa del árbol.
—No hace falta. Creo que tenemos de todo aquí.
—Estupendo. Yo intentaré enterarme de cómo funciona el fútbol aquí.
—He dejado que Fargo duerma en su cuarto —dijo él. Paula cerró los ojos.
—O sea, que el perro está en la cama de Feli.
—¿Tenía que haberme negado?
Ella suspiro.
—Un niño y un perro... Era inevitable.
—Eso mismo he pensado yo.
Hubo una pausa. El coro de los grillos se hizo más alto. Un pájaro trinó entre los árboles. Su canción tembló en el aire y terminó, con la última nota muy alta y solitaria.
Paula se sentía observada por Pedro. El silencio de él poseía una cualidad tensa. Se atrevió a volver la cabeza y mirarlo.Los ojos oscuros de él relucían. Casi sonrió, pero se contuvo a tiempo. Apoyó las manos en los brazos de la silla.
—Buenas noches, pues —se levantó.
—Buenas noches —contestó ella.
Y cerró los ojos para no tener que verlo alejarse.
El sábado, Pedro y Feli empezaron a construir la casa en uno de los robles que bordeaban el jardín. Paula fue al pueblo y comió con su madre, quien se mostró cariñosa y le preguntó cómo iban las cosas por el rancho. Paula le dijo que Feli se divertía mucho.
—¿Sabe ya que Pedro es su padre? —preguntó Alejandra.
Paula suspiró y negó con la cabeza.
—Pero tiene derecho a saberlo.
—Estoy de acuerdo, pero... —la joven respiró hondo y dejó que la frase se terminara sola.
Alejandra no parecía contenta.
—Ese chico necesita saberlo.
—Mamá, a mí no tienes que convencerme.
—Pues tendrás que hablar con Pedro, ¿No te parece? No podemos pasarnos la vida eludiendo la verdad, no es bueno. Tú precisamente deberías saberlo ya.
Cuando Paula volvió al Doble T, Melina regresaba también de su trabajo en la peluquería.
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