lunes, 16 de marzo de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 104

Salí del aeropuerto, tomé un taxi y le dí la dirección de mi departamento. Llamé al hotel y pedí que reservaran una de las suites presidenciales a nombre de Jane Vega y les dije que yo cubriría los gastos. Recibí el mensaje de mi padre con la dirección de ella y después de pasar por mi auto me dirigí hacia allá.

Su mamá me abrió la puerta, me recibió con un gran abrazo, mi padre ya le había llamado por teléfono para darle la noticia, me dijo que éramos unos ángeles y yo le sonreí, mi padre sí lo era y, en dado caso que yo lo fuera, tenía las alas quemadas. Terminé por entrar a la casa y saludé a Jane que estaba sentada en el sofá, con una sonrisa en su pálida cara y la cabeza cubierta por un turbante para cubrir la calvicie a causa de las quimioterapias, le dí un abrazo y la ayudé a levantarse. La encaminé al auto y después de que subió, me regresé por las dos maletas y las metí a la cajuela, en tanto su mamá y su enfermera subían también.

Me puse en marcha y manejé a una velocidad bastante lenta para mi gusto, normal para la mayoría de la gente y minutos después me encontraba estacionándome frente al Rose Imperial, de inmediato nos abrieron las puertas del auto para bajar, saqué las maletas y el botones las metió al lobby. Yo mismo me dirigí a la recepción por la tarjeta de la habitación y las acompañé hasta ahí, volvieron a agradecerme el gesto y les prometí que regresaría a verlas los días que estuvieran ahí.

Salí del ascensor y saqué mi blackberry para llamar a Jennifer, le pregunté que si estaba disponible para cenar y me dijo que sí, que justo estaba a dos cuadras del hotel, así que entré al restaurante y la esperé en la mesa de siempre. La noté algo extraña cuando entró y me saludó, me sonrió, pero sus ojos lucían apagados.

– ¿Otra vez discutiste con Chace? – pregunté mientras le arrimaba la silla para que se sentará.
– No… bueno, sí, dice que el negocio va mal, que hay perdidas en lugar de ganancias – suspiró frustrada – cada vez está más frío conmigo, hace meses que no me toca Pedro, siempre está cansado, tiene sueño, se siente agripado, llega en la madrugada… casi estoy segura que anda con alguien más.
– ¿Y qué esperas para botarlo Jennifer?, el tipo es un abusivo, está viviendo en tu departamento, tú fuiste la que puso el capital para la cafetería y el desgraciado todavía se atreve a cometer la canallada de estarte engañando, no hay pérdidas en el negocio, hay desvió de fondos, que es muy diferente, seguro se está gastando el dinero con ella.
– No es seguro Pedro, sólo son sospechas mías – se llevó una mano a cabeza y la deslizó por su cabello para luego recargar su mentón en ella – lo mandé investigar.
– ¿Qué hiciste qué? – pregunté sorprendido.
– Lo que oíste, contraté un detective para que lo siguiera y en esta semana me entrega su reporte.
– Y sigues invirtiendo dinero en él – le reproché moviendo la cabeza negativamente.
– Pedro, por favor, hablemos de otra cosa, ¿sí?, necesito distraerme y no deprimirme más.
Pedimos la cena y le estuve platicando de la junta de en la mañana. Jennifer casi se había vuelto experta en negocios a causa de mis platicas que escuchaba sin chistar y hasta me hacía preguntas, incluso me acompañaba a algunas cenas importantes. Dos horas se pasaron volando y luego la acompañé al estacionamiento, le di un gran abrazo y una vez que arrancó su auto caminé hacia el mío.

Acababa de quitarle la alarma cuando el otro celular sonó, lo saqué del saco y era un número que no tenía registrado, seguro se trataba de una chica nueva, la verdad no tenía muchas ganas de responder, pero había sido un día agotador y sería una buena forma de liberar el estrés, así que finalmente sí lo hice.

– Hola – dije y me respondió el silencio, pero pude escuchar perfectamente su respiración, un tanto agitada y sonreí.
– Hola – lo intenté una vez más, acentuando la sensualidad.
– ¿Estás libre esta noche? – soltó de forma arrebatada, nerviosa, casi pude jurar que se había mordido el labio inferior.
– Sí, ¿en dónde nos vemos? – respondí mientras se me escapaba una sonrisa por su actitud poco común.
– No lo sé, tú dime – no era la respuesta que esperaba, siempre me indicaban un sitio.
– ¿Te queda cerca el Hotel Rose Imperial? – ya estaba yo ahí y siempre tenía una habitación exclusiva para mí, aunque jamás la había usado para ese fin.
– Como a veinte minutos – dijo titubeante.
– Te veo en el lobby en media hora, ¿te parece bien? – propuse mientras caminaba hacia ahí.
– Sí, claro.
– ¿Cómo te reconozco?
– Mido como 1.60, cabello largo castaño y ondulado, ojos café oscuro, piel blanca y traigo un vestido negro asimétrico de manga corta, que me llega debajo de la rodilla, y yo, ¿cómo te reconozco a ti? – comprobé que en definitiva era nueva en esto, me dio demasiados detalles que jamás me daban.
– Simplemente lo sabrás, en media hora te veo – contesté y le colgué.

Volví a ponerle la alarma a mi auto y en tanto caminaba a los elevadores pensaba en lo nada común que había sido esa llamada, la actitud de la chica, sus preguntas y sus respuestas, no había sido la típica mujer seductora, quizá ese era su juego. Caminé a la recepción y pedí la tarjeta, luego me senté en uno de los sillones del lobby y tomé un periódico, había algo extraño ahí, así que la miraría y ya después decidiría si me acercaba a ella o no.

Aproximadamente 25 minutos después cruzó la puerta, la descripción encajaba perfecto, pero jamás me dijo lo linda que era, estaba discretamente maquillada, nada presuntuosa, encima del vestido traía un abrigo negro sencillo y se veía sumamente nerviosa. Me dediqué a observarla unos minutos, jugaba con sus manos mientras recorría el lobby de un lado a otro, sin notar mi presencia, miraba al suelo, dudosa, me hubiera encantado saber lo que cruzaba por su mente, entonces decidí acercarme.

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