miércoles, 11 de marzo de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 85

– No, no, no, eso no lo haré.
– Anda, será divertido.
– Pedro, además de tu familia, hay quien sabe cuántas personas trabajando.
– Pero no tienen porque venir aquí, además supongo que ya se irán a dormir.
– Eso es lo que tú y yo deberíamos de hacer también.
– Pero, después de nadar, anda corazón, sólo un ratito, te aseguro que nadie se enterará, seguro que todos deben estar haciendo lo mismo que tú y yo.
– ¡Pedro!, ¿no tienes respeto por tu familia?
– Claro que lo tengo, pero eso no me impide ver la realidad, Pau, ¿de dónde crees que salimos mis hermanos y yo?, ¿por qué crees que Rosa está embarazada?
– No pongas esas imágenes en mi cabeza, por favor.
– No te asustes corazón, desde niño me enseñaron a ver el sexo de lo más natural, tal cual es, una función del cuerpo y no tiene nada de malo hacerlo, al contrario, así que vamos a la piscina.
– Pero, ¿cómo vamos a atravesar la casa todos mojados para llegar a la habitación?
– No te preocupes por eso, ¿ves este mueble? – dijo y se paró frente a uno pequeño que no había visto – aquí se guardan las toallas – explicó en tanto abría la puertita y sacaba dos – ¿lo ves?, asunto arreglado.
– Que loco estás – exclamé sonriendo y moviendo la cabeza.
– Ya sabes bien la razón de mi locura – respondió y se quitó toda la ropa
– ¿te ayudo?
– No, gracias, yo puedo sola – dije y me despojé también de toda mi ropa.
Pedro se aventó un clavado casi perfecto mientras que yo caminé a la escalera para bajar, sintiendo como el viento acariciaba mi cuerpo y erizaba mi piel. Cuando entré a la piscina Pedro  me recibió, el agua estaba un poco fría y me sugirió que diéramos algunas vueltas para acostumbrarnos a la temperatura. Acepté, pero le dije que no era muy buena nadadora y me respondió que no era una competencia, así que nos sumergimos y nadamos hasta el otro extremo y de regreso. Pedro llegó primero y me esperó, me echó agua al llegar y yo le devolví la maniobra, estuvimos jugando un rato hasta que me di por vencida y volvimos a nadar al otro lado y otra vez de regreso.
En esta ocasión, Pedro me tendió sus brazos, le tomé las manos y me acerqué a él, puso mis manos alrededor de su cuello y bajó las de él a mi espalda, nos fundimos en un apasionado beso por varios minutos hasta que Pedro lo rompió para deslizar sus labios a mi cuello en tanto acariciaba uno de mis senos por debajo del agua, lo cual producía una reacción más excitante así que deslicé mi mano por su torso hasta llegar a su sexo que empecé a acariciar y sentí como respondía en mi mano.
Volvimos a besarnos y después él me recargó en la esquina de la piscina, con una mano me sostuve del barandal de la escalera y lo rodeé con mis piernas por su cintura y él entro en mí al igual que un poco de agua que hizo más placentera la sensación. Puso una de sus manos también en el barandal y comenzó a moverse exquisitamente mientras me miraba con esa sonrisa retorcida que adoraba.
Yo trataba de gemir lo más bajo que se pudiera, pero a veces no podía reprimirme por lo intensa que era la sensación de su cuerpo y el agua chocando contra el mío. No dejábamos de mirarnos, nos lamíamos los labios y exhalábamos en nuestras bocas, sentí que perdí el control de mi cuerpo cuando ambos llegamos al clímax y Pedro me mordió el labio inferior.
– Te amo Pau – dijo mirándome fijamente todavía en mi interior.
– Yo también te amo Pedro, con todo mi corazón.
Volvimos a besarnos y después nos abrazamos y salió de mí. Nos quedamos abrazados hasta que nuestras respiraciones volvieron a su curso normal y después salimos de la piscina, temblando de frío. Pedro me cubrió de inmediato con la toalla y después él se puso una también, nos secamos, tomamos nuestra ropa y entramos a la casa. Subimos las escaleras y al llegar arriba nos encontramos a Federico que venía caminando por el pasillo y quise que la tierra me tragara.
– Ah que muchachitos – exclamó Federico con una amplia sonrisa.
– ¿Y tú adónde vas a esta hora? – preguntó Pedro para desviar el tema mientras yo me ponía detrás de él para tratar de cubrirme.
– Rosa tiene antojo de limones así que voy a la cocina por unos… aunque me doy cuenta que no es la única con antojos en esta casa – dijo de lo más divertido.
– Buenas noches, Federico– respondió Pedro ignorando el comentario.
– Buenas noches jóvenes, no se desvelen mucho que mañana desayunamos temprano y no quiero que se estén durmiendo en la boda.
– Espero que a ti te deje dormir Rosa o serás tú el que se esté durmiendo.
– De ningún modo, yo soy fuerte, descansan, ¿eh?, recuerden que mi habitación está pegada a la suya y me daré cuenta si están dormidos o no.

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