domingo, 4 de junio de 2017

Has Vuelto A Mí: Capítulo 58

Al saber que Pedro y ella no estaban emparentados, existía la posibilidad de que algún día unieran sus vidas. Pero Paula no sabía cuándo sería posible. Después de la euforia que sintió al enterarse de que él no era su hermano, recuperó la sensatez. Era feliz por saber que su amor por Pedro estaba libre de toda culpa, pero la situación no se alteraba. Él seguía casado con Candela y eso no podía cambiar puesto que Candela sólo le daría el divorcio a cambio de dinero.

Tal vez se casaría con ella, si  le pedía que le diera el divorcio a Candela, sin importar a qué precio. Imaginaba cómo debió sufrir Pedro cuando ella se marchó. Pero no quería correr el riesgo. Había llegado a la conclusión de que Pedro y ella jamás podrían tener un futuro juntos. Después de todo, Candela necesitaba dinero, eso era obvio. Y, si Pedro no estaba dispuesto a pagarle, no le daría el divorcio. Parecía que él  no podría quedar libre de nuevo sin vender parte de sus tierras y propiedades. Por eso  despertó al amanecer. Sabía que era tal vez la última noche que pasaría en Lower Mychett. Iba a volver a Nueva York. Había tomado esa decisión durante la madrugada. Y, si se marchaba, sabía que nunca más volvería. Creía que, pasara lo que pasara, Pedro nunca lo entendería, nunca la perdonaría...


El teléfono sonó y Adriana  Robles  contestó.

 —Es David —susurró a Paula—. ¿Quieres hablar con él?

 —No —suspiró Paula—. Pero sintió remordimientos de conciencia—. Oh, está bien. Supongo que no puedes seguir diciéndole que estoy en una reunión. Me gustaría que dejara de llamarme.

Adriana se encogió de hombros. Era una mujer morena, alta y muy atractiva. Hacía casi ocho años que ella y Paula se conocían y hacía siete que compartían la administración de la agencia de niñeras. Adriana era una buena amiga  y era la única que sabía por qué se había ido a vivir a Estados Unidos.

—¿Por qué no le dices que tienes otro novio? —sugirió Adriana, concentrándose en la pila de solicitudes que estaba revisando—. Creo que eso lo alejaría de tí de una vez por todas.

—Él sabe que no es cierto —protestó Paula.

—Pues entonces haz que sea verdad —replicó Adriana—. Ya sabes que Santiago Forrester estaría encantado de...

—Eso sólo complicaría aún más las cosas —se entristeció Paula.

El joven abogado de la oficina de enfrente había intentado varias veces salir con ella. Pero  no tenía ganas de verlo, como no las tenía tampoco de seguir viendo a David.

—Entonces, todo depende de tí —Adriana se lavó las manos—. A propósito, Llamaste a Mónica Stevens? La entrevisté mientras estabas con tu familia y creo que te impresionará su experiencia y profesionalidad.

—No, no hablé con ella —suspiró—. Me temo que lo olvidé. Dame un minuto para arreglar esto y ahora la llamo —le dolía la cabeza y apretó el botón para hablar con David—. Hola, David, ¿En qué puedo ayudarte?

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