miércoles, 18 de marzo de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 109

Salimos del ascensor y caminamos unos metros para llegar a la habitación, me sorprendió gratamente cuando al entrar y encender la luz ella tomó la iniciativa y me acorraló contra la puerta para besarme desesperada, le respondí de igual manera, mi lengua se entrelazaba con la de ella en una lucha sin tregua, frotándose, sintiéndose, en tanto mis manos desabrochaban el estorboso abrigo que dejé caer al suelo segundos después, la separé un poco para mirarla y me quedé perplejo, traía un provocativo vestido rojo de tirantes que acentuaba el color de su blanca piel y mi excitación aumentó, ella se había arreglado para mí.

– Wow… ese vestido sí que te queda bien, muy bien.
– ¿En verdad? – preguntó y se dio una vuelta coquetamente
– Por supuesto, aunque a decir verdad, se verá mejor en el suelo.

Me gustaba esa combinación en ella, de niña tímida y mujer fatal. Me complacía ser yo quien sacara en ella esa parte sensual que no mostraba en público, no se hubiera puesto el abrigo si lo hiciera.

La tomé por la cintura y mi lengua recorrió su oreja exhalando en ella, sentí como se doblaba su cuerpo y me sujetaba por los codos, fui lamiendo hasta llegar a su cuello que besé en tanto bajaba los tirantes del vestido hasta llegar a sus senos que acaricié sobre la tela, después le besé la parte de éstos que sobresalía, luego ella tomó mi cara y me besó frenética, deslicé una de mis manos por debajo de la ropa y noté que traía tanga esta vez, así que masajeé su nalga. Después de romper el beso lamió mi cuello.

– Quiero sentirte dentro de mí – musitó en mi oído acariciando mi miembro ya erecto y después desabrochó con rapidez mi pantalón y liberó mi erección.

Mientras me ponía el condón, ella se tumbó en la cama y se deshizo de su tanga al tiempo que yo lo hacía de mi pantalón, me coloqué encima subiendo su vestido para entrar en ella que gritó al sentirme, comencé con el movimiento haciéndola mía, haciéndola vibrar en tanto ella me quitaba la camisa y acariciaba mi pecho.
Gemí en su oreja, quería que estuviera segura de lo que me hacía sentir, de cómo disfrutaba tenerla entre mis brazos e inundar su cuerpo con el mío, sentí como deslizaba sus manos por mi espalda hasta mis nalgas que empujaba para que llegará más profundo en ella, volví a besarla y mordí sus labios, quería comérmela, ella rompió el intenso beso y gritó de manera deliciosa mientras llegaba al orgasmo y su cuerpo se estremecía, no puede evitar reírme, me llenaba de un gozo incomparable ser yo el responsable de ese grito.

– Sshhh, van a pensar que te estoy matando – dije sobre sus labios abiertos.
– Y lo estás haciendo… de placer – respondió mirándome a los ojos.

Me senté en la cama, recargado en la cabecera en tanto ella se quitaba el vestido, revelándome la desnudez de su cuerpo perfecto, se sentó sobre mí, rozando exquisitamente su sexo con el mío, lamiendo y mordisqueando mi oreja en tanto presionaba mis pezones con sus dedos. La levanté un poco, a pesar de estar disfrutando del roce de nuestros sexos, quería estar de nuevo dentro de ella.

Me encantó que tomara la iniciativa y fuera ella quien se lo introducía, comenzó a moverse lentamente, gimiendo, le solté el cabello y ella se lo acomodó sobre sus hombros de una forma tan increíblemente sensual mientras yo le acariciaba sus muslos y ella se movía a su ritmo, poniendo sus manos sobre mis hombros. Nos miramos a los ojos y eso fue el aliciente que me faltaba para alcanzar el orgasmo en tanto le apretaba sus nalgas y gritaba por la intensa sensación. Calló mi grito besándome mientras ella terminaba también.

Suspiró y la miré confundido, no sé porque pero quería saber lo que pensaba en ese momento, me inquietaba su actitud. Me cuestionó si ya me marchaba y cuando le dije que no me comentó que quería hacerme una pregunta, el rubor inundó sus mejillas, ¿cómo podía darle vergüenza hacerme una simple pregunta, cualquiera que fuera, después de haberme entregado su cuerpo?

No pude evitar reírme cuando finalmente me hizo saber lo que le inquietaba de mí, ¿cómo era posible que pensara que me prostituía?, entonces terminé por comprender que ella ignoraba toda la cuestión de la sociedad, simplemente alguien le había dado mi teléfono sin darle ninguna explicación y rompiendo la cuarta regla.

– No soy un gigoló, si es lo que piensas, esto es sólo placer para ambos y créeme, no hay dinero suficiente para retribuirlo – le expliqué levantándome de la cama para buscar otro condón.

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