lunes, 5 de junio de 2017

Has Vuelto A Mí: Capítulo 64

Cuando al fin se percató de que Pedro no la tocaba ni respondía de ninguna manera a su alegría, se estremeció.

—¿Pepe? —tartamudeó y se separó un poco—. Pepe, ¿Qué pasa? ¿Qué tienes? ¿Por qué me miras así? ¿No... quieres que estemos juntos?

Pedro se quitó los brazos de Paula  del cuello.

—No digas tonterías —replicó, molesto—. Eso es lo que siempre he deseado —estaba sombrío—. Pero, sin importar lo que diga tu madre, si no sé por qué me dejaste hace diez años, nunca podré volver a tener paz.

—¿Qué... dice mi madre? ¿Qué te dijo?

—Eso no importa nada...

—Vamos, Pepe, tal vez sea algo muy importante. ¿Qué fue lo que te dijo mi madre?

—¿Te importa tanto como a mí saber por qué me dejaste? —preguntó.

—Cariño, sé que eso es fundamental para tí —exclamó y le besó en los labios—. Te prometo que te lo contaré todo. Sólo dime que te dijo mi madre, por favor.

Pedro la miró durante largo rato y, como si no pudiera evitarlo, la abrazó.

—Está bien —susurró con la voz ronca por la tensión—. Dijo que tenía que venir a buscarte, que estaba segura de que tú me seguías queriendo y que tenía que decirte que recordó que había otra carta entre las que te enseñó un día —frunció el ceño, frustrado—. ¿Entiendes algo de todo eso?

—¿Dijo eso?—estaba atónita.

—Aja —le alzó la cara con suavidad—. Adelante, dime qué significa. Creo que merezco saberlo.

Paula se humedeció los labios y le llevó unos momentos entender lo que Pedro le había comentado. Si su madre decía eso, era porque debió recordar que, entre esas cartas, se encontraba la que ella le quiso enviar una vez a Horacio.

—Mi madre está bien, ¿Verdad? —tembló.

—Sí, lo estaba cuando la ví por última vez —concedió—. Pau, si estás tratando de distraerme...

—Claro que no—aseguró.

 —pau...

—Ya voy, ya voy —suspiró—. Mi madre... conoció a tu padre... hace muchos años. Antes de que yo naciera.

—Supongo que te refieres a que se conocieron de modo íntimo —notó Pedro. No estaba sorprendido y ella frunció el ceño.

—Bueno, sí. ¿Ya lo sabías?

—Pensé que todos conocían es vieja historia —replicó—. ¿Qué tiene que ver eso con nosotros? Estoy seguro de que no fue una razón para que rompieras nuestra relación.

—Bueno, no —estaba desconcertada y necesitó un poco de tiempo para ordenar sus pensamientos—. No lo entiendes, yo... mi abuela me enseñó algunas cartas. Unas cartas que tu padre le escribió a mi madre.

—¡Dios mío! —hizo una mueca—. ¿Cómo se apoderó de ellas?

—No estoy segura. Debió de encontrarlas cuando mi madre las tiró. Y las guardó. Sólo Dios sabe por qué lo hizo.

—De todos modos...


 —Aún hay más —se tensó Paula—.Entre las cartas de tu padre... estaba otra. Una que mi madre le escribió a tu padre, pero que en realidad nunca le envió —hizo una pausa—. Era para decirle que estaba embarazada. Mi abuela me dijo que yo era el resultado de ese embarazo.

—¿Quieres decir... que pensaste...? —Pedro se quedó de una pieza.

—... que eras mi hermanastro —Paula  contuvo el aliento—. ¿Te das cuenta de por qué tuve que irme? Yo no podía... contarte algo semejante.

—¡Dios mío! —Pedro siguió contemplándola mientras ella le narraba el resto.

Le contó que Gloria sabía que ella no era hija de Miguel. Le manifestó que Alejandra pensaba que el secreto estaba a salvo pero, que ella, su abuela, no podía permitir que se cometiera semejante atrocidad.

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