domingo, 15 de marzo de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 102

Metí la mano en la caja y tomé varios condones que después metí en la bolsa de mi pantalón, agarré las llaves de mi Volvo y bajé corriendo las escaleras. Mi familia veía televisión, les dije que volvía más tarde y salí a toda prisa. A la velocidad que yo manejaba llegué en menos de veinte minutos al lugar de la cita, pagué una noche de hospedaje y me entregaron la tarjeta de la habitación. Entré al bar y no vi a ninguna chica con un vestido como el que me habían descrito, así que pedí un vodka mientras esperaba. Diez minutos después, una impresionante chica se sentó a mi lado en la barra, cruzó la pierna y en seguida supe que se trataba de ella, así que le guiñé el ojo y ella me sonrió de vuelta. Pagué mi trago y me levanté al mismo tiempo que ella.

Nos dirigimos al séptimo piso. Al verle el cortísimo vestido y el profundo escote que lucía me encendió más de lo que ya estaba, así que cuando estuvimos dentro de la habitación la besé ansiosamente mientras me quitaba la chamarra y caminábamos al centro donde alcancé a ver una mesa, la doble ahí, con su cara sobre la superficie, subí desesperado el vestido y sonreí al ver que traía tanga, me ahorraría unos preciados segundos, con la misma desesperación abrí mi pantalón y liberé mi ya erecto miembro, me coloqué el condón y debo reconocer que me porté bastante egoísta porque no me importó saber que tan excitada estaba ella, lo único que quería era saciar las ganas.

Le hice a un lado la tanga y entré en ella con fuerza, emitió un grito y pude percibir que no estaba muy mojada, pero seguí impulsándome mientras jadeaba y poco a poco ella fue mojándose más y más hasta que empecé a escuchar sus gemidos de placer, entonces, incrementé el ritmo de mis movimientos al tiempo que le apretaba las nalgas que se pusieron rojas de inmediato debido a su blanca piel. No tardé mucho más en llegar al orgasmo y mi grito fue casi bestial, después de terminar completamente me salí de ella y me quité el condón.


– ¿Así que te gusta jugar rudo? – exclamo seria.
– Lo siento, no suelo ser así – dije y ella se largo a reír.
– Me gusta la rudeza, ¿sabes?, eres justo lo que necesitaba para divertirme esta noche.
– ¿Con qué te gusta la rudeza?, ¿y qué piensas hacerme ahora?
Me dedicó una maquiavélica sonrisa y se acercó a las cortinas, les quitó los cordones con los que estaban amarradas y después se acercó a mí, mirándome malévolamente y yo le sonreí divertido. Me empujó con todas sus fuerzas sobre la cama, se subió en mí y me besó, después tomó una de mis manos y la ató al borde de la cama, volvió a besarme y luego ató la otra mano.


Se hincó sobre mí, con sus piernas a los costados, sujetó fuertemente mi polera y me la desgarró, terminó de rompérmela mientras besaba y lamía mi cuello, mordió sin piedad mis pezones y yo grité, siguió bajando por mi abdomen y después devoró de una manera impresionante mi miembro hasta que casi me hizo llegar y entonces, se detuvo.


Se bajó de la cama y se desnudó, después regresó a su posición, inspeccionó los bolsillos del pantalón y sacó otro condón, terminó retirándome el pantalón y el bóxer y me puso el condón lentamente. Yo estaba que explotaba ya, jamás había estado en una situación así, en la que no podía interactuar con mi pareja, ella volvió a sonreírme malévola y se sentó sobre mí, absorbiendo todo mi miembro en su interior y comenzó a moverse a su ritmo, empeñada ahora ella en gozar, se pellizcaba los senos, se mordía los labios en tanto subía y bajaba, después se tumbo en mí, lamió mis labios y me impidió besarla, de pronto sentí que estallaba y se lo hice saber.

– Yo aún no termino “amor”, así que más te vale que aguantes – amenazó y comenzó a moverse salvajemente sobre mí hasta que instantes después terminó, dejándome el pene adolorido.


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