miércoles, 11 de marzo de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 90

– Buenas noches a todos, es para mí un gran honor dirigirme a ustedes, Luciana y Gastón, es un poco difícil para mí ver a mi hermanita como toda una mujer casada, todavía la recuerdo brincando por toda la casa usando coletas y calcetas, pero el tiempo pasa y el amor tocó a su puerta y me da muchísimo gusto que haya sido de un chico ejemplar como lo es Gastón, bienvenido a la familia. Bien, tenía preparado un largo discurso, pero lo olvide en la maleta, así que sólo les diré lo siguiente.

Tomó un respiro.
– Amor es como encontrar un oasis en el desierto, hay muchos espejismos, pero sólo uno es el verdadero. Luciana, Gastón  mis mejores deseos para esta aventura que inician juntos, estoy seguro que serán inmensamente felices y que formaran una preciosa familia, hermanita te adoro, cuñado, más te vale que te portes bien con ella, ¿ok? – dijo con su típica sonrisa traviesa y levantó su copa – ¡Salud por los novios!
¡Salud!, exclamamos todos los presentes levantando nuestras copas y después bebimos el champagne. Pedro me sonrió y me extendió su mano.
– ¿Bailamos? – propuso caballerosamente.
– No soy muy buena, pero si he hecho otras locuras por ti, ¿qué más da un simple baile? – respondí sonriendo y tomando su mano.
Nos levantamos y caminamos a la pista, ahí estaban Federico y Rosa, que nos vieron y nos sonrieron, al igual que Ana y Horacio, que no podían ocultar su felicidad. Pedro puso una mano en mi cintura y con la otra tomó una de mis manos y coloqué la restante sobre su hombro, empezamos a movernos al ritmo de la tranquila melodía, Pedro tenía apoyado su mentón al lado de mi frente y danzábamos suavemente, me dejé llevar completamente por él y creo que no lo hice tan mal. Terminó la canción y regresamos a la mesa.

La fiesta siguió, bailamos otras melodías, platicamos y después llegó el momento de aventar la liga. Luciana se sentó en una silla en medio de la pista y Gastón se la quitó lentamente mientras los hombres silbaban rodeándolos.
– ¿Sabes?, es la primera vez que Pedro se une a ese ritual – dijo Jennifer sentándose a mi lado.
– ¿En serio?, ¿no lo hizo en la boda de Federico? – pregunté sorprendida.
– No, y ni en ninguna otra boda, así que me da mucho gusto que hayas terminado con Facundo y hoy estés aquí.
– Veo que entre tú y Pedro no hay secretos.
– No te creas, sí los hay, no le cuento todo lo que hago, ni él a mí tampoco, pero ese no es el punto, la semana pasada me encontré a Facundo en un bar.
– ¿En serio?, ¿y cómo está?
– Bien, dentro de lo que cabe, me contó todo lo que pasó entre ustedes, sus mutuos engaños, te admiro, yo no sé si hubiera tenido el valor para confesar algo así.
– Tenía que saber la verdad.
– Pues sí, de alguna u otra manera se iba a enterar y fue mejor que lo supiera por ti.
– ¿Piensas que soy de lo peor?
– No Pau, a veces el destino se presenta de una forma extraña, pero las cosas se acomodan de tal forma para que estemos con quien debemos estar y el tuyo definitivamente es con Pedro y de la misma forma Facundo encontrará a la mujer con la que deba pasar el resto de su vida, su relación sólo fue una experiencia más, por cierto, también terminó con ella, que tipa más desagradable.
– ¿Y ella se lo tomó tan tranquila?, a mí me amenazó.
– Obvio no, estuvo acosándolo, pero él tomó cartas en el asunto y logró que le pusieran una orden de restricción, así que, frustrada, regresó a vivir con sus papás a San Diego.
– ¿Y de todo eso hablaron en una noche?

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