lunes, 16 de marzo de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 105

– ¿Estás libre esta noche? – susurré en su oído y noté como se tensaba.

Respondió moviendo la cabeza afirmativamente y volteó, se sorprendió al verme y, a pesar del maquillaje, noté como se ruborizaba, en ese momento supe que ella no era como las demás, no entendía como dió conmigo, no era de mi clase, eso se le notaba, era una chica sencilla, común y muy hermosa. Le tendí mi brazo caballerosamente y lo tomó, sentí el temblor de su mano. La dirigí a los elevadores, una vez que entramos la miré de reojo, ella miraba el suelo, estaba más que nerviosa, seguro era la primera vez en toda su vida que hacía algo así, ¿por qué lo estaría haciendo?, me pregunté. Caminamos por el pasillo hasta la habitación, le cedí el paso y entré detrás de ella encendiendo la luz.

– ¿Cómo me contactaste? – pregunté inusualmente, pero desde la llamada todo había sido un poco extraño.
– Una… amiga me dió tu número – respondió no muy segura, no supe si creerle.
– ¿Te explicó las reglas? – inquirí aunque adivinaba la respuesta.
– No… sólo me dijo la clave – contestó girándose.
– Bien, regla número uno: no nombres, no me dirás el tuyo ni yo te diré el mío; regla número dos: no preguntas personales, nada que pueda dar indicios de quienes somos en realidad, ¿entendido? – expliqué minuciosamente, pero como estaba nerviosa decidí guardarme la tercera regla para después.
– Sí, no nombres, no preguntas personales.

Me acerqué a ella y le quité el abrigo, comencé a acariciarle suavemente uno de sus brazos con el dorso de mi mano, dándole confianza. Cerró los ojos y entonces acaricié su otro brazo con mis dedos, veía como subía y bajaba su pecho por su acelerada respiración. La tomé por la cintura y le fui besando el cuello de a poco, ella colocó sus manos sobre mi torso y las subió hasta mi cuello, un fuerte suspiro se le escapó, yo deslicé las mías hasta encontrar el cierre del vestido que fui bajando lentamente, acariciando su tersa piel. Su aroma era exquisito, subí dándole cortos besos en su mentón y la besé delicadamente, pero ella me respondió un tanto desesperada uniendo su lengua a la mía para rozarlas. Su sabor era único.
Sentí como me quitó el saco y comenzó a desabrochar mi camisa en tanto yo bajaba su vestido. Ella separó sus manos para terminar de quitárselo por completo, con nuestras bocas unidas, después me quitó la camisa y la tiró al suelo. Rompí el beso para colocar mis labios sobre su hombro y besárselo mientras desabrochaba su sostén, cuando la libere de él, besé uno de sus senos suavemente, succionando su pezón en tanto acariciaba el otro, ella tenía sus dedos entre mis cabellos y jadeaba con cada toque.

Después fui subiendo por su cuello hasta volver a besarla en los labios más apasionadamente que instantes antes, haciéndola caminar hacia la cama. Una vez ahí, la coloqué encima y me subí en ella, dispuesto a que disfrutara como quizá no lo había hecho antes. Volví a besarle el cuello, presionándolo ligeramente con mis labios, luego bajé por en medio de sus senos, pasé por su abdomen y me detuve en su ombligo en tanto mis manos bajaban su bikini para dejarla completamente desnuda.

Sus gemidos eran más intensos y de su boca escapó un grito ahogado cuando sintió mi lengua en su intimidad, la fui recorriendo, saboreándola, concentrado en hacerla vibrar, mi lengua se abría paso entre sus pliegues y llegó a todos y cada uno de sus rincones. Cuando sentí que estaba a punto de terminar sustituí mi lengua por dos dedos y la miré cuando llego al orgasmo. Tenía los ojos cerrados, apretaba el edredón y su grito casi fue ensordecedor.

Me levanté para quitarme lo que me quedaba de ropa, estaba demasiado excitado y necesitaba con urgencia estar dentro de su cuerpo. Me puse el condón y caminé de vuelta a la cama, me tendí sobre ella y fui deslizando mis dedos por sus piernas hasta llegar a la pelvis que fui apretando suavemente hasta que encontré el punto exacto que la excitaría de nuevo.


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