martes, 17 de marzo de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 106

Abrió sus piernas dándome la bienvenida a la gloria de su cuerpo, así que entré en ella y el gemido no se hizo esperar al sentirme, comencé a comerme sus senos alternadamente mientras ella me sujetaba fuertemente por la espalda y yo me movía constante, pero lento, prologando el momento, sus fuertes gemidos me indicaban como lo estaba disfrutando y esa era una razón más para que yo lo disfrutara de igual manera que ella. Sentí como tensaba los músculos de su intimidad, aprisionando más mi miembro para lograr un roce más exquisito, entonces, puse mis manos sobre la cama para tomar más impulso y moverme con más rapidez en tanto sentía sus manos recorrer mi espalda.

La expresión de placer en su rostro era incomparable, las gotas de sudor en su frente brillaban y se mordía los labios sin quitarme la mirada, suplicaba por más con la voz entrecortada y yo fui aumentando paulatinamente la velocidad de mis movimientos hasta que ya no podía controlarme más y se volvieron delirantes, ansiosos por lograr aquel maravilloso éxtasis que alcancé instantes antes que ella, que me apretó fuertemente la espalda mientras su cuerpo parecía convulsionarse. Me dejé caer sobre ella, rendido y satisfecho, después me acosté a su lado.

– ¿Te vas ya? – preguntó cuando me vio levantarme de la cama.
– Sí, pero tú puedes quedarte, la habitación ya está pagada – respondí antes de entrar al baño.
– Espera… tú… – exclamó y supe que era momento de decirle la regla que faltaba.
– Regla número tres: no lazos afectivos.

Abrí la regadera, mientras caía el agua me retiré el condón y lo tiré en el bote de basura. Me metí a ducharme, esta experiencia había sido diferente y estaba desconcertado, tenía muchas preguntas en mi cabeza, por primera vez. Todo en ella era diferente, su forma de entregarse, sus palabras, me dio la impresión que no había estado con muchos hombres en la intimidad y lo que más me inquietaba era saber la forma en que ella había dado con esta sociedad. Salí de la ducha, me sequé y salí con una toalla enredada en la cintura.
La vi acostada boca abajo, abrazando la almohada. Tomé mi ropa y me vestí, me acerqué a la cama y la miré unos segundos, dormía profundamente, su rostro lucía tranquilo, sereno, pacífico, pero de pronto su seño se frunció.

– Sí, ya sé que nunca tienes tiempo – exclamó dormida.

Me pregunté con quien estaría soñando y salí de la habitación.

Al día siguiente fui a la oficina por la mañana y en la tarde fui a visitar a Jane que estaba muy contenta viendo televisión en la enorme pantalla plana de su habitación. Cuando salí de ahí Jennifer me llamó a mi blackberry, estaba llorando desconsolada, así que de inmediato subí a mi auto y me dirigí a su departamento. Al llegar apagué el otro celular, mi amiga estaba primero, antes que cualquier noche de pasión. En cuanto me abrió la puerta se lanzó a mis brazos.

– ¿Qué paso? – pregunté preocupado cerrando la puerta tras de mí.
– Chace se fue, sólo me dejó una nota – apenas y pudo responder entre el llanto tan intenso.
– Cálmate, ese infeliz no merece que estés así, te ha hecho un favor con irse.
– Es que eso no es todo, acaban de entregarme el reporte de la investigación y sí me engañaba.
– Maldito, pero te juro que esto no se va a quedar así, lo voy a buscar y voy a hacer que se arrepienta.

La llevé al sillón y ahí nos sentamos, la seguí abrazando mientras seguía llorando, en la mesa de centro vi que tenía un folder abierto con muchos papeles y fotos, tomé una y mis ojos se abrieron como platos, no pude creer con quien lo tomaron besándose al salir de un hotel, no podía ser eso cierto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario