domingo, 25 de septiembre de 2016

Otra Oportunidad: Capítulo 44

Pedro sonrió.

—Si, me lo han dicho muchas veces.

—No me extraña, porque lo eres —dijo entre risas.

Él la miró y preguntó:

—¿Que vas a decirle a Mariano?

—No lo sé, no estoy segura. ¿Sabes lo que me gustaría? Darle un par de bofetadas. Pero sospecho que no lo permitirían.

—No. Pero si fuera legal, dejarían que tú se las dieras antes que nadie.

—Entonces le preguntaré porque me traicionó de ese modo. Sé que no me apreciaba tanto como a Sergio, pero permitir que me condenaran por asesinato y me llevaran a la cárcel… eso es demasiado.

—Espero que tenga las respuestas que necesitas.

Cuando les sirvieron el desayuno, Pedro preguntó si quería dar una vuelta por San Francisco después de hablar con Winters.

—No lo sé, la verdad. No sé como me sentiré después de verlo —respondió—. Es la primera vez que vengo a California y supongo que debería aprovechar la oportunidad… pero será mejor que esperemos hasta después. ¿Y tú? ¿Ya habías estado aquí?

—Un par de veces. Es una ciudad muy bonita. Si luego te apetece, te la enseñaré y disfrutaremos del fin de semana antes de regresar a Denver.

—Había pensado que podríamos volver esta misma noche si terminamos pronto. De ese modo podrías ver a Franco mañana…

—Fran no me espera, así que podemos quedarnos.

—Esta bien. En tal caso, quiero montar en tranvía.

Pedro asintió.

—Trato hecho. Te enseñaré Chinatown y pasearemos por toda la ciudad… lo malo es que esta llena de cuestas —le recordó.

—Pero antes, Mariano.

—Desde luego. Antes, Mariano Winters.


Pedro y Paula llegaron a comisaría a las nueve y media exactamente. El detective Benson los saludó, comprobó los documentos de Pedro y los llevó a una sala de interrogatorios. Para no tener complicaciones, él presentó a Paula como su ayudante. Habrían tenido problemas si el agente hubiera reconocido su nombre.

—Winters insiste en decir que se llama Juan Wiley —explicó Benson—. Pero hemos investigado su pasado y no hemos encontrado nada anterior a siete años. ¿Quieren que los acompañe?

Pedro asintió.

—¿Ya ha pedido un abogado?

—No, todavía no. Insiste en que nos hemos equivocado de persona. Es un hombre muy frío, con mucha confianza en si mismo. Denos las pruebas que necesitamos y lo encerraremos por asesinato.

—Pero habrá que trasladarlo a Colorado…

—El papeleo ya está en proceso. Si es el hombre que busca, es todo suyo.

Benson abrió la puerta de la sala de interrogatorios y dijo:

—He traído a unas personas que tal vez te conozcan.

Pedro siguió al agente y miró a Mariano. No lo conocía bien, pero lo había visto en una ocasión y pensó que los ocho años transcurridos habían mejorado su aspecto.

—No creo que nos hayamos visto antes —dijo él.

—Tal vez no te acuerdes de mí, pero estaba saliendo con tu prima Noelia cuando nos conocimos…

Pedro se acercó a la mesa y dejó el maletín encima.

—Yo no tengo primas.

—Hola, Mariano. Tal vez no te acuerdes de Noelia, pero seguro que te acuerdas de mí —dijo Paula, acercándose.

El hombre palideció al verla y dijo:

—Quiero un abogado.

—Por supuesto —dijo el detective—. Pero antes tendrás que hablar con estas personas. Han viajado desde Denver solo para verte.

—No. Quiero un abogado ahora mismo.

—¿Quién era el hombre al que mataste? —preguntó Pedro.

—Yo no he matado a nadie. Ella lo mató —dijo, apuntando a Paula—. Pensaba que estabas en la cárcel. ¿Que haces aquí?

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