Y había algo más... un rayito de esperanza que se negaba a morir.Y ese rayito empezaba a convertirse en una llama brillante.Quizá, sólo quizá, Pedro y ella pudieran encontrar el modo de estar juntos en el verdadero sentido de la palabra.
Por primera vez desde que se enterara de que tenía un hijo, Pedro Alfonso no era un padre muy atento. Después de todo, un hombre es humano y, desde que saliera del dormitorio de Paula, toda su atención estaba fija en la noche que se avecinaba. No dejaba de pensar en Paula desnuda en la cama, con la cara sonrosada, el pelo rojo extendido por la colcha verde y los rizos sedosos entre las piernas húmedos y brillantes a causa de sus besos.Estaba, pues, muy distraído, esperando la hora en que Feli se metiera en la cama y pudiera hacer suya a Paula.La cena fue todo un reto. Jugaba con la comida con el tenedor y se esforzaba por no mirar mucho a la mujer pelirroja sentada frente a él. Ella sonreía con indulgencia a su hijo, que hablaba de sus amigos de San Antonio y de los amigos nuevos del pueblo. Nahuel, uno de estos últimos, los había invitado a dos niños más y a él a dormir en su casa la noche siguiente.
—¿Puedo ir, mamá?
Ella lanzó una mirada a Pedro para incluirlo en su decisión.
Él asintió e intentó no mirarle la boca, no pensar en sus besos y en el modo en que el cuerpo de ella se había movido bajo sus manos.
—Sí —dijo Paula—. Puedes ir.
Feli sonrió.
—Dormiremos fuera como cuando vinieron aquí.Y el padre de Nahuel cocinará hamburguesas con queso y contaremos cuentos de miedo...
El niño seguía charlando y Pedro jugando con la comida en su plato.Después de la cena, Feli le dió una paliza en el juego de invasores del espacio.
—Has jugado peor que nunca —sentenció cuando terminaron. Pedro se echó a reír.
—Prometo poner más atención la próxima vez.
Feli subió a ducharse a las nueve. Como norma, cuando estaba preparado para acostarse, salía de su habitación en pijama y daba las buenas noches, primero a Pedro y después a su madre. Esa noche, Pedro esperaba en su estudio a que llegara el niño. Tenía la mirada clavada en la pantalla del ordenador y fingía hacer un solitario, pero en realidad fantaseaba con la noche que se acercaba. Así pasaron veinticinco minutos. ¿Cuánto tiempo necesitaba Feli para ducharse?Después de treinta y un minutos, decidió descubrir por qué había elegido esa noche para ser el niño más limpio de Texas. Apagó el ordenador y se dirigió a la escalera.
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