lunes, 5 de junio de 2017

Has Vuelto A mí: Epílogo

La tarde estaba llegando a su fin. Cansada del corre-corre de aquella semana, Paula no veía la hora de que Pedro pasara a la agencia para recogerla. Por un momento, ella descansó el bolígrafo que estaba usando para hacer los probatorios del costo mensual de la agencia sobre la mesa y pensó que la idea de montar una filial en Londres fuera un éxito. Adriana continuaba tomando cuenta de la matríz, en Nueva York, y una vez cada dos meses ellas se encontraban para poner en día la contabilidad y actualizar los métodos utilizados por la empresa. Aquel día fuera particularmente exhaustivo, conjeturó. Había tenido atender a varios nuevos clientes, enterarse de sus exigencias y recoger soluciones .Un largo suspiro brotó de su pecho. A pesar de cansada, estaba feliz como nunca Había estado en toda su vida. Se recostó su silla y la giró de frente para la gran ventana acristalada que daba vista para la torre de Londres. El pensamiento de como su vida Había cambiado los últimos meses le vino a la mente. Ahora, casada con el hombre que fuera su primero y único amor y de quien fuera obligada a separarse, por una circunstancia del destino, se sentía renacer. Había conseguido aliar su vida profesional a la emocional, y  tenía certeza de que vivía en un verdadero paraíso. Una leve batida en la puerta a hizo volverse.

—¿Tardé mucho? — Pedro indagó.

Paula sonrió y se levantó, saliendo al encuentro de su marido.

—No, no te retrasaste, pero me estaba muriendo de melancolía.

 Se lanzó a los brazos de él y sintió los labios ardientes y sensuales que envolvían su boca. Se entregó al placer de ser acariciada por el hombre amado, y quedo pegada a él, como si el mundo no existiese más allá, como si aquel momento fuese eterno. Pedro la alejó un poco y le dijo:

—Tengo una invitación que hacerte...

— Y una sonrisa pícara bailo en los labios de él.

Paula sonrió y se apoyó nuevamente en el pecho fuerte y musculoso.

—Y a que se debe la invitación?

—A nada en especial... Quería sólo estar contigo aquí en Londres, ya que en todos estos meses no hemos podido quedarnos en la ciudad a pasear.

 Le dió un beso suave en la frente y habló de nuevo:

—Quería revivir los viejos tiempos...

—¡Oh, mi amor! Lo que más quiero yo es estar sólo contigo, sabes eso, ¿No es verdad?

 —¿No está arrepentida de haber dejado tu vida agitada de Nueva York para vivir conmigo?

—No, y lo sabes. No me alejé de tí  en el pasado por no amarte...

Pedro la interrumpió, callándola con un beso.

 —Ya, vamos a olvidarnos del pasado. De ahora en adelante sólo el presente y el futuro cuentan. Sonriendo, él la apresuró:

—Bien, vamos rápido, que no quiero perder un minuto más de la linda noche que está haciendo allá fuera.

Paula le dió un beso breve en los labios y se alejó, tomó su bolsa y ambos salieron. El restaurante, pequeño y acogedor, guardaba memorias del tiempo en que ambos eran apasionados jóvenes, y no veían barreras para consumar su amor. Mucho tiempo había pasado, muchos acontecimientos ofuscaron el brillo de aquel amor adolescente, pero el amor había sobrevivido, fuerte, maduro,con la certidumbre de que sería eterno, intenso y maravilloso. Miró a su marido y preguntó:

—¿Puedo saber por qué cambiarte de plan hoy?

 —Bien... La verdad, me estaba muriendo de ganas de quedarnos aquí, sin compromisos, sólo disfrutando de tu compañía, con tiempo para amarnos sin ser interrumpidos por nadie...

Las manos de Pedro acariciaron las de Paula con ternura y en sus ojos estaba estampado todo el amor reprimido durante años.

—Yo te amo mucho, Pau.

—Yo también te amo, Pepe, más que a mi propia vida...

Pedro se encorvó y le dió un beso en los labios.

—Siempre soñé con estar así contigo, en comunión total, sabiendo que el futuro sólo me reservaba alegrías. Tardó tanto, tanto, pero valió la pena. Sé que ahora seremos felices para siempre.

 Paula, emocionada con las palabras de su marido, sabía que aquel era el momento ideal para revelarle el secreto que la colmaba desde el día anterior. Entonces, apretándole las manos con cariño, dijo:

—Pepe, tengo algo que decirte...

El semblante de su marido se volvió serio por las palabras de Paula.

—Dime, mi amor...

 Ella sonrió delante de la curiosidad de él.

—Pero no necesitas tener ese aire tan serio. A fin de cuentas, que yo sepa, voy a realizar uno de los mayores deseos de tu vida... y no va a tardar mucho.

Sorpresa y alegría se mezclaron en el semblante de Pedro.

—No... Dime que no estoy soñando...

—No, usted no está soñando, Sr. Pedro Alfonso. ¡Pronto será papá!

No contiendo su alegría, Pedro se levantó y apreso a su esposa entre sus brazos y salió girando por el pequeño restaurante, bajo las miradas atónitas de los comensales, que ni siquiera podían imaginar el largo camino que ellos habían tenido que recorrer para realizar su sueño de amor..




FIN

2 comentarios:

  1. Que lindo final! Amé esta historia!

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  2. Hermoso final! Por fin pueden disfrutar de su amor después de sufrir tanto!

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