domingo, 25 de junio de 2017

Enamorando Al Magnate: Capítulo 55

 Paula se sintió atacada y se puso a la defensiva.

—No es algo por lo que tuviera que disculparme.

—Claro que no… —repuso él sin pensárselo—. Soy yo quien tiene que disculparse.

 —Eso es —le espetó ella y se atrevió a mirarlo.

 La expresión de sincero arrepentimiento de él hizo que su enfado se disipara un poco—. ¿Por qué?

—Debí haberlo adivinado —admitió él, hundido.

—¿Cómo ibas a saberlo? —preguntó ella, atónita.

—Había señales. Como tu reacción a ese beso que te dí el primer día que fuimos a cenar, por ejemplo.

—Sólo me sorprendió. No he besado a tantos hombres —confesó Paula, sin pensar.

Al instante, rezó para que él no le tuviera lástima. No podría soportarlo.

—¿A cuántos?

—A pocos —contestó ella y lo miró. No parecía que él le tuviera lástima—. A dos, incluido tú.

—¿A ese tipo con el que saliste cuando estabas en la universidad?

—¿Cómo sabes eso?

—Me informé porque… —comenzó a explicar él y se pasó la mano por el pelo—. Tu reacción cuando te besé fue… Temía haberlo fastidiado todo. Francisco  y Ludmila no recordaban haberte visto salir con nadie en Thunder Canyon, pero creían que habías estado con alguien en la universidad.

—¿Has estado haciendo preguntas sobre mi vida personal?

—Estaba intentando comprenderte —se defendió él—. Pensé que alguien te había lastimado y que, por eso, no querías nada conmigo. Ahora sé la verdad.

  ¿Por qué no podían dejar la conversación de una vez? se dijo Paula.

—No es gran cosa.

—Te equivocas. Sí es gran cosa. Cuando una mujer se entrega a un hombre por primera vez, es un regalo.

—¿De veras? —replicó ella y, al mirarlo a los ojos, sólo percibió honestidad.

—Un regalo y una responsabilidad.

 —¿Por qué?

 Pedro se quedó callado unos instantes.

—La primera vez de una mujer puede afectar a su actitud hacia el sexo para toda la vida. Un hombre se siente presionado por hacerlo bien. Ojalá yo hubiera sabido…

Qué bonito, pensó Paula. Era lo mismo que su madre le había dicho, pero desde el punto de vista masculino. Entonces, supo sin lugar a dudas que a su madre le habría gustado Pedro.

—Lo hice muy mal —continuó él—. Lo siento mucho. De alguna manera, te resarciré por ello.

Paula se sintió invadida por una oleada de calidez. Algo se estremeció en su interior. Era obvio que él no la consideraba una extraterrestre y que no descartaba hacerlo una segunda vez. Ella estaba por completo a favor de repetirlo. Le tocó el brazo y el calor de la piel de él derritió sus últimas inseguridades.

—Para que lo sepas, mi actitud hacia el sexo está en buen estado de salud.

Pedro la observó un momento y le envolvió la mano con la suya. Sonrió.

—Bien.

Paula deseó que ese momento durara para siempre, pero sabía que debían decidir cuál sería el próximo paso.

—¿Qué vamos a hacer con Augusto?

—Creo que hemos hecho todo lo que hemos podido aquí.

 —Pero él sigue por ahí en alguna parte.

—Billings tiene una población de cien mil habitantes —señaló Pedro—. Es como buscar una aguja en un pajar. En Thunder Canyon hay chicos que quieren estar en Raíces. Ellos deben ser tu prioridad.

 —Tienes razón —admitió Paula—. Lo que pasa es que…

—¿Los que huyen necesitan más ayuda? —adivinó él.

—Sí.

  —Él sabe dónde encontrarte —le aseguró él y le apretó la mano para darle ánimos. Luego, se levantó—. Vamos a casa.

—De acuerdo.

 —Voy a pagar en recepción —indicó él cuando hubieron entrado en el vestíbulo.

—Iré contigo.

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