sábado, 28 de marzo de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 145

– ¿Ahora entiendes lo que yo siento al pensar que Facundo pueda tocarte?
– No es lo mismo, él es mi novio.
– A eso precisamente me refiero, ustedes han hecho el amor, sé que suena trillado, pero es la verdad, yo sólo he tenido sexo con esas mujeres, ninguna se había significado nada – ella me había hecho conocer esa diferencia – hasta que tú apareciste una noche y me cambiaste la perspectiva de todo – agregué.
– ¿Entonces no soy una más?
– ¿Y todavía lo preguntas?, jamás había roto las reglas Pau, sabía perfectamente que esas mujeres estaban con otros de la misma forma que conmigo, así que ninguna valía la pena, pero contigo fue muy diferente, por eso no te dije la última regla, desde un principio supe que no le darías mi teléfono a nadie, así que no era necesario decirla.
– ¿Y ahora qué va a pasar?
– Lo que tenga que pasar, lo único que debes saber es que no dejaré que salgas de mi vida – la quería para mí – y espero que el que salga y pronto de la tuya sea él, no quiero compartirte con nadie – guardé silencio unos segundos – y menos con él – que era un bastardo mentiroso.
– ¿Por qué lo dices de esa forma?, ¿tú sabes algo de Facundo que yo desconozca?
– No, me gustaría para que de una vez por todas lo dejaras, pero no sé nada, mejor olvidémonos de él y aprovechemos estas horas juntos.

Por supuesto que le conocía el historial al tipo, pero no consideré que fuera buena idea el que precisamente fuera yo quien se lo dijera, los unía una amistad de años y aunque me doliera, Pau le tenía un gran cariño y no sabía si me creería, tal vez pensaría que lo estaba inventando por mis celos, lo único que me quedaba era esperar a que ella se diera cuenta, él no era demasiado discreto que digamos y estaba seguro que en cualquier momento cometería un error.

Comenzó la seducción a través de los platos, el jabón y nuestras manos rozándose, yo pegaba mi cuerpo al de ella que reaccionaba de la misma manera provocando que la excitación se hiciera presente y aumentara vertiginosamente. La acaricié con las manos mojadas y sentí como se estremeció, me fascinaban todas y cada una de sus reacciones, que se dejara llevar, que nos permitiera experimentar otras formas de entregarnos, sin importar la hora ni el lugar.

La llevé a la mesa y le hice el amor por segunda vez en ese día, es que jamás me cansaría de su cuerpo, al contrario, con cada ocasión la deseaba con mayor fuerza, sus besos me embriagaban, su aroma me enloquecía, la textura de su piel me encantaba y sus gemidos era una deliciosa melodía, yo se los provocaba y sabía que era el único que podía hacerla sentir así, en las nubes, en el paraíso mismo donde ambos nos elevábamos cada vez que nuestros cuerpos se fundían.
Alcancé a taparle la boca para apagar un poco su grito al alcanzar el éxtasis total que logramos juntos. Volví a besarla mientras ella me acariciaba, luego la abracé con fuerza, como si quisiera que nos volviéramos uno solo y después le acaricié sus mejillas al tiempo que frotaba mi nariz con la suya, algo que jamás había hecho con nadie.

– ¿Qué me hiciste Pau?, que me tienes todo hipnotizado.
– Lo mismo que tú me hiciste a mí, porque yo estoy igual que tú.

Esa frase me confirmaba que ella sentía lo mismo que yo y era lo mejor que me había pasado en la vida, ella había sido la única en abrirse paso en mi corazón y yo también había logrado entrar al de ella, sin lugar a dudas nos pertenecíamos y era algo realmente supremo.

El momento mágico se rompió cuando alguien encendió la luz de la sala, rápidamente me subí el bóxer y el pantalón, mi corazón se aceleró, pero esta vez de nervios y pánico, si era Facundo definitivamente se desencadenaría una tremenda riña, su orgullo de macho estaría completamente herido al descubrir que su novia hacía el amor con alguien más, alguien que fingía ser su amigo. Afortunadamente fue Jennifer la que entró a la cocina y entonces volví a respirar tranquilo, tomó la situación con humor y le aclaró a Pau que no tenía de que preocuparse y le confirmó que entre ella y yo sólo había una gran amistad.

Pau estaba sumamente avergonzada, pero le expliqué que no habría ningún problema con Jennifer, entonces decidió ir a acostarse, le rogué que se quedara conmigo, pero no aceptó, sus argumentos eran válidos y corroboré lo que ya había pensando, ella no quería que su reputación quedara manchada ni quería herirlo tampoco, entonces la hice prometerme que lo dejaría lo más pronto que pudiera y la dejé ir, aunque el hueco que sentí en el pecho fue inmenso.

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