domingo, 4 de junio de 2017

Has Vuelto A mí: Capítulo 61

De todos modos, se sintió culpable al pensar que Pedro la había sorprendido en esa situación. Se llevó una mano a la frente sudorosa y perdió el color de las mejillas. Se tambaleó un poco.

—Querida —exclamó David, siempre atento—. ¿Qué te pasa? Parece que acabas de ver a un fantasma.

—Me temo que no soy un fantasma. Soy muy real —afirmó Pedro, entrando en el departamento, muy disgustado. Y Paula se desmayó.

Era de día cuando abrió los ojos. Tenía dolor de cabeza y se apoyó sobre las almohadas. Reconoció la colcha de la cama y las almohadas. Estaba en su propia cama. Alguien debió llevarla allí cuando perdió el conocimiento. Recordó lo sucedido con una sensación de náusea. Todavía no estaba segura de qué era verdad y qué una ilusión. Había visto a Pedro, pero no sabía si era una pesadilla. Recordaba que David le había preguntado si estaba bien, que se había sentido muy mal. Pero no sabía si había imaginado las palabras de Pedro. Una sombra se movió junto a las persianas de la ventana y volvió la cabeza con rapidez. Esa acción le provocó dolor, pero lo ignoró. Un hombre estaba de pie, de espaldas a la luz, y Paula trató de determinar quién era.

 —¿David? —susurró, débilmente, aunque la silueta grande y fuerte del hombre la desmentía.

Pero no podía imaginar que Pedro estuviera allí, sobre todo no después de haberle visto tan disgustado.

—Ya se ha ido —se acercó a la cama y Paula perdió el aliento al darse cuenta de que sí era Pedro. Tenía las manos metidas en los bolsillos del pantalón. Se había quitado la chaqueta y se había remangado la camisa. Su aspecto era tranquilo y natural, pero sus ojeras indicaban que estaba exhausto.

—¿Se fue? —inquirió al ver que Pedro se sentaba a la orilla de la cama.

—Así es —asintió y la miró—. ¿Y bien? ¿Cómo te sientes? Es la primera vez que tengo este efecto en una mujer.

Paula sabía que trataba de bromear, pero no pudo animarse.

 —¿Dónde... está David? —insistió y recordó la furia de Pedro al verlos juntos. Esperó que la situación no se hubiera tornado violenta.

—Supongo que en su casa —comentó Pedro y acarició la colcha—. O tal vez se haya ido a cenar. Parece que iba a cenar contigo, ¿Verdad? Lo siento, si querías salir con él, pero  ha entendido que tú y yo tenemos que hablar.

—¿Entendido? —lo miró con ansiedad—. ¿Qué le has dicho, Pepe? ¿Cómo... lo has convencido de que se marchara?

—Bueno, no lo he tirado por la ventana, si eso te imaginas —le indicó—. David y yo tuvimos una interesante conversación. Supongo que se puede decir que ahora nos entendemos. Y eso es algo que tú y yo nunca logramos.

Paula parpadeó y trató de sentarse. Al hacerlo, las piernas anchas del pantalón expusieron parte de sus piernas, pero logró taparse de nuevo, evitando ver a Pedro. A pesar de lo que decía, a ella le parecía que era una situación irreal.

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