domingo, 15 de marzo de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 103

Y así comenzaron mis aventuras en aquel club, que yo preferí llamarle sociedad secreta, incluso secta por eso de las reglas, las cuales fui dominando hasta volverme un experto, y sí, me llegué a topar con alguna modelo famosa, hasta una artista de televisión me toco en una ocasión. Entonces, poco a poco fui volviéndome más frío en los encuentros, probé varias y muy variadas mujeres, con fantasías diferentes, aprendí y mejoré varias técnicas en el arte del sexo.

En cuanto a mi vida familiar, mi padre me pidió que me asociara con él en su fundación y acepté de inmediato. Visité a Luciana tres veces mientras estudiaba en París, dos de ellas haciéndole compañía a Gastón y asegurándome bien que durmiera en su cuarto del hotel, aunque se me llegaron a escapar juntos algunas veces, por supuesto, eso yo se los hacía creer a ellos, sabía bien que necesitaban privacidad y que estaban completamente enamorados, además, Gastón era un chico bien portado que estudiaba música y que moría por mi hermana, estaba seguro que jamás haría algo para dañarla.

También acompañé a Jennifer cuando se mudó a Nueva Jersey, donde por cierto, me enteré que estaban rematando un viejo hotel de la ciudad porque el dueño había hecho un mal negocio que lo había dejado en bancarrota, así que solicité un préstamo y lo adquirí para remodelarlo, fue mi primera gran inversión y con el tiempo me compré un departamento en esa ciudad, lo cual hizo inmensamente feliz a Jennifer, porque ya no estaría tan sola, aunque al poco tiempo de mudarse empezó a andar con un chico que conoció en el metro y no tardaron en vivir juntos.

Seguí con mis inversiones, rescatando viejos hoteles para remodelarlos, adquirí un departamento cercano a la casa de mis padres en Seattle y con el tiempo una pequeña casa en Las Vegas, ya que me gustaba ir a apostar de vez en cuando. Y el tiempo siguió su curso, hasta que un día algo inesperado sucedió que le dio un giro a mi vida de 180°.
Era un martes cualquiera del mes de septiembre, al menos eso creía yo en ese momento. Salí de una junta casi interminable, tenía el tiempo justo para ir a dejar mi auto al departamento, tomar mi maleta y dirigirme al aeropuerto. El tráfico estaba imposible, había habido un accidente de tres coches y bloqueaban dos carriles de la avenida, yo miraba desesperado el reloj, cuando finalmente llegamos, le pagué al taxista y le dije que guardara el cambio. Corrí por los pasillos del aeropuerto y al llegar al mostrador me dijeron que el avión estaba por despegar y que ya no podía abordar. Suspiré frustrado, no me quedaba más que comprar un boleto para otro día, en eso estaba cuando mi blackberry sonó.

– Hola papá – respondí al reconocer su número.
– Hola hijo, ¿cómo estás?
– Bien, ¿y tú?
– También, hijo te llamo para pedirte un favor, ¿sigues en Nueva Jersey?
– Sí, perdí el avión y creo que no hay vuelos para mañana, ¿qué necesitas?
– ¿Recuerdas a Jane?, una de las chicas que ayudamos en la fundación, que tiene cáncer de estómago en fase terminal.
– Sí, es una chica de veinte años, ¿no?, de origen italiano.
– La misma, ¿sabes?, nunca ha viajado y tiene la ilusión de estar hospedada en un hotel de lujo, en una habitación con jacuzzi y pensé que podríamos hacerle realidad ese sueño en su ciudad natal y ese es el favor que quiero pedirte, que le consigas una habitación en el Rose Imperial por unos días para ella, su mamá y su enfermera.
– Por supuesto papá, pásame su dirección y yo mismo paso por ellas para llevarlas.
– Gracias Pedro, ahora te la envío por mensaje.
– No tienes nada que agradecer, sabes que me gusta apoyar en lo que se pueda, ahora mismo llamo para reservar una suite.
– Ok, y entonces, ¿cuándo vienes?
– Yo creo que hasta el fin de semana, quería tomarme unos días libres, pero ya que perdí el avión aprovecharé para visitar a Jane y hacer otras cosas.
– Bueno, cuídate mucho hijo y de nuevo gracias.
– Ni lo menciones, salúdame a mi mamá y dile que los veo el viernes.
– Hasta el viernes, entonces.

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