miércoles, 25 de marzo de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 132

Entré a la bodega y ví a Paula sentada en un sillón con su cabeza entre sus manos, inspeccioné el lugar buscando el cuarto del aseo, necesitaba tenerla entre mis brazos, besarla, acariciarla, hacerla mía, iba preparado para eso y había encontrado el momento preciso. Así que me acerqué y le pregunté cómo se sentía, ella me miró un tanto asustada y nerviosa, me encantaba ponerla así, entonces le sugerí que tenía que relajarse y se negó rotundamente a subir a la habitación argumentando que estaba mi familia y mi novia, quise reírme ante ese comentario y estuve a punto de dejarla en su error, pero no lo hice, no quería que tuviera una imagen equivocada de mí, entonces la hice levantarse y la encaminé al pequeño cuarto.

Una vez dentro, la besé con desesperación, como había extrañado sus labios y sus caricias, Paula  me correspondió de la misma forma, estaba tan ansiosa como yo y sin mucho preámbulo ni desnudarnos por completo nos entregamos ahí, a oscuras, besándonos para acallar los gemidos y con la adrenalina hasta el cielo porque era algo arriesgado, cualquiera podría abrir esa puerta y descubrirnos.

– ¿Me extrañaste? – preguntó con un hilo de voz.
– No tienes idea cuanto – respondí en su oído.
– Muéstrate que tanto – me encantaba que repitiera lo que antes yo le había dicho y aceleré mis movimientos disfrutando más del roce de nuestros sexos.
– Te extrañé tanto Pau – al fin podía decirle su nombre.
– Repítelo – pidió como si no hubiera dado crédito a lo que escuchó.
– Te eché muchísimo de menos… Paula – sentí sus labios sobre mi cuello y como su cuerpo vibraba llegando al orgasmo.
– Yo también te eché de menos… Pedro – musitó con la voz entrecortada.

Escuchar mi nombre salir de sus labios fue el detonante exacto para que terminara yo también, no éramos más un par de desconocidos y ella estaba dispuesta a seguir con esto, era lo que yo quería saber. Le propuse que nos escapáramos, pero no aceptó, me explicó que estaba trabajando, yo había olvidado ese pequeño detalle así que no me quedó más remedio que aceptar.
– Yo salgo primero, ¿ok? – dijo terminando de arreglarse el vestido.
– ¿Por qué?, entramos juntos.
– Y sólo espero que nadie nos haya visto, entiende por favor, estoy trabajando.
– Está bien, sal tú primero – acepté rodando los ojos.

Me quedé recargado sobre el umbral de la puerta viendo como Paula se alejaba, me tenía loco y no encontraba la razón, no era sólo por el sexo, ¿o sí?, lo único que me importaba era que nuestros encuentros no se terminaran. Después fui al baño para arreglarme bien la ropa y regresé a mi lugar, ella ya estaba en el suyo y yo me senté, Jennifer tuvo el buen tino de recargarse en mi hombro y Paula se volteó molesta.

Cuando el desfile se acabó, Jennifer fue a platicar con Rosa, así que yo aproveché para buscar a Paula y me acerqué a la mesa de los bocadillos donde se encontraba. Le hice unas afirmaciones poco decentes, para ser sincero, pero me fascinaba ver el efecto que tenía sobre ella, confirmar que no le era indiferente, que mi presencia la ponía nerviosa, lo cual me llenaba de un enorme gozo.
En eso, Luciana se acercó sorprendida de vernos platicar y cuando preguntó si nos conocíamos le dije que sí, pero le mentí de donde, porque ignoraba que yo perteneciera a esa club extraño y para mi buena suerte se acordó de aquella chica que me regalaba chocolates en la universidad y que, por cierto, jamás le había aclarado que era lesbiana y por eso no hubo nada entre ella y yo. Lo mejor fue que Paula me siguió la mentira y debido a eso Luciana tuvo la brillante idea de invitarla a su boda, claro que sin evitar quemarme recordando a la chica con la que había ido a la de Federico, pero yo no sabía que con unas copas de más perdería la decencia, iba conmigo en la universidad y siempre había sido muy tranquila y recatada, al menos estando sobria, por eso la había llevado conmigo.

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