miércoles, 4 de marzo de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 69

Y se fue, yo sentí que estaba a punto de desmayarme, si había despedido a Geraldine por el escándalo en un centro comercial, ¿que podía esperar yo si me había pillado en mi oficina en un acto poco decoroso? Ví que Pedro se asomó y luego de unos segundos volvió a entrar y cerró la puerta, supuse que lo vió entrar al ascensor, yo seguía paralizada y él hizo a un lado al oso y luego se paró frente a mí.
– ¿En qué estábamos? – dijo sonriéndome mientras me abrazaba.
– Pedro, basta por favor, puede regresar, además todavía hay otras personas trabajando – repliqué poniendo mis manos sobre su pecho.
– Tú lo has dicho, trabajando y no creo que tu jefe regrese – me dió unos besos en el cuello – además tú y yo no hemos terminado de reconciliarnos y no puedo esperar – agregó apretando mis nalgas con sus manos.
– Tengo que terminar unos pendientes – respondí acariciando su pecho. – Este es el más importante, todo lo demás puede esperar.
Volvimos a besarnos desesperadamente, la interrupción hizo que las ansias aumentaran. Me hizo caminar mientras nuestras bocas seguían unidas y yo desabrochaba presurosa los botones de su camisa, sentí que mi espalda chocaba con la puerta, entonces comencé a besar su torso en tanto él deslizaba sus manos por debajo de la falda para quitar mi ropa interior, yo desabroché velozmente su cinturón y su pantalón, deseosa de sentirlo ya dentro.
Levanté los pies para deshacerme por completo de la prenda que estorbaba y él subió la falda casi hasta la cintura, me tomó de las nalgas para que lo rodeara con mis piernas y entró en mí, me mordí el labio para que el grito no se me escapara y apreté sus hombros, él comenzó a moverse con rapidez, era demasiado intenso el deseo como para hacerlo lento, sentía mi cuerpo arder en cada movimiento, lo sujetaba fuertemente de la espalda mientras me perdía en el inmenso placer que estaba sintiendo. Buscó mi boca y me besó ansiosamente, después de unos instantes rompió el beso, pero nuestros labios permanecieron unidos y sentimos como ambos llegábamos al orgasmo exhalando el uno en el otro mientras yo lo apretaba de la espalda, volvió a besarme saliendo de mí y yo bajé mis piernas.
– Esto sí es una muy grata reconciliación completa, voy a hacerte enojar más seguido – dijo mirándome a los ojos con mi rostro entre sus manos.
– No te acostumbres, quizá la próxima vez no corras con tanta suerte.
– Te quiero Pau, te quiero – dijo en mis labios desarmándome completamente.
– Yo también te quiero Pedro– respondí con voz apenas audible sin quitarle mi vista de sus ojos y volvimos a besarnos.
Después nos abrazamos con fuerza sin decir nada, pero yo tenía la sonrisa estúpida tatuada en mi cara, no sólo habíamos hecho el amor, porque en esta ocasión así había sido, no sólo sexo, me había dicho que me quería y mi corazón no podía sentirse más dichoso, pero de pronto, un detalle cruzó por mi mente y me separé para mirarlo, él notó mi confusión y también me miró desconcertado.

– ¿Qué sucede corazón?
– Pedro – pasé saliva – tú no… esta vez no usaste protección.
– Ya no tengo porque hacerlo, las cosas han cambiado, nos queremos, ya no es necesario – respondió frotando su nariz en la mía.
– Pero… – no pude completar la frase, esa idea me aterraba sólo de pensarla.
– ¿Existe algún riesgo? – preguntó separándose un poco para verme a los ojos.
– No, hoy no – dije no muy segura, necesitaba hacer bien las cuentas.
– Ya quita esa cara, si te tranquiliza seguiré usando, ¿ok?
– Ok, sólo cuando haya riesgo – respondí sonriéndole mientras pensaba en que tenía que buscar algún método anticonceptivo para mí.
– Lo que tú digas corazón, yo haré lo que tú me pidas – me dió otro corto beso en los labios y luego me abrazó de nuevo.
– Bueno, por el momento dejarme trabajar, tengo que terminar unos asuntos urgentes, no puedo irme hasta que los acabe – dije separándome.
– Bien, me quedaré contigo, al fin que todo mundo piensa que sigo en Europa – respondió mientras se arreglaba la ropa.
– ¿En serio no tendrás problemas por venir así de improviso? – pregunté en tanto me colocaba mi ropa interior y acomodaba mi falda.
– No, pero tengo que reportarme. – ¿Cuando regresarás? – pregunté casi con pánico, ahora lo extrañaría mucho más.
– Pasado mañana, quería quedarme hasta el domingo, pero me es imposible, el viernes tengo una cena a la que no puedo faltar, es el cumpleaños de uno de los socios y podrá disculparme el que no haya ido a la junta, pero no el que falte a su festejo y también Luciana irá a visitarme porque habrá una pequeña boutique en el hotel y quiere ver el espacio, llega el sábado por la tarde.
– No te preocupes, yo entiendo que tienes una vida y muchos asuntos que atender – dije caminando para sentarme en mi silla.
– Pau, yo no te voy a dejar sola, ¿ok? – exclamó tomándome de un brazo para que volteara – siempre he sabido administrar mi tiempo y debes creerme cuando te digo que nada es más importante que tú – añadió entrelazando ambas manos con las mías – nunca, grábatelo bien, nunca mis negocios han estado por encima de las personas que quiero, tengo todo planeado y organizado para poder pasar el fin de semana entero en Miami para la boda de Luciana, a la que tú me vas a acompañar, por cierto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario