sábado, 21 de marzo de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 118

Saqué el celular del bolsillo de mi pantalón, busqué el número de ella y se lo envié por mail, en tanto esperaba su respuesta seguí trabajando. Poco más de una hora después recibí su correo y lo leí de inmediato, además de su nombre había podido averiguar su dirección y me informó que el resto de los datos los tendría en una semana.

“Paula Chaves”, dije en voz alta leyendo su nombre, la primera regla estaba rota totalmente, la segunda en proceso, aunque no sería ella precisamente la que respondiera las preguntas y la tercera, bueno, definitivamente era la primera que había roto, si no fuera así no estaría ahora investigándola. Pero, a pesar de estar haciendo eso no me atrevía a romper las reglas frente a ella, no sabía cómo actuar o qué decirle, hacía tantos años que no tenía una cita convencional con una chica que me había olvidado del procedimiento, sí me gustaba y demasiado, de eso no había dudas, pero, ¿para ella sería suficiente?, seguramente había una buena razón para que me buscara, pero no creía que fuera por un sentimiento, ni yo mismo estaba seguro de tener alguno por ella.

Me llevé una mano a la cabeza, me seguía persiguiendo el fantasma del pasado, me asustaba la idea de que la historia con Tanya se repitiera, sabía perfectamente que era absurdo, no creía que alguien tuviera tan mala suerte como para vivir dos veces la misma tragedia, pero no quería averiguarlo.
Al día siguiente, Luciana llegó de sorpresa a visitarme, me dijo que andaba buscando un lugar para hacer la presentación de la línea de ropa que lanzaría en poco tiempo y le propuse que la hiciera en uno de los salones del Rose Imperial y le encantó la idea, así que me sacó a rastras de la oficina para ir al hotel y elegir uno de los tres, como siempre de hiperactiva.

Aprovechamos y almorzamos ahí mismo, me platicó que estaba vuelta loca organizando eso y su boda, aunque para ambos eventos había contratado a gente especializada, me comentó que le había caído muy bien una de las chicas de la agencia de publicidad que se encargaría de promocionar el lanzamiento, no me imaginé de quien estaba hablando porque no me dijo su nombre.

Era jueves y había tenido otra junta con los socios sobre el hotel de Londres, les pedí ir en noviembre para regresar a tiempo a la boda de Luciana, no hubo ningún inconveniente. Al salir estaba nuevamente ella esperándome y fuimos al Rose Imperial otra vez, se quedó de ver con la chica de la agencia y me la presentó, Geraldine Neumann, quien por cierto, me comió con la mirada y, extrañamente, me incomodó.

Ya era de noche cuando salimos de ahí, me despedí de Luciana y subí a mi auto. Era el tercer día que Paula no me buscaba y me inquietaba, saqué el celular para llamarla yo, pero de último momento decidí que era mejor ir a su departamento, propiciaría un encuentro casual para terminar de mandar al demonio las dichosas reglas.

Llegué y me estacioné en la acera de enfrente, era un edificio de diez pisos y ella vivía en el quinto, de la guantera saqué mi loción y me rocié un poco, la guardé y estaba por bajar del auto cuando volteé y justo en ese momento la vi salir de la mano de un tipo alto, moreno, de cabello oscuro y un poco fornido. Me quedé inmóvil mirándolos, él le abrió la puerta de su auto y antes de que ella subiera le dió un beso en los labios, entonces una sensación desconocida recorrió mi cuerpo al presenciar esa escena.

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