miércoles, 11 de marzo de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 91

– La mayoría sí, casi nos sacaron con la escoba y como platicamos muy a gusto intercambiamos números de celular y mails, así que hemos seguido en contacto.
– Te gusta, ¿verdad? – dije recordando la escena de ellos viendo el partido de hockey.
– Es muy lindo y tenemos muchas cosas en común, pero no sé, necesita poner en orden su cabeza y su corazón… claro que yo no tengo prisa.

En eso, Luciana gritó que aventaría el ramo, yo no quería ir, pero Jennifer me jaló y nos paramos detrás junto con varias chicas que estaban emocionadas. Luciana estuvo jugando un rato a aventarlo hasta que lo hizo finalmente y le tocó a Jennifer que gritó entusiasmada, aunque la verdad yo no creía en esa tradición.
Poco después, Luciana y Gastón se despidieron, para partir a su luna de miel en las Bahamas, ella me abrazó fuertemente y después me tomó de las manos.
– Me voy muy feliz y no sólo porque me he casado con el hombre que amo, también porque en unos meses seré ¡tía!, pero más por saber que Pedro ha encontrado finalmente el amor y me alegra tanto, gracias Pau por este regalo.
– Gracias a tí por tus palabras, la verdad no sé qué decirte.
– No tienes que decirme nada, sólo ser feliz con mi hermano – me dio un beso en la mejilla, se separó y lo abrazó a él.

Después Pedro me abrazó y vimos como se iban en un hermoso carro convertible, que traía amarradas las tradicionales latas y el letrero que anunciaban que eran recién casados, Luciana mandó besos y se despidió levantando la mano, al igual que Gastón que luego puso el auto en marcha y se alejaron.
Estuvimos un rato más en la fiesta y cuando quedaban pocos invitados, Pedro tomó una botella de champagne, un par de copas y me tendió el brazo, yo le sonreí y se lo tomé. Caminamos por la playa y no muy lejos de la casa había como una especie de cama, con cuatro barrotes a los lados y un techo de donde colgaba un velo blanco. Nos sentamos ahí, Pedro destapó el champagne sirvió en ambas copas y me dió una.
– Por ti, por mí y por nuestro amor – dijo chocando mi copa.
– Por nosotros y porque nuestro amor dure toda la eternidad.
Nos bebimos el contenido de las copas, después dejó la botella y las copas en la arena. Se acercó a mí y me acostó, me acarició un brazo y yo le acaricié su rostro, suspiré y lo acerqué a mí para besarlo con pasión y amor, nuestras lenguas se entrelazaron, acariciándose suavemente, saboreándose. Pedro se colocó encima de mí, puso su mano sobre mi muslo y lo acarició, subiendo y bajando por debajo del vestido, luego rompió el beso para mordisquear mi cuello.
Me abrazó y se giró para que yo quedara encima de él, le sonreí y me enderecé, quedando hincada sobre él, con mis piernas a los costados, empecé a desabrochar su camisa y se la quite por completo, besé y lamí su torso perfecto, deteniéndome en sus pezones con los que jugueteé un buen rato, mientras miraba como su pecho subía y bajaba al ritmo de su acelerada respiración, bajé por su abdomen y volví a detenerme en su ombligo, sus jadeos se intensificaron. Me detuve y volví a enderezarme, bajé el cierre del vestido, él quiso ayudarme, pero le moví la cabeza negativamente, tomé sus manos y las puse a los lados de su cabeza y lo besé unos segundos para después volver a hincarme.
Bajé los tirantes del vestido y quedaron mis senos al descubierto, él subió sus manos y me los acarició mientras yo me soltaba el cabello. Lo detuve para despojarlo de su pantalón y su bóxer, me lamí los labios al ver su erección y mi corazón terminó por dispararse completamente, me quité el vestido y la ropa interior. Tomé su masculinidad entre mis manos, pero Pedro me pidió que me volteara para que él pudiera también besar mi parte más íntima, así que le obedecí.

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