sábado, 21 de marzo de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 120

Me dió la espalda y se agachó un poco, coloqué la punta de mi miembro en la entrada de su sexo y entré de un tirón, ella soltó un gritito y echó su cabeza hacia atrás y con una mano rodeó mi cuello en tanto yo embestía en ella con fuerza apretando sus senos. Gemía en su oreja y ella se movía junto conmigo logrando un roce delicioso. Me soltó el cuello y puso ambas manos sobre sus rodillas, yo la tomé por la cintura y seguí entrando y saliendo de su cuerpo con rapidez hasta que instantes después un grito escapó de su boca indicándome que había llegado al orgasmo, di unas estocadas más y yo llegué también.

Nos acomodamos las ropas en silencio, no sé porque, pero no quería mirarla. Me acerqué a uno de los contenedores y tiré el condón, ella me abrazó por atrás y metió una tarjeta al bolsillo de mi pantalón.

– Me llamo Jessica, llámame cuando quieras, me encantaste – dijo en mi oreja y me dio un mordisco en el lóbulo.

Entre de nuevo al bar y yo me quedé ahí parado unos minutos, saqué la tarjeta y la leí, era doctora, sonreí, sabía diagnosticar bien a sus pacientes y darles la cura que necesitaban. Rompí en dos la tarjeta y la tiré, no me interesaba volver a verla.

Regresé a la mesa y Jennifer me miró con reproche, yo la ignoré y me tomé el tequila, cuando pasó el mesero le pedí otro y así seguí hasta que perdí la cuenta de los que me bebí hasta que, de pronto, todo me empezó a dar vueltas, estaba en un estado medio, entre la conciencia y la inconsciencia, casi no sentía mi cuerpo y el piso mucho menos, estaba logrando olvidarme de mi patética vida amorosa, tenía años cerrándome a ese tema y cuando alguien, sin que yo pudiera evitarlo, hizo una pequeña abertura resultó que no valía la pena, merecido me lo tenía por haber jugado con otras mujeres.

No supe como salí de ahí ni mucho menos como le hizo Jennifer para meterme a su departamento, vivía en un tercer piso y en su edificio no había elevador. Cuando estuve vagamente consciente de mí, me encontraba abrazando el retrete y expulsando hasta lo que había comido la semana pasada. Como pude y con su ayuda me puse de pie, entonces ella me llevó a la regadera y abrió el agua fría mientras me regañaba peor que mi madre, yo ni le entendía lo que decía y mi cuerpo empezó a temblar.

– Jennifer no seas cruel, me va a dar pulmonía – dije entre castañeos de mis dientes.
– Pues, a ver si con eso se te baja la tremenda borrachera que traes, no puedo creerlo, Pedro, ni cuando eras adolescente te pusiste así.

Empezó a desabrocharme la camisa y la detuve mirándola con pánico, no sabía porque, pero siempre me había dado vergüenza que me viera desnudo.

– Ay, no te voy a violar, cálmate, además ni que fueras el primer hombre que vaya a ver desnudo, tienes lo mismo que todos.
– Yo puedo solo.
– Está bien, arréglatelas como puedas, todavía de que me preocupo por ti, voy por algo de ropa, ahí hay una toalla – me señaló.

Cuando Jennifer salió del baño abrí un poco el agua caliente y me desnudé, me quedé varios minutos ahí parado, sintiendo el agua tibia recorrer mi cuerpo. Luego de un rato cerré la llave, me sequé y salí con la toalla enredada en la cintura, sentía la cabeza pesadísima, con si trajera una losa encima y aún estaba mareado, en la cama vi un pants de hombre y unos bóxers.
– Eran de Chace, creo que te quedarán bien – explicó Jennifer.
– Gracias.
– Tómate el café que te deje en la mesa de noche.
– No quiero, necesito dormir.
– Pues tómatelo antes de dormir, dios, Pedro, ¿qué rayos te pasa?
– ¿Quieres dejar de regañarme ya?, por favor.

Le di unos sorbos al café, me supo horrible y no me lo terminé, me acosté en la cama y sentía que se movía, cuando Jennifer se acostó yo sentí que me hundía, cerré los ojos y después de un rato me quedé dormido. Cuando desperté una terrible sed me inundaba, tenía seca hasta la garganta y un ardor horrible en el estómago y ni que decir del dolor de cabeza, parecía que me iba a estallar en cualquier instante, me enderecé y todo me dio vueltas, no pude levantarme y volví a acostarme en la cama.

– Buenos días – dijo Jennifer entrando a la habitación con una charola en las manos.
– ¿Qué tienen de buenos?, me siento fatal.
– Y cómo no, con todo el tequila que te tomaste anoche, siéntate, necesitas comer algo.
– No tengo hambre, muero de sed.
– Lo sé, lo sé, ya te traigo algo que te aliviará.

Con dificultad me enderecé y Jennifer puso la charola en mis piernas, ella tan atenta como siempre, ayudándome y rescatándome cada que lo necesitaba. Vi que echo dos pastillas en un vaso medio lleno de agua y éste empezó a burbujear, me lo tomé de un solo trago y después me bebí todo el vaso de jugo de naranja y comencé a comerme la fruta, poco a poco, ella se sentó frente a mí.

– Ahora sí me puedes explicar por qué bebiste de esa manera.
– No cometí ningún delito y créeme que si fue así ya lo estoy pagando.
– ¿Qué te sucede Pedro?, tú no eres así, jamás habías abusado del alcohol.
– Nada, no me sucede nada, ¿ok?
– Claro y yo soy la primera dama de Estados Unidos… ¿acaso es por una mujer?

4 comentarios:

  1. Ayyyyy, qué lindos los 3 caps, está celoso jajajajajaja

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  2. Muy buenos capítulos! Pobre Pedro lo mal que le hizo ver a Pau con Facundo! Seguro ahora Jennifer lo obliga a contarle!

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  3. Jajajajajja flor de borrachera se hagarro pp , los celos !!

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  4. Buenisimos los 3!!! Pero por ser sábado podrías ser tan buena y regalarnos un par de capitulos más!!!!

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