miércoles, 11 de marzo de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 86

Pedro movió la cabeza negativamente y seguimos caminando, yo ni siquiera quise voltear cuando pasé al lado de Federico que bajó las escaleras.
– Que vergüenza. – No te preocupes corazón, ignóralo como yo.
– No podré mirarlo a los ojos mañana.
– Pau, no quiero que vuelvas a decir eso, no tienes nada de que avergonzarte, eres mi novia y ya te dije que no estábamos haciendo nada malo.
– No, pero, es tu casa y siento que le hemos faltado al respeto.
– Tranquila corazón, créeme que Federico y Rosa también tienen su historia y no nada más en esta casa, una vez los pillé en la biblioteca en la de Seattle.
– No quiero detalles, por favor.
– Ok, sólo te lo digo para que no te alarmes.
– ¿Así que eso de exponerse a que los descubran viene de familia?
– Creo que sí, al menos del lado masculino, nunca he pillado a Luciana y más le valía.
– Ay, tu lado machista tenía que aflorar – dije moviendo la cabeza negativamente.
– No es eso, es obvio que ya lo ha hecho con Gastón, pero, de aceptarlo a verlo – se sacudió como si le hubieran dado escalofríos – es mi hermanita.
– Típico – exclamé mirando hacia el techo y él me abrazó y me besó la mejilla.
Abrí los ojos con dificultad cuando sentí los tibios rayos del sol tocar mi espalda desnuda y me encontré con la imagen más hermosa frente a mí que me hizo despertar por completo, Pedro con su cabello revuelto estaba acostado de lado mirándome y, al darse cuenta de que ya estaba despierta, me sonrió y acarició mi mejilla.
– Buenos días, corazón – dijo y me dio un tierno beso en los labios.
– Buenos días, mi amor – respondí en sus labios sonriéndole.
– Me encanta como suena eso.
– ¿Hace mucho que despertaste? – pregunté mientras le acariciaba su mejilla.
– Como diez minutos, te ves tan hermosa dormida, tan pacífica.
– Tú me das esa paz – aseguré acariciando ahora sus labios
– ¿qué hora es?
– 8:15 – respondió y luego besó mis dedos.
– Hora de levantarse.
– Sí, ¿quieres bañarte primero?
– Estaba pensando que… podríamos bañarnos los dos.
– Esa idea me fascina.
Nos levantamos y entramos al baño, nos lavamos los dientes. Después dejamos correr el agua de la regadera y mientras salía caliente nos besamos, luego nos colocamos debajo de ésta y nos enjabonamos el cabello mutuamente, él a mí y yo a él, nos enjuagamos y luego él tomó la esponja y comenzó a restregarme la espalda, bajó a mis piernas, me giré y me lavó los senos, el abdomen y los brazos, posteriormente yo hice lo mismo con él. Una vez que terminamos nos abrazamos y nos besamos bajo el chorro de agua tibia, la sensación era maravillosa, excitante, pero sabía que nos esperaban y no intenté nada más ni él tampoco. Cerré la llave, él tomó una toalla, me secó, y luego yo a él también.

Salimos y nos vestimos, yo me puse una polera ligera y un pants, él también una polera y un short. Me cepilló el cabello y yo a él, sin decirnos nada, era un momento mágico en el cual las palabras salían sobrando. Cuando terminamos bajamos con las manos entrelazadas. En el comedor estaba toda la familia y me enterneció tanto ver que Federico le estaba dando fruta a Rosa en la boca, quien estaba encantada de que su marido la consintiera.

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