lunes, 26 de septiembre de 2016

Otra Oportunidad: Capítulo 52

—Sí. Al parecer, el fiscal quiere que se mantenga lejos del caso y el desobedeció la orden.

—Comprendo.

Noelia necesitaba tiempo para pensar. No esperaba un giro tan repentino de los acontecimientos. Cuando Mariano apareciera en Denver, la prensa saltaría sobre ellos. Afortunadamente, sus padres estaban en Florida. Y con un poco de suerte nadie caería en la cuenta de que Mariano era de su familia. Ni la propia Rosana parecía haberlo relacionado.

—Bueno, entonces iré a casa de Pedro a hablar con él… Por cierto, no llevo el teléfono de Paula Chaves encima. ¿Podrías dármelo?

—Claro…

Rosana abrió una libreta y le copió el número en un papel.

—Espero que Pedro descanse un poco —dijo con una sonrisa—. Estoy segura de que volverá al trabajo la semana que viene, y le toca ir a los tribunales…

—Si, por supuesto —murmuró Noelia.

En cuanto llego al vestíbulo del edificio, Noelia se dirigió a las cabinas telefónicas. Saco el papel que le había dado Rosana y marcó el número.

—Vivero Talridge. ¿Dígame?

—¿Vivero Talridge? —preguntó, sorprendida.

—Si, soy Patricio. ¿Que puedo hacer por usted?

Noelia intentó pensar. Cabía la posibilidad de que Rosana se hubiera equivocado de número.

—¿Está Paula Chaves?

—Si, espere un momento. La llamaré.

—No, no hace falta. Si puede darme la dirección de su casa, iré a verla cuando termine de trabajar. ¿Sabe a que hora sale?

—A las cinco en punto.

Noelia no tenía intención de esperar tanto tiempo. Miró el reloj y vió que casi eran las doce. Tal vez pudiera encontrar a Paula cuando fuera a comer.


Paula no podía concentrarse. Miró la tierra en la que estaba plantando y se preguntó si habría puesto fertilizante suficiente. Era como si de repente hubiera olvidado todo lo aprendido. No dejaba de dar vueltas a lo sucedido durante el fin de semana. A su extraño encuentro con Mariano y especialmente a la experiencia amorosa con Pedro. Cada vez que pensaba en ello se ruborizaba. Había sido la noche más apasionante de su vida. Su relación con Sergio palidecía por comparación. Y eso le incomodaba. Sergio había sido su amor. Querían casarse, tener hijos, envejecer juntos. ¿Como era posible que estuviera comparándolo con otro hombre? Por supuesto, ahora era mayor y había cambiado. Tal vez no fuera una mujer de mundo, pero había dejado de ser la jovencita ingenua a la que habían condenado. Ahora sabía mucho más y podía defenderse. Como decía su amiga Marisa, «lo que no te mata te hace más fuerte».

En ese instante, Eva la miró.

—Si no te conociera mejor, pensaría que estas soñando despierta. ¿Vas a contarme lo que has hecho durante el fin de semana?

Eva la había estado presionando toda la mañana, pero Paula no había soltado prenda.

—Ví a Mariano y no salió muy bien. Pero el resto fue… interesante.

—¿Interesante? ¿Estuviste en San Francisco y solo fue interesante? Deberías haber visitado todos los bares de la ciudad y haberte soltado el pelo.

—Bueno, me divertí.

—Venga, suéltalo ya…

Paula la miró.

—Yo nunca pregunto por los detalles de tus relaciones —le recordó.

—Pero si preguntaras, te lo diría —respondió su amiga.

—En la cárcel aprendí a no hacer preguntas.

—Pues tendrás que aprender a hacerlas. ¿Como vas a saber las cosas si no preguntas? Además, me duele que no quieras hablarme de tí. Quiero ser tu amiga, pero eres tan reservada… ¿Es que no sientes curiosidad por mi vida? Eso es lo normal, lo lógico entre personas que se aprecian. Y también es normal que quiera saber más de Pedro Alfonso.

Paula volvió a mirar a Eva.

—¿Crees que no quiero ser tu amiga porque no hago preguntas?

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