lunes, 26 de junio de 2017

Enamorando Al Magnate: Capítulo 57

—¿Así que sólo me has llamado para gritarme y para hacerme sentir culpable?

—Claro.

—Vamos, Daniela. Te conozco. ¿Cómo van las cosas?

—Las ventas han mejorado un poco. No es que sean para bailar de alegría, pero podemos ser optimistas. La bajada en picado parece haberse frenado y los gráficos de beneficios comienzan a subir.

—Son muy buenas noticias. Podría ser buen momento para hacer una contra oferta al comprador.

—¿Has decidido vender? —preguntó Daniela con tono de desaprobación.

Pedro había hablado con ella de los pros y los contras y sabía que, como Paula, Diana estaba a favor de aguantar los malos tiempos y seguir adelante con la empresa.


—Sigo considerando mis opciones.

—Antes de que te decantes por el lado oscuro, quiero decirte algo —señaló Diana y rebuscó en sus papeles—. Los diseños que me mandaste de… ¿Cómo se llama?

—Paula —dijo él y la vió levantar la vista.

—Eso. Los diseños de Paula son muy prometedores.

—Eso pensé.

—Jefe, podríamos producir una nueva línea. Me encanta el nombre, además. Es una buena marca. ¡PC! Es sencillo y sexy.

Igual que Paula, pensó Pedro y la miró. Ella lo estaba observando, posiblemente intrigada por haber oído su nombre.

—Bien.

—Si nos damos prisa, creo que podremos sacar el producto al mercado para Navidad. Será mucho trabajo y habrá que invertir bastante, pero creo que los beneficios merecerán la pena.

—Me alegro de que lo apruebes.

 —Encuéntrala —dijo Daniela—. Porque supongo que el diseñador es una mujer, ¿No?

—Sí, así es.

 —Está ahí, ¿Verdad?

Pedro sorprendió a Paula mirando y, al mismo tiempo, intentando ocultar su curiosidad.

—Ajá.

—¿No puedes hablar?

—Creí que lo estaba haciendo.

—Sabes a lo que me refiero.

—Sí. Afirmativo.

—Esta conversación en clave no me va —repuso Daniela  con tono malhumorado de nuevo—. ¿Cuándo vuelves?

—Cuando termine mi servicio a la comunidad.

—Dentro de una semana —repitió Daniela—. Bien. Empezaré a mover los nuevos diseños. Hasta pronto, jefe.

—Excelente. No puedo esperar —dijo él y colgó.

—¿Problemas? —preguntó Paula, no tan distante como preocupada.

 —La verdad es que no —repuso él, se levantó y se acercó al sofá—. Era mi asistente.

—Eso supuse. Cuando dijiste «la mejor asistente del mundo», eso me dió una pista.

—DanielaTaylor —confirmó él—. Nos conocimos en la universidad, en clase de Dirección de Empresas —añadió, sintiéndose obligado a explicarlo por alguna razón—. Cuando PA/TC empezó a ir bien, ella fue la primera persona que contraté. Fue una buena decisión.  —¿Entonces todo va bien?

 —Mucho. Me ha llamado para decirme que le gustan tus diseños —informó Pedro y esperó, pero no obtuvo respuesta. Tal vez, Paula no entendía lo que eso significaba, pensó—. Quiere intentar sacarlos al mercado antes de que acabe el año.

Paula  abrió los ojos como platos, pero no parecía contenta.

 —Pareces ansioso por volver al trabajo.

—Daniela cree que tus diseños van a tener éxito. Pero, si queremos que eso suceda, tendremos que trabajar mucho —señaló él.

 Esperó verla reír, gritar o bailar de felicidad.  Pero ella ni se movió. Dejó el cuaderno y el lápiz sobre la mesa y se puso en pie.

—Entonces, no quiero entretenerte. Después de todas las horas extras que has dedicado a Raíces, has satisfecho de sobra el tiempo impuesto en tu sentencia. Firmaré para dar por terminado tu servicio a la comunidad ahora mismo. Así podrás irte ya.

¿Irse?  ¿Ya?

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