jueves, 12 de marzo de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 92

Sentí su tibia lengua recorrer mis pliegues mientras yo hundía su erección en mi boca y la sacaba, proporcionándole el mismo placer que él me estaba dando, en momentos era tan intenso que no podía seguir con mis besos y exhalaba en la punta de su sexo y a veces él se detenía por mis caricias y jadeaba en mi interior. De pronto sentí como mi cuerpo se estremecía completamente al llegar al éxtasis total y después seguí con mi labor y segundos después Pedro lo alcanzó también, emitiendo un grito profundo que fue sofocado por el ruido del mar que era nuestro cómplice al igual que la luna.
Me bajé y me acosté a su lado, le acaricié nuevamente el rostro, sus párpados, su nariz, sus labios y después nos besamos, aún tenía el sabor de mi intimidad en su boca y eso volvió a encenderme intensificando el beso con ansias y hambre en tanto sentía como mi cuerpo entero se excitaba, pero sabía que tenía que esperar unos minutos así que rompí el beso y ambos tomamos aire. Nos miramos sin decir nada, sólo se escuchaba el sonido de las olas, suspiré y él me sonrió de la forma en que sabía que me enloquecía, yo le sonreí también y después cerré los ojos.
Estaba quedándome dormida cuando sentí su peso sobre mí y su boca devorando uno de mis senos, abrí los ojos de par en par y me mordí los labios, separé mis piernas y le di la bienvenida a su masculinidad que estaba más que lista para entrar en mí, el gemido fue intenso, Pedro me sonrió y comenzó a moverse lentamente, entrelazó sus manos con las mías y las puso encima de mi cabeza, pegó su frente a la mía y yo le suplicaba por más y repetía su nombre una y otra vez, le rogaba que no se detuviera.
Después puso su cabeza sobre mi hombro y susurraba mi nombre en mi oído acompañado de intensos gemidos que me hacían enloquecer. Prácticamente le ordené que se moviera más rápido y me hizo caso, embistiendo una y otra vez en mí con fuerza hasta que ambos llegamos al orgasmo y Pedro se dejó caer en mi pecho totalmente rendido y extasiado al igual que yo.
– Quédate así, por favor, un rato más, quiero seguir unida a ti.
– Lo que tú quieras corazón – respondió y me besó los labios – te amo Pau.
– Te amo Pedro y amo la forma en que me haces el amor.
Nos quedamos así unos momentos, él recostado sobre mi hombro y yo acariciándole sus cabellos, después me dijo que pronto amanecería así que nos levantamos y nos vestimos, caminamos a la orilla de la playa y nos sentamos, Pedro detrás de mí envolviéndome con sus piernas y sus brazos. Poco a poco el sol fue apareciendo en el horizonte, este era el mejor amanecer de toda mi vida, sin duda era un nuevo comienzo, al lado de un extraordinario hombre que jamás imaginé encontrar, sólo esperaba que todo siguiera igual de perfecto, pero, ¿qué podría salir mal?
Cuando desperté me encontraba acostada en la cama de la habitación, no supe en qué momento me quedé dormida, pero debió ser en la playa porque no recordaba haber regresado a la casa. Pedro no estaba a mi lado y sentí un gran vacío, estaba acostumbrándome a despertar a su lado. Me puse la bata y bajé por un vaso de agua, escuché unos ruidos al fondo de la cocina y abrí una puerta que no había visto antes, solté el vaso que traía en las manos al ver a Pedro sin camisa besando acaloradamente a una chica.
– Oh, por dios – exclamé mientras mis ojos se llenaban de lágrimas y ambos voltearon.
– Pau – dijo él separándose de la chica que se cerró la blusa.
– ¿Cómo has podido?, eres un cínico desvergonzado – grité corriendo de ahí.
– Escúchame, por favor – pidió atajándome de un brazo.
– Suéltame, no quiero que vuelvas a tocarme, eres de lo peor.
– Paula, debes creerme cuando te digo que te amo, en verdad eso siento por tí, pero… sí, soy muy débil, no puedo evitarlo.
– ¿Y así dices amarme?, ¿aceptando que te enredaras con quien sea?
– Pau, no llores, por favor, no me gusta verte llorar.
– Eres un infeliz Pedro Alfonso, no vales la pena.
– Tal vez tienes razón, pero… ¿nunca has tenido una adicción en tu vida?, aunque trates y trates de dejarla es más fuerte que tú y eso me pasa a mí… soy un adicto.
– Eres un desgraciado, eso es lo que eres y no quiero volver a verte el resto de mi vida, quédate con tu adicción y a mí déjame en paz.
– Paula, por favor, ya no llores – me sujetó por los hombros – no llores, Paula, escúchame Paula… ¡Despierta!, despierta por favor.
Abrí los ojos y Pedro me miraba asustando sujetándome por los hombros, estábamos en mi departamento, y de pronto caí en la cuenta que hacía una semana que habíamos regresado después de pasar la fiesta de año nuevo con su familia. Yo estaba sollozando por el sueño que acababa de tener y lo abracé fuertemente. – Todo fue una pesadilla, corazón, cálmate por favor.

1 comentario: