jueves, 19 de marzo de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 112

Me corrió con enfado la mirada, le abrí la puerta y salió de la habitación. Cerré y me quedé recargado ahí, ¿qué me estaba pasando?, no era la primera vez que rechazaba a una mujer, tenía que reconocerlo, pero habían sido otros los motivos, no porque estuviera pensando en alguien más, eso jamás lo había hecho, me concentraba en la persona con la que estaba, ¿qué rayos me estaba haciendo ella? Quizá debía evitar volver a verla, era la primera vez que no estaba seguro de poder cumplir las reglas y si las rompía, no habría vuelta atrás. Moví la cabeza, le puse seguro a mi puerta y regresé a la cama.

Me acosté boca arriba, debía reconocer que Maggie había logrado encenderme, así que cerré los ojos y me concentré en la hermosa desconocida, su imagen vino fácilmente a mi cabeza, su sonrisa, su olor, su sabor, sus gemidos, su rostro retorcido, la textura de su piel, todo lo tenía bien grabado en mi mente. Mi mano bajó a mi miembro, sacándolo del pantalón y empecé a acariciarlo pensando en ella, deseando que fuera su mano en lugar de la mía, reviví los momentos vividos con ella y la sensación de placer aumentaba al recordar sus besos y sus caricias. Miré mi blackberry, su voz me ayudaría bastante, pero recordé que ahí no tenía su número y el otro celular lo había dejado en mi departamento de Nueva Jersey. Seguí concentrándome en ella y a los pocos minutos llegué al orgasmo.

El desayuno del día siguiente estuvo incómodo debido a las insistentes miradas de rabia de Maggie, así que me apresuré y luego salí a dar la vuelta en el auto de mi padre, necesitaba aire fresco y estar alejado de esa niña caprichosa que francamente dudaba que fuera virgen, ¿quién en esta época lo era a los 23?, y menos en Estados Unidos. Estacioné en un parque y me senté en una banca a mirar a la gente, como cuando lo hacía con Jennifer hace bastantes años y me olvidé de todo.

Regresé a la hora de la comida y pedí que la subieran a mi habitación, no quería otro episodio como el de la mañana, ya había tenido suficiente. Después me metí a bañar y me arreglé para la cena. Bajé y ya habían llegado los papás de Gastón y Rosa, los saludé y luego a mis tíos que también habían llegado recién, me puse a platicar con Federico, que estaba con sus bromas, como siempre. Al cabo de un rato, mi padre llamó la atención de los presentes parándose en medio de la sala.
– Bueno, como todos ustedes saben, la razón de esta pequeña e intima reunión es para anunciar oficialmente el compromiso matrimonial de mi hija menor Luciana con su prometido Gastón Hale, la boda será el diciembre próximo en nuestra casa de Miami, les pido que levanten sus copas y brindemos por la felicidad de esta joven pareja que pronto iniciarán un camino juntos, no será fácil, pero sé que el inmenso amor que se tienen les ayudará a superar los pequeños obstáculos que se les presenten en el camino, por mi hija y mi futuro yerno, ¡salud!

Todos levantamos nuestras copas y brindamos por ellos, Luciana no cabía de la felicidad y se levantó a abrazar a mi padre.

– Quiero hacer un anuncio también, a decir verdad, es una petición – volteó a verme – Pedro, me encantaría que tú fueras el padrino, ya mi amiga Renata ha aceptado ser la madrina.
– Claro que sí Luciana, nada me dará más gusto que ponerte la soga al cuello.

Nos reímos por mi comentario y Federico me dió una palmada en la espalda. Pasamos al comedor y mientras servían la cena, Renata le pidió a Luciana que relatara como Gastón le había pedido ser su esposa.

Mi hermana muy contenta lo contó a detalle, había sido en una cena romántica, con un pianista que amenizó con melodías de amor y después le pidió a ella que se sentará con él para tocarle una canción en exclusiva, luego le entregó una copa pidiéndole una propina pero lo que había al fondo era el anillo anudado a una nota que decía: Luciana Alfonso, ¿te quieres casar conmigo?, te amo profundamente y nada me daría más gusto que pasar el resto de mi vida a tu lado, Gastón. Todos se emocionaron y le pidieron que mostrara el anillo, ella levantó su mano y se los enseñó, después le dio un beso a él que también estaba muy emocionado.

Comimos entre anécdotas y consejos que les daban mis padres y los de Gastón, al término se hicieron grupitos para platicar. Yo me quedé en un rincón observando a mi familia, Federico y Rosa estaban abrazados sonriendo al igual que mis padres, Luciana y Gastón estaban en el sillón tomados de la mano, los padres de él estaban platicando animadamente con el tío Gabriel y su esposa. De pronto, una extraña sensación me recorrió y salí a la terraza con la copa en la mano.

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