martes, 3 de marzo de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 66

– Hola – respondí de lo más normal.
– Vaya, hasta que me contestas, Pau, me tenías con el alma en un hilo, ¿sabes dónde estoy? – escuché su voz aterciopelada con un tono de preocupación.
– No tengo la más remota idea, por la hora que es y considerando el cambio de horario, supongo que estarás alistándote para cenar.
– Pues no corazón, estoy en el aeropuerto buscando un boleto para Nueva Jersey, no he sabido nada de ti en todo el fin de semana, no has contestado mis mails y no había podido comunicarme a tu celular, me tenías sumamente preocupado.
– Pedro, no tienes que hacer eso, tuve un fin de semana muy ocupado y tengo mucho trabajo en la oficina, no tienes porqué alarmarte.
– Está bien, entiendo, discúlpame por ser tan aprensivo pero, no sé, tuve un extraño presentimiento el viernes, júrame que estás bien Pau, por favor.
– Estoy bien, no tienes nada de qué preocuparte… por cierto, ya compré la webcam.
– Esa es mi chica, está bien, me calmaré y me conectaré cuando allá sean las 10 de la noche, ¿ok?
– Pero, Pedro, allá serán las tres de la mañana, tienes que dormir.
– No te preocupes por eso, de todas maneras aún no me adapto bien al cambio de horario.
– Sigo pensando que estás loco.
– Claro que lo estoy, pero por ti.
– ¿De verdad?
– ¿Y por qué lo dudas?, si no estuviera loco por ti no te escribiría todos los días ni estaría ahorita a punto de regresar a Estados Unidos sólo para asegurarme que estás bien, debes tenerme confianza, corazón.
– Lo sé – respondí con un suspiro.
– ¿En serio estás bien Pau?
– Sí, anda, ya ve a cenar, no es necesario que vengas.
– Está bien, entonces nos vemos a esa hora, ¿sí?
– Ok, hasta entonces.
– Cuídate mucho corazón, por favor, te mando muchos besos.
– Yo también, bye.
Llegué a casa y cené mientras veía la televisión, no me quisé cambiar de ropa porque vería a Pedro por la webcam, lo cual me tenía nerviosa. La conecté y verifiqué que sirviera, me tomé una foto y la puse en el messenger. A las diez en punto Pedro se conecto y de inmediato me escribió hola y me mando la invitación para la video llamada, sonreí y la acepté.
– Hola mi preciosa Pau, ¿cómo estás? – preguntó en cuanto nos vimos.
– Bien, ¿y tú? – respondí saludándolo con la mano.
– Feliz de verte, aunque me gustaría más estar contigo.
– ¿En serio no tienes sueño?
– No, por supuesto que no, tú me lo quitas, me haces falta, ¿ya te lo había dicho?
– Sí, en cada correo electrónico que me escribes – respondí y puse mi mano en la pantalla del notebook y él hizo lo mismo
– ¿qué es lo que más extrañas de mí?
– ¿Por dónde empezar?, tu sonrisa, tus ojos, el aroma de tu cabello, tus besos, tus caricias, tu sensualidad, el calor de tu cuerpo, tus manos en mi espalda, tu respiración errática, tu forma de perder el control – se quedó en silencio y una sonrisa traviesa escapó de sus labios
– ¿qué tal si jugamos un poquito Pau?
– ¿Jugar?, ¿a qué? – pregunté haciéndome la tonta porque bien sabía a qué se refería.
– A que estamos juntos y vamos haciendo lo que nos digamos, tú sabes, cositas que nos haríamos el uno al otro – respondió y me guiñó el ojo lamiéndose los labios.
– Está bien, pero tú empiezas y yo te sigo, ¿sí?
– Ok, suéltate el cabello y acomódate bien en la silla, muy bien, ahora cierra los ojos y concéntrate en mi voz, imagina que estoy ahí contigo, parado frente a ti y empiezo a acariciar suavemente tu cuello, eso es, imagina que es mi mano y la deslizó hasta llegar al primer botón de tu blusa y lo desabrochó, voy bajando desabrochando los demás, al terminar, acarició tus pechos, así, despacio, en círculos, muy bien Pau, ahora con la otra mano, imagina que la deslizó por el interior de tu muslo, por debajo de tu falda, justo así, te acarició por encima de tu ropa interior y voy sintiendo tu humedad, mis dedos se abren paso y finalmente alcanzan tu interior, comienzo a acariciarte despacio, suave, placentero, eso es hermosa, no te detengas, siénteme, oh sí, tus jadeos me fascinan, sigue así, un poco más, otro poco, ay Pau no tienes idea cuanto me encantaría ser verdaderamente yo quien te estuviera acariciando.
– A mí también, Pedro– abrí los ojos y vi que él también estaba acariciándose, me lamí los labios – yo te llenaría de besos el torso y bajaría por tu abdomen, seguiría bajando y dejando más besos, cuando sintiera que ya no pudieras más te ofrecería entrar en mí, lento, constante, como sólo tú sabes hacerlo, oh Pedro, así me encanta, sigue moviéndote, hazme tuya, enloquéceme, no pares, falta poco.


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