domingo, 18 de septiembre de 2016

Otra Oportunidad: Capítulo 25

—No lo hago por eso. Es que me parece increíble que seas la misma jovencita a la que se juzgo en aquella sala —le confesó.

—Ah, sí… era tan joven como inocente.

—Solo eras una buena persona que se vio arrastrada por los acontecimientos.

El desayuno llegó y dejaron de hablar mientras comían. El teléfono móvil de Pedro sonó poco después y tuvo que contestar. Saco una libreta pequeña, apunto un nombre, una dirección y un numero y cortó la comunicación tras dar las gracias a la persona que había llamado. Acto seguido, arrancó la pagina y se la dió a Paula.

—Era mi secretaria. Ha encontrado un vivero que podría tener una vacante. Esta en el oeste de la ciudad, en una calle bien comunicada. Si quieres, podrías llamar y pedir una entrevista. Y si les parece bien, te llevaría en el coche.

—No es necesario, gracias.

Paula se animó un poco. No solo era una oportunidad laboral, además era una zona que siempre le había gustado.

—Pero te lo debo.

Ella quiso negarse y decir que no necesitaba a nadie. Sin embargo, estaba lloviendo y la propuesta de llevaría en coche era bastante tentadora. Además, era cierto que se lo debía. Acepto.

Pedro la llevó a la entrevista y esperó en el estacionamiento mientras ella entraba en la tienda. Luego, llamo por teléfono a Rosana.

—Esteban esta muy enfadado, jefe —dijo su secretaria—. Quiere saber donde te has metido. ¿Todavía estas desayunando? ¿Tanta hambre tienes?

—Terminé de desayunar hace un rato, pero he llevado a Paula a una entrevista de trabajo. Dile a Esteban que estoy enfermo.

—Eso ya lo he probado, pero no se lo cree y le ha dicho a su secretaria que me llame cada media hora para intentar localizarte. He cambiado la cita que tenías con Hoffman y reorganizado todos tus compromisos de esta mañana. ¿Quieres que te deje el día libre?

En lugar de contestar a la pregunta, Pedro dijo:

—¿Tienes idea de donde se puede encontrar una zona de departamentos que sea barata y segura y tenga muchas zonas verdes?

Rosana tardó unos segundos en responder.

—Pedro, tal vez te estés tomando ese asunto demasiado en serio. Comprendo que quieras ayudar a Paula Chaves, pero no hace falta que le dediques el resto de tu vida —dijo.

—Solo quiero ayudarla a empezar de nuevo. Si no sabes nada, preguntaré por ahí.

—Podría intentarlo en Sunset View Terrace. Es un barrio con pisos baratos, pero son buenos y estan junto al cinturón verde del norte… Ya sé, ya se… llamaré a ver si puedo encontrarle algo…

—Eres un sol, Rosana.

—Pues súbeme el sueldo. Ah, y ve a ver a Esteban cuando llegues.

Pedro sabía que su jefe se enfadaría si supiera que estaba ayudando a Paula Chaves. Le había pedido que no llamara la atención y que se mantuviera alejado de la prensa, pero se sentía culpable y estaba dispuesto a arriesgarse. Miró por la ventanilla y vió que estaba lloviendo. Paula todavía estaba en la tienda, de modo que saco el maletín e intento trabajar un poco. Pero no podía concentrarse. No dejaba de pensar en el hijo de la ex presidiaria. Volvió a llamar a Rosana y le pidió que organizara una reunión con uno de los jueces de familia. Él era experto en casos penales y no sabía demasiado de esas cosas, así que necesitaba consejo de un profesional.

La puerta del establecimiento se abrió en el preciso momento en que dejó de llover. Paula casi bailaba por la acera. Sonreía de oreja a oreja y estaba tan radiante como si el frío no le importara nada. Subió directamente al coche y se sentó a su lado.

—¡Me han dado el empleo! Empiezo mañana, y me pagan más de lo que esperaba…

—Felicidades.

—Gracias por tu ayuda. No creo que lo hubiera conseguido sin tí. Trabajaré casi todo el tiempo en la tienda, pero también en el almacén… es el edificio grande de allí —le indicó—. Me han dicho que hay que preparar las plantas para la temporada de primavera y que antes piensan organizar una feria de árboles de Navidad.

A Pedro le alegró que estuviera tan animada.

—¿Adonde quieres que te lleve ahora? —preguntó.

—Al motel. Tendré que comprar ropa de trabajo…

Paula dejó de hablar y Pedro la miró un momento. Había sacado una lista y estaba leyendo las cosas que necesitaba, de manera que se preguntó si tendría dinero para comprarlo todo. Justo entonces volvió a sonar el móvil.

—¿Dígame?

—Soy yo, jefe —respondió Rosana—. Estaba investigando lo de los pisos cuando me ha llamado Ramiro. Resulta que tiene una sobrina en la universidad y que ahora está de baja porque se rompió una pierna al caerse por las escaleras. Se ha marchado a Wisconsin a pasar una temporada y necesita alguien que ocupe su departamento hasta su vuelta y le cuide el gato. No volverá hasta el año que viene. Y es gratis… ¿Que te parece?

Pedro miró a su acompañante y respondió:

—Pregúntaselo tu misma.

Le pasó el móvil a Paula, que lo miró con desconcierto.

—¿Es para mí?

—En efecto.

Pedro cruzó los dedos para que aceptara la oferta. A fin de cuentas no era una propuesta suya, sino de Rosana. Y no se sentiría en deuda con él.

Paula se quedo asombrada cuando oyó lo del departamento.

—¿Y esa chica sabe quién soy? —preguntó.

—Su tío lo sabe de sobra. De hecho, la sugerencia ha sido de él. Puedes pasar a verla más tarde si te apetece… todavía esta en el hospital. Sus padres llegaran mañana y se marchara a Wisconsin. Ramiro ha estado pasando por el piso para dar de comer al gato.

—Estaré encantada de cuidarle el piso. Pero ¿Seguro que no tengo que pagar alquiler?

Rosana le había dicho que solo serian dos meses. Sin embargo, le serviría para ahorrar dinero y alquilar otra cosa cuando la chica volviera.

—Seguro —respondió—. Solo tienes que cuidar a su gato.

—Bueno, entonces dame la dirección y dime como puedo ponerme en contacto con ella. Si esta de acuerdo en que nos veamos, por mi no hay ningún problema… y gracias por todo, Rosana.

Paula apuntó los datos y le devolvió el teléfono a Pedro. No podía creer que su suerte hubiera cambiado de un modo tan repentino. La vida le empezaba a sonreír, y estaba tan poco acostumbrada a las facilidades que desconfió. Pero ahora tenía una posibilidad de salir adelante.

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