domingo, 25 de septiembre de 2016

Otra Oportunidad: Capítulo 43

—¿Sigues ahí? —pregunto él.

—Sí.

—No te preocupes por lo que piense mi ex mujer. Lo único que importa aquí somos nosotros. ¿Cómo te sientes tu?

Ella dudó un momento antes de contestar.

—Bueno… me divierto mucho contigo.

—Y yo.

—Tal vez deberíamos dejarlo así.

—O explorar un poco las posibilidades —sugirió él.

—Pensé que estabas harto de relaciones después de tu matrimonio…

—No estoy diciendo que nos apresuremos. Solo digo que me gusta estar contigo. Y me encanta que vayamos a compartir todo un fin de semana. ¿A tí no?

—Sí. Supongo que sí.

Paula se sentía muy atraída por Pedro. Pero estaba dominada por la inseguridad y ni siquiera sabía si conseguiría superar sus miedos y empezar a vivir otra vez.

—Anda, pide que te suban un vaso de leche caliente e intenta dormir un poco —propuso Pedro—. Te llamare a las ocho de la mañana. Desayunaremos e iremos a comisaria. Que duermas bien…

—Igualmente.

Paula colgó el auricular cuando Pedro cortó la comunicación. Después, llamó a recepción y pidió que le subieran un vaso de leche caliente. Pero no tuvo el efecto deseado. Ya no se trataba únicamente de los fantasmas del pasado, sino de los del presente. Pensó en el paseo por el zoológico, en Franco, en la casa de la montaña, en él beso. Y fue precisamente el recuerdo de los labios de Pedro lo que al final la tranquilizó y permitió que se quedara dormida.

Pedro se levantó y empezó a caminar de un lado a otro. La llamada de Paula lo había sorprendido. Normalmente era un hombre cauto, incluso tímido, y no hablaba de cosas demasiado personales. Pero aquello era diferente. Quería más. Quería una relación de verdad. Le gustaba la idea de compartir su vida con ella.

Se acercó a la ventana y contempló los edificios de San Francisco. Había muchas luces encendidas, y se pregunto como era posible que hubiera tantas personas despiertas a horas tan intempestivas de la noche. Se dijo que seguramente eran trabajadores y pensó en el sistema judicial y en su empleo. El caso de Paula había trastocado todas su creencias. Habían cometido un error imperdonable con ella y quería ayudarla a vivir otra vez y a disfrutar de todas las cosas que se había perdido. Llevarla a cenar, a bailar, al cine, a ver conciertos, tal vez a esquiar. Pero sobre todo quería respuestas. Encontrar a su hija y asegurarse de que estaba bien. Sabía que el riesgo era elevado. Si la localizaba, cabía la posibilidad de que Paula quisiera presentar una demanda e intentara recuperar su custodia. Al fin y al cabo, la habían obligado a entregarla en adopción en virtud de un delito que ni siquiera había cometido. Pensó en Franco y se preguntó como se sentiría si se lo robaran. Después, contempló la calle y dijo, en voz alta:

—Mariano Winters, tienes muchas preguntas que contestar.

Paula  ya estaba preparada cuando Pedro la llamo a la mañana siguiente. Se encontraron en el ascensor y bajaron al vestíbulo. Luego, entraron en la cafetería y se quedaron en silencio. Ella miro a su alrededor. No sabía que decir. La reunión con Winters era tan importante que todo lo que se le ocurría le parecía intrascendente o vano.

—¿Tardaremos mucho en ver a Mariano?

—He llamado a la policía hace un rato y me han dicho que podremos verlo en cuanto lleguemos.

—Entonces, vámonos.

—No, tenemos tiempo de desayunar. No nos esperan hasta las nueve y media, más o menos.

—Pero no tengo hambre.

—Yo sí.

Pedro la sorprendió cuando se inclinó sobre ella y la tomó de la mano.

—Sé que llevas mucho tiempo esperando este momento, pero Winters no se va a marchar a ninguna parte. Además, anoche no comiste nada. Tienes que alimentarte.

Ella suspiró.

—Esta bien… pediré una tostada.

—Pues yo pediré un plato completo. Huevos fritos, panceta, café y bollos. Sera mejor que disfrutes de tu tostada, porque tendrás que esperar a que termine— bromeó.

—¿Nadie te ha dicho que puedes ser un tipo muy manipulador?

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