martes, 31 de marzo de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 157

– Vaya, veo que hoy sí viniste acompañado, pensé que esta vez sí se me haría.
– Pues no, ya es mi novia y por supuesto que tenía que acompañarme – dije serio.
– ¿Así que por esa me rechazaste?, pensé que tenías mejores gustos, es tan insignificante.
– Retira lo que dijiste, no me hagas olvidar que eres mujer y que eres amiga de Luciana, no te voy a permitir que la insultes, ella vale mucho más que tú, no es una… buscona.
– Vaya, sí que te tiene comiendo de su mano, no es pecado expresar una opinión.
– Lo es cuando se trata de un muy mal comentario sobre la mujer que amo.
– Sí que es afortunada, la defiendes con tanto ahínco.
– Porque la amo, pero, no espero que tú entiendas eso, no sabes lo que significa.

Me miró con rabia y en eso vi entrar a Jennifer con su hermano así que fui a su encuentro a saludarlos, le dije a ella que subiera a la habitación de Luciana y de inmediato lo hizo. Entonces, me puse a platicar con el tío Gabriel y le comenté que al fin había encontrado a la mujer que él alguna vez me había descrito y me dijo que le daba mucho gusto y que ya quería conocerla.

Luego de un largo rato de platicar con él subí a mi habitación para cambiarme y ahí estaba Pau ya lista. Le hice saber lo preciosa que se veía y me lo agradeció al igual que el dejarla entrar a mi vida, no entendí porque me decía eso ni la manera en la que me abrazó, así que le respondí que el agradecido era yo y me cuestionó desde cuando había roto las reglas y le dije la verdad, incluso le confesé que le había mentido el día que había llovido y le di mis razones para hacerlo. Me dijo que me amaba, quizá desde el primer instante en el que me vió y le contesté que al parecer yo también.

Minutos más tarde bajamos a la terraza, recibimos a varias personas y después se la presenté a mis tíos. Luego nos acomodamos en nuestros respectivos lugares y la boda dio inicio, en el momento indicado le coloqué el lazo a mi hermana, quien irradiaba felicidad a kilómetros a la redonda. Al término de la ceremonia nos dirigimos al salón; platicamos, bebimos, comimos y di mi discurso, se me había dificultado hacerlo, pero ahora, al tener a Pau ahí conmigo, todo se me aclaró y dije las primeras palabras que me salieron del corazón y que fueron muy bien recibidas porque todo mundo aplaudió emocionado y la expresión en el rostro de Luciana era grandiosa. Luego le propuse a Pau  que bailáramos y se dejó llevar. Más tarde bailé con mi madre, con mi hermana y con Jennifer que se veía ilusionada, supuse que había conocido a alguien, pero lo negó.
Llegó la hora de aventar la liga de la novia y lo que nunca, me acerqué, yo no creía en esas tradiciones y jamás me había llamado la atención participar, sin embargo, sentí el impulso de hacerlo esta vez, algo que no creí sentir algún día me había sucedido, la ilusión de casarme. La liga le tocó a un amigo de Luciana que la presumió. Después fue el turno de las mujeres para agarrar el ramo y le tocó a Jennifer que se entusiasmó sobremanera, ahí confirmé que sí había conocido a alguien.

– Gracias por el discurso y por la canción Pedro – dijo Luciana abrazándome.
– No tienes nada que agradecer duendecillo, fue de corazón.
– Y sé muy bien quien fue tu musa, me alegra muchísimo que al fin hayas abierto tu corazón, sobre todo a alguien como Pau que se ve que te ama.
– Lo sé, te quiero mucho hermanita, diviértete, en verdad te deseo lo mejor.
– Yo también te quiero mucho, gracias por todo, nos vemos en Navidad.

Abracé a Pau mientras Luciana y Gastón  partían rumbo a su luna de miel. La fiesta continuó otro rato y después tomé una botella, un par de copas y la mano de Pau, caminamos a la playa, al pequeño recinto que teníamos para descansar y tomar un poco de sol. Brindamos y luego nos amamos de manera celestial, experimentando una nueva forma, recorriendo nuestros cuerpos con múltiples besos y caricias, repitiendo nuestros nombres, gimiendo, disfrutando no sólo del momento, sino del ambiente, de la luz de la luna, del sonido del mar, del aroma de la playa que se mezclaba con el del sexo y después colapsamos juntos una vez más.

Le comenté que faltaba poco para que amaneciera, así que después de vestirnos nos sentamos a la orilla del mar para presenciar ese magnífico hecho que jamás había apreciado como esta vez, con la dueña de mi corazón entre mis brazos luego de haberla amado de forma tan gloriosa. Me percaté que se quedó dormida, me levanté con sumo cuidado y la cargué hasta la habitación, la dejé cuidadosamente en la cama y me acosté a su lado, durmiéndome casi de inmediato.

Otra vez desperté antes que ella, bajé a la cocina y le preparé el desayuno, aunque por la hora que era, más bien debía llamarlo almuerzo. Tomé una rosa del arreglo que había en la mesa del comedor y en las escaleras me topé con mis papás que ya regresaban a Seattle, vi como mi madre se conmovía ante mi gesto para con Pau, mi padre me palmeó y me dijo que la invitara a pasar las fiestas de diciembre con nosotros, les dí un beso a ambos y terminé de subir.

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