viernes, 6 de marzo de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 73

– Tengo que ver primero mi agenda, a ver si no tengo otro compromiso – dije divertida mientras me quitaba la toalla para ponerme la ropa interior.
– Está bien licenciada, esperaré su llamada – respondió en tanto abrochaba mi sostén.
– ¿Te quedarás aquí todo el día?
– Si no te molesta sí.
– Por supuesto que no me molesta.
Terminé de vestirme, me peiné rápidamente, me puse los zapatos y tomé mi bolso. Pedro se puso la misma ropa del día anterior y me acompañó a tomar un taxi, me dio varios besos en la boca como despedida y casi tuve que empujarlo para poder subir al auto, “te quiero”, gesticulé dentro del taxi y le mandé un beso con la mano que él cachó en el aire y se llevó su mano a su boca “yo también te quiero” alcancé a leer en sus labios antes de perderlo de vista.
Llegué justo a las nueve a la agencia, afortunadamente, Scott no llegaba todavía, así que de inmediato me puse a trabajar y a responder los correos que tenía. Aproximadamente una hora después llegó mi jefe, entró a mi oficina y cerró la puerta, yo comencé a temblar y sentí un trasudor frío recorrer mi cuerpo, se sentó frente a mí con sus manos entrelazadas sobre el escritorio.
– Buenos días, Paula – dijo serio.
– Buenos días, Scott, ¿cómo estás? – respondí mirándolo un tanto asustada.
– Bien, gracias, a ti no te lo preguntó porque se te ve – exclamó y yo agaché la mirada – Paula, es necesario que hablemos de lo que vi ayer en esta oficina.
– Lo sé, te pido mil disculpas y acataré la decisión que tomes al respecto sin chistar.
– Tranquila Paula, no voy a despedirte por algo así, sin embargo, sí quiero que te quedé claro que no deja de ser una falta del respeto y si vuelve a repetirse tendré que aplicar el reglamento y levantarte una acta administrativa, en esta ocasión, por ser la primera vez y porque eres una valiosa y dedicada empleada, sólo será de forma verbal.
– Gracias Scott, te juro que no volverá a pasar.
– Por otro lado, sabes bien que no me gusta meterme donde no me llaman, pero como ya te lo he dicho en otras ocasiones, te estimo y me preocupo por ti, por eso me siento en la obligación de decirte lo que pienso.
– Adelante Scott, te escucho.
– Entiendo que estés en toda la libertad de rehacer tu vida, de hecho me da gusto ver que no has caído en depresión por lo de tu ex, pero, quizá deberías estar un tiempo sola, analizar todos los errores de esa relación para evitar repetirlos y… no me lo tomes a mal, no pretendo intrigar, pero Pedro Alfonso no es un buen partido.
– ¿Por qué lo dices?, ¿lo conoces? – pregunté casi con el corazón en la boca, conocía bien a Scott y sabía que cuando decía algo tenía una buena razón para hacerlo.
– Una sobrina de mi esposa salió con él cuando iban en la universidad, es el típico chico mimado que no toma a las mujeres en serio y menos cuando no son de su nivel social, Paula, no sé si ha cambiado o sigue igual, lo único que no quiero es que vuelvan a lastimarte, no me gustaría verte sufrir, sólo te pido que andes con pies de plomo, sin duda es un chico guapo y adulador, pero comprueba que en verdad quiere algo serio contigo, es lo único que te pido, si me permites el consejo, claro está.
– Te lo agradezco Scott, la verdad, a veces, te veo como un padre y créeme que apreció mucho tus palabras y tus consejos.
– Yo también te veo como una hija, ahora a trabajar, señorita.
Scott salió de mi oficina y me quedé pensando en lo que me dijo, que francamente no era nada nuevo para mí, si supiera en qué condiciones lo conocí, lo cual me hizo darme cuenta que teníamos que inventar algo, eso de que fuimos juntos a la universidad, al menos, mis conocidos no lo creerían. Pedro me llamó para ponernos de acuerdo para la hora del almuerzo y le pedí que se adelantara al restaurante porque luego se llenaba y yo no contaba con mucho tiempo.
A la una salí y al llegar no pudo ser mayor mi sorpresa cuando vi a una guapa chica vestida de forma provocativa que estaba a punto de besar a Pedro que le sonreía como si nada y entonces las palabras de Scott vinieron a mi mente.
– Buenas tardes – dije seria y molesta, ambos voltearon a verme.
– Corazón, al fin llegas – exclamó Pedro tomándome de la mano y me dio un beso en los labios ante la mirada atónita de la tipa que tuvo que moverse hacia atrás – mira, te presento a Valery, una vieja amiga, Valery, ella es Paula Chaves, mi novia.
– Mucho gusto – dijo con una sonrisa fingida mientras me recorría con una mirada fulminante y yo estaba quizá más sorprendida que ella por la presentación.
– Igualmente – respondí en toco seco.
– Un placer verte Pepe – enfatizó mirándolo y sonriéndole coquetamente – cuando quieras llámame, sabes dónde encontrarme – agregó dándole un beso en la mejilla.
Yo me quedé trabada, era el colmo de la desfachatez, poco le importo que Pedro le dijera que yo era su novia y le coqueteó en mis narices, sentí como me hervía la sangre y di un paso al frente, pero Pedro me detuvo parándose frente a mí.
– Pau, no querrás hacer un escándalo en un lugar público.
– Que tipa tan descarada y tú como si nada dejándote que te besara – exclamé furiosa, si no podía desquitar mi coraje con ella, lo haría con él.
– Un beso en la mejilla no es besar, Pau – explicó sonriendo.
– Pero, los ví cuando llegué y su intensión no era precisamente dártelo en la mejilla.
– Me encanta cuando te pones celosa – dijo abrazándome y poniendo su frente en la mía – ¿en verdad pensaste que yo iba a permitir que eso sucediera?
– Pues, le sonreías muy animadamente – respondí con menos coraje porque su aliento estaba colándose por mi nariz.
– No es mi estilo portarme grosero y menos con las mujeres, sin embargo, iba a rechazarla sutilmente, claro que lo mejor fue que tú llegaste – aclaró acariciándome la mejilla con el dorso de su mano.
– Pero, te coqueteo descaradamente – repliqué en un tono más tranquilo.
– Y podría haberse desnudado y mi respuesta iba a ser la misma – tomó mi mentón con su mano y me miró directo a los ojos – Pau, hace mucho que dejé de estar con otras mujeres, grábate esto muy bien aquí – puso un dedo en mi sien – y aquí – lo puso en mi pecho a la altura del corazón – la única que me importa eres tú, a la única que quiero es a tí– me dió un beso en los labios – con la única que me interesa compartir mi cama es contigo – susurró en mi oído y me abrazo fuertemente.
Volvió a desarmarme por completo, no pude expresar palabra alguna, estaba por demás emocionada y a la vez avergonzada por haber pensando durante un segundo que me engañaba y sólo buscaba burlarse de mí, no cabía duda que los celos nublaban la razón y jamás los había sentido con tanta fuerza, ni siquiera con Jennifer.
– Aunque, para serte sincero, me da gusto que esto haya pasado – exclamó y me solté para mirarlo – porque tus celos me demuestran cuanto me quieres.
– ¿Y todavía te atreves a dudarlo?
– No, pero me encanta confirmarlo – enfatizó y me dió otro beso.
– ¿De verdad no ibas a dejar que te besara?
– Por supuesto que no, te lo juro, Pau, entiendo tu desconfianza, pero si de algo debes estar segura es que jamás te engañaría, no tengo ninguna necesidad de hacerlo, ya vamos a comer, anda.
Me recorrió la silla para que me sentara y después él se sentó frente a mí. Ambos pedimos ensalada y mientras nos las llevaban, Pedro me acariciaba una mano, entonces me sentí más tranquila, pero aún así le conté lo que Scott me había dicho de él y volvió a reiterarme que no tenía porque preocuparme, que no me negaba que sí había sido así, pero que ya había cambiado.
– Pau, ya ni siquiera tengo el celular al que me llamabas.
– ¿Cómo que no lo tienes? – pregunté sorprendida.
– Ese número era exclusivo para esas citas, pero ya lo tiré porque no tengo ninguna intensión de seguir involucrado en eso.
– ¿En serio?
– Sí, encontré algo mucho mejor y sin buscarlo, llegaste tú y ahora todo es diferente – agregó y me dió un beso en la mano – anota el número de mi blackberry – añadió y me lo dictó, pero no borré el otro, quería asegurarme que me decía la verdad.
Me sentí feliz, como nunca antes, al enterarme que ya no estaba en esa sociedad o lo que fuera. Me acompañó a la oficina y le dí mi llave del departamento, nos dimos un beso y entré al edificio. Arreglé todo lo necesario para la junta que tendríamos con el Sr. Jackson a las 3:30. Scott se fue a las siete y me dijo que ya me podía ir yo también, así que apagué la computadora, tomé mi bolso y salí de la oficina. Pedro me estaba esperando afuera del edificio, me recibió con un beso y nos marchamos.
Cuando llegamos al departamento me lleve una grata sorpresa, la mesa estaba puesta para dos personas y en el centro había un hermoso arreglo de jazmines y gardenias, lo miré boquiabierta y lo abracé efusivamente luego de darle un beso.

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