domingo, 4 de junio de 2017

Has Vuelto A mí: Capítulo 57

Se dió cuenta de que Alejandra nunca debía saber lo que había hecho Gloria. Su madre estaba molesta y un poco avergonzada, pero eso era todo.

—¿Quieres... que las queme?—sugirió Paula.

 —Estás temblando, Pau—exclamó la madre al verla—. ¿Tienes frío?

—Sólo un poco —aunque estaba pálida, su pulso latía con fuerza.

—Supongo que te sorprende ahora que yo haya alentado tu relación con Pepe, ¿Verdad? —la madre malinterpretó su expresión—. Pero a él no le guardo ningún rencor. Sé que Horacio, me amaba. Y nada nos habría hecho más felices que su hijo y mi hija se enamoraran —se encogió de hombros—. Y eso no pudo ser. Aunque pensamos que así sería durante mucho tiempo.

Paula quería llorar.

—Me... ¿Me das las cartas para que las queme? No creo que a papá le guste mucho pensar en los motivos de la abuela para conservarlas.

—No, no. Tienes razón —asintió y sin examinarlas, se las entregó—. Sí, deshazte de ellas, Pau. No quiero que las mencionemos para nada. Ése será nuestro secreto.



Aquella noche, mientras Paula yacía en la cama, repitió una y otra vez esas palabras para sus adentros. No era el secreto de ella, ni de la abuela, sólo de Alejandra. Un secreto que perteneció al pasado antes de que ella misma naciera. Durante todos aquellos años,  había estado viviendo una mentira. Y no podía decirle a su madre lo sucedido. Porque, si las sospechas de la abuela hubieran sido correctas, su madre habría sufrido un infarto mortal. Estaba segura de que había hecho lo mejor aunque con ella destruyera su propia vida. Antes de destruir las misivas, la chica volvió a leer la carta que su madre le envió a Horacio Alfonso y se dió cuenta de lo diferente que se podían interpretar sus palabras. Por ejemplo, cuando su madre le decía que estaba embarazada porque eso era lo que el señor Alfonso siempre había querido, debió pensar que, era una manera rara de expresar la situación. Aunque ella asumió que la carta fuera escrita después de que Pedro naciera, no se preguntó por qué habría escogido su madre esas palabras. Y tampoco lo mencionaba. Mencionaba a lady Ana, pero no a Pedro.

Paula se preguntó si Gloria en verdad creía en lo que le había contado. La abuela siempre fue una mujer muy astuta, demasiado como para cometer semejante error de interpretación. Pero, si conoció la verdadera historia, no entendía por qué había actuado como lo había hecho. No veía por qué su abuela hubiera querido destruirle la vida a propósito. Durmió muy mal y se levantó al alba, inhalando el aire del campo. Pensó que nada igualaba ese olor. Y le gustaba aún más por haber pasado los últimos diez años en una ciudad. Dudó que David estuviera de acuerdo con ella. A él no le gustaba los olores sin las costumbres del campo. Aunque insistía en comer comida natural, no le interesaba saber de dónde llevaba y siempre hacía que su ama de llaves fuera a hacer las compras a las tiendas naturistas más exclusivas de la ciudad. Lo cual hacía más raro su viaje a Lower Mychett. Era obvio que estaba preocupada por ella y se lo agradecía. Pero la chica sintió que lo desilusionaría como había hecho con Pedro. No podía casarse con David. De eso estaba segura, aunque dudaba de todo lo demás.

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