miércoles, 18 de marzo de 2015

Una Cita con el Amor: Capítulo 108

Puntualmente llegó Matías, me saludó como siempre con su típica sonrisa y un abrazo, evite pegarme mucho a su cuerpo, ya no lo veía con los mismos ojos que antes. Pedimos de cenar y un par de cervezas.

– Que sorpresa viejo, ¿cuánto tiempo sin verte cómo supiste que estaba en Nueva Jersey?
– Todo en esta vida se sabe Matías, tarde o temprano, no hay nada oculto bajo el sol, por más que uno trate de esconderse – respondí serio y frío.
– ¿Y cómo van los negocios? – respondió mirándome extrañado.
– Muy bien, ¿y los tuyos?
– Bien, gracias.

Nos llevaron la cena y estuvimos platicando de cosas triviales, le coqueteó descaradamente a la mesera que se sonrojó, yo moví la cabeza reprobatoriamente. Cuando terminamos de cenar abrí el sobre que traía y saqué las fotos, las fui poniendo una a una sobre la mesa. La expresión de su rostro fue cambiando conforme las veía de sorpresa, a nervios, a vergüenza, a coraje, simplemente no tenía precio verlo así.

– No sabía que habías cambiado a las mujeres, ¿te hartaste después de todas las que tuviste en la universidad?
– No, no las he cambiado – respondió nervioso juntando las fotos, pero lo detuve.
– A mí me importa muy poco con quien te revuelques, sea mujer u hombre, pero, este tipejo abusó y utilizó vilmente a alguien sumamente preciado por mí y eso no se puede quedar así y tú vas a ayudarme, si no quieres que estas fotografías sean distribuidas entre las chicas de la sociedad a la que pertenecemos o peor aún, que lleguen a la editorial de una importante revista de sociales.
– Pedro, no es lo que piensas, no he dejado a las mujeres, me encantan, tú lo sabes, pero, en una fiesta ya con muchos tragos encima un tipo se me acercó y probé y…
– Ya te dije que eso a mí no me interesa, lo que quiero es que este individuo pague por la canallada que hizo.
– Está bien, ¿qué debo hacer? – preguntó sintiéndose acorralado.
– Hundirlo, quiero verlo en la cárcel, aprovecha tus encantos y dale confianza, deja que te estafe, porque si no lo sabes, a eso se dedica en la vida, hasta te estoy haciendo un favor – moví la cabeza – después refúndelo en prisión.
– ¿Y por qué no lo hace la persona que mencionas?, yo buscaré las pruebas necesarias.
– Porque no pienso permitir que pase por ese proceso, ya suficiente daño le hizo.
– ¿Se trata de Luciana?
– No y no es de tu incumbencia quien sea… tienes tres meses Matías, o esto saldrá a la luz pública – dije determinado en tanto recogía las fotos y las guardaba de nuevo en el sobre.
– De acuerdo, muy pronto estará en prisión.
– Eso espero, buenas noches Matías.
Tomé el sobre y bajé al estacionamiento para guardarlo en mi auto, faltaban cinco minutos para las ocho, me puse un poco de loción y subí de nueva cuenta, pero por las escaleras. La ví recargada en la pared, ¿tenía los ojos cerrados?, sí que era intrigante su forma de comportarse, otra vez estaba nerviosa, ¿por mí?, ¿o sólo por la situación? Me miró, esta vez iba un poco más maquillada que la otra noche, traía su cabello recogido en una coleta y de nuevo vestía su abrigo, pero en esta ocasión cerrado.

– Buenas noches – saludé admirándola, que hermosa se veía.
– Buenas noches – respondió mientras me sonreía.

Entramos al elevador, me gustaba ver la expresión de su rostro cuando me miraba, era una mezcla de fascinación, deseo, nervios, ansias, de muchas emociones, que francamente alimentaban mi ego. Percibí un ligero movimiento de su parte, acercándose a mí, malditas cámaras de seguridad, yo también ardía en deseos por besarla, pero tenía que advertirla antes de tener que rechazarla y que se lo tomará a mal, pero, ¿por qué me importaba eso?, ya lo había hecho con otras mujeres sin tomar en cuenta que se molestaran o se sintieran ofendidas.

– En este hotel hay cámaras en los elevadores, por seguridad – la señalé con los ojos.
– Entiendo, pero no iba a intentar nada extraño – respondió avergonzada.

No pude evitar que una sonrisa se me escapara, sabía que estaba tan ansiosa como yo, sus ojos eran ventanas abiertas, ¿acaso no veía el deseo en los míos?, como iba a verlo si prefería mirar el suelo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario