domingo, 29 de marzo de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 152

– ¿Estás libre esta noche? – preguntó con ese tono sensual que tanto me gusta.
– La verdad no, estoy en casa de mi novia – respondí siguiéndole el juego.
– Es una verdadera lástima – exhaló de manera excitante – ardo en deseos de verte, acariciarte, besarte, desnudarte, recorrer tu cuerpo.
– Uf, no sigas que me harás hacer algo que no quiero – dije mientras sentía como mi miembro empezaba a endurecerse sólo de escuchar sus insinuaciones.
– Vamos, no tiene porque enterarse tu novia… además lo prohibido es más excitante, ¿no crees?
– Definitivamente – y con ella podría probar todo lo prohibido que existiera.
– Me han dicho que eres un dios en la cama y me encantaría comprobarlo y por tu tono creo que no exageraron, tienes una voz endemoniadamente sensual, has despertado más mi deseo por tí.
– ¿En serio piensas que mi voz es sensual?
– Demasiado – exhaló de nuevo – mi cuerpo ha empezado a – hizo un extraño ruido incitador – alterarse sólo de escucharte.
– Tu voz también es muy sexy, ¿así eres tú?
– ¿Por qué no vienes y lo compruebas por ti mismo?
– Está bien, ¿cómo te reconozco?
– Sólo traigo puesto un abrigo negro.

Escuché que colgó y salí de la cocina, la miré parada bajo el umbral de la puerta del dormitorio, mirándome sensualmente en tanto se lamía los labios, me encantaba que fuera así, atrevida, sugerente, traviesa, entonces recordé las palabras que me había dicho el tío Gabriel años atrás:

“¿Quieres saber el éxito de un matrimonio?, la fidelidad, que tu pareja pueda ser tu esposa y tu amante a la vez y para encontrarla tienes que conocer a muchas mujeres hasta que encuentres a la que tenga esa dualidad”.

Sin duda alguna Pau la tenía, se mostraba de una forma ante la gente y su lado pasional y sensual sólo me lo mostraba a mí y no es que fuera hipócrita, simplemente reservaba esa parte para los momentos íntimos que compartíamos como el que a continuación seguiría.

Hicimos el amor jugando a los desconocidos, recordando nuestros primeros encuentros, cuando ignorábamos el rumbo que tomarían, que se convertirían en algo mucho más poderoso que sólo sexo, que se transformarían en un profundo e inmenso amor, aún sin conocernos demasiado, pero, ¿quién dijo que para amar a alguien había que conocerle por completo?, con lo que sabía me bastaba para adorarla, para querer compartir mi vida con ella y se lo manifesté.
– Al demonio con las reglas, me fascinas Pau, me vuelves loco y cada vez tengo más ansias de tí– musité en su oído abrazándola.
– Tú también me enloqueces como nadie Pedro, te quiero – sonreí al escuchar esas dos palabras, mi corazón brincó de gusto y emoción.
– Yo te quiero más – le aseguré y la besé.

A la mañana siguiente seguimos con el juego, sonriente aceptó que nos bañáramos juntos y lo hicimos lentamente, entre besos y caricias furtivas, enjabonando mutuamente nuestros cuerpos y después la vestí y ella a mí, como si fuéramos niños pequeños, definitivamente ella podría ser mi esposa y mi amante, era la primera vez que pensaba en el matrimonio y podía visualizarme llevándola al altar y compartiendo una vida juntos, llena de amor y aventuras.

Desayunamos casi en silencio, un tanto angustiados porque se avecinaba la separación, deseando que el tiempo pasara velozmente para poder estar juntos de nuevo. Tomamos el mismo taxi y nos dirigimos a su oficina, la acompañé a la entrada del edificio y nos besamos, después nos abrazamos fuertemente.

– Te quiero Pau, te voy a extrañar mucho.
– Yo también te quiero y te extrañaré, pero me consuela el hecho de que podremos vernos por la web cam.
– Tienes razón, así no será tan tortuoso estar alejados, cuídate mucho por favor.
– Tú también, pórtate bien, ¿sí?
– Eso ni siquiera tienes que mencionarlo, la única con la que me puedo portar mal eres tú – respondí frotando su nariz con la mía y le di un corto beso en los labios.

Subí de nuevo al taxi y me llevó al aeropuerto. Llegué a Londres y cumplí con mis compromisos laborales y sociales. Luciana estuvo cinco días conmigo y le conté que Pau y yo ya éramos novios, me abrazó emocionada y me felicitó por haber decidido finalmente rehacer mi vida amorosa, no era mi intención francamente, el destino hizo de las suyas y me colocó frente a la mujer que me transformaría en lo que ahora era.

Una noche tomé papel y pluma, la inspiración me había llegado y escribí la canción para la boda de Luciana, recordando la plática que habíamos tenido aquella vez que anunció su compromiso, aunque debía reconocer que me había inspirado en Pau y nuestra historia, junto a ella no había ningún camino que no pudiera recorrer, sentía que mi pecho podía estallar de todo lo que sentía por ella y no buscaba ninguna explicación para eso, nuestro amor era real y seguro.

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