miércoles, 11 de marzo de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 89

El chico inició con su trabajo, me recogió todo el cabello en un moderno chongo en el que se veían las ondas de mis cabellos, dejó algunos rizos colgando en ambos lados de la cara y el flequillo peinado de lado, después pasé con el maquillista y me sentí como una celebridad, me preguntó de qué color era mi vestido y le dije que azul, así que de ese color me maquilló los ojos, me miré al espejo cuando terminó y casi no me reconocí, vaya que sabían hacer bien su trabajo.
Mientras tanto peinaban a Rosa y maquillaban a Jennifer. Por su parte, Ana ayudaba a Luciana a ponerse el hermoso y moderno vestido blanco, diseñado por ella misma, una vez que lo tuvo puesto se sentó con sumo cuidado para que la peinaran y maquillaran, entonces fui a mi recámara para cambiarme de ropa.
Entré y estaba vacía, así que cuidadosamente me quité la polera y luego el pants, saqué mi vestido del enorme armario que parecía una recámara más y me lo puse al igual que mis sandalias, estaba mirándome al espejo cuando Pedro entró.
– Wow, voy a ser la envidia de toda la fiesta, te ves bellísima, corazón.
– Gracias – dije sonriéndole y dándome una vuelta, de pronto la triste historia vino a mi mente y lo abracé con todas mis fuerzas y le acaricié la espalda – gracias por dejarme entrar en tu vida.
– Las gracias debería de dártelas yo a ti, tú fuiste la que me llamó, ¿recuerdas?
– Sí, pero… – me quedé callada, no sabía si era buena idea que él supiera que Luciana me había contado sobre su primera novia – tú rompiste las reglas… ¿desde cuando Pedro?, necesito saberlo, por favor.
– Casi desde el principio, ¿recuerdas la noche en que llovió? – asentí con la cabeza – me quedé contigo hasta mucho después que amaneció, era mentira que no traía coche, si te lo dije fue porque no quería ilusionarte, yo mismo no quería ilusionarme, estaba muy confundido Pau y quizá rompí las reglas antes que tú.
– Te amo Pedro, creo que te amé desde el primer segundo que te vi.
– Creo que yo también, eres la única mujer con la que hecho el amor y, si me lo preguntas, no sabría decirte exactamente cuando sentí esa diferencia, así que como veras, definitivamente el agradecido de que hayas entrado a mi vida soy yo – me beso tiernamente los labios – ahora tengo que cambiarme, nos toca recibir a los invitados.
– ¡Qué nervios! – Relájate, te ves preciosa, impresionarás a todos, ya verás.

Cuando ví el color de su camisa me quedé sorprendida, era azul, del mismo tono que mi vestido, cuando se lo hice notar me dijo que estábamos en sincronía y me guiñó un ojo. Bajamos y salimos a la terraza, ya había algunos invitados que platicaban con Federico y Rosa. Más tarde Pedro me presentó a sus tíos Gabriel, Roberto y Marcus, hermanos de Horacio, muy serios ellos, por cierto.
A las seis en punto nos colocamos en nuestros respectivos lugares, todos los Alfonso en primera fila, Jennifer y su hermano detrás de nosotros y del otro lado los papás de Gastón. Calculé que serían unos 200 invitados. El sacerdote ya se encontraba en el altar y Gastón también, visiblemente contento y nervioso. La melodía empezó a sonar y entraron las damas, con vestidos color lila y una cinta rosa en la cintura, cuando llegaron a su lugar Luciana hizo su aparición, del brazo de Horacio , comenzaron a caminar por el pasillo, ambos con una gran sonrisa. Al llegar al altar, Horacio entregó la mano de Luciana a Gastón que la recibió gustoso y se pararon frente al padre que dio inicio a la ceremonia. Dijeron sus votos emocionados y después Pedro y la madrina les colocaron el lazo. Al terminar, Luciana y Gastón se dieron un dulce beso y después caminaron por el pasillo mientras les aventaban pétalos de margaritas.

Pasamos al salón, una pequeña banda de cuatro músicos amenizaba con melodías suaves, todos empezaron a tomar sus lugares, Luciana y Gastón en la mesa de honor, uno de los músicos les pidió que pasaran a bailar su primera pieza como el matrimonio Hale y todos les aplaudimos, Pedro me tomó la mano por debajo de la mesa y me sonrió, estaba tan feliz por su hermana. Los músicos siguieron tocando, algunos se pararon a bailar y un par de horas después sirvieron la cena. En cuanto terminamos de comer, anunciaron que era momento de las palabras del padrino y Pedro se puso de pie.

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