martes, 13 de enero de 2015

Una Dulce Inocencia: Capítulo 84

No había palabras, sólo nuestros toques hablaban por nosotros. Sentía mi interior palpitar por él, ansioso de ser reconocido nuevamente por aquel invasor que me hacía olvidar tiempo y espacio en el momento que se unía a mí… El toque de los suaves dedos de Pedro en mi centro, hizo que dejara escapar una máxima exhalación. Su rostro me observó satisfecho de su labor y volvió a recorrer mi cuerpo con sus labios.
Me sentía flotando en una especie de nube con algodones. Sus dedos invadían el lugar exacto y en cada nueva intromisión, mi cuerpo alcanzaba niveles insospechados de éxtasis. Mi cuerpo hormigueaba, mi piel ardía, mi respiración faltaba y supe que moriría de placer cuando su lengua bajó en reemplazo de sus dedos… Mordí mis labios con fuerza cuando Pedro lamía, besaba y mordisqueaba ese lugar tan sensible que se activó en segundos, haciendo que mi alma dejara mi cuerpo para subir a lo máximo y volver allí…
- Te necesito…- dije sorprendiéndome de nunca terminar mi deseo por él.
- Siempre.- susurró con su voz distorsionada por el placer. Acomodándose sobre mí.
- Estoy preparada.- musité. Tratando de hacerle ver todo a cuanto me refería con eso.
- Te amo.- sentí como se hundía en mi despacio.
- Hasta siempre.- susurré sin miedo al tiempo.
La unión de nuestros cuerpos era majestuosa. Era inexplicable sentirlo dentro mío y volver a encender todas mis fibras con sus suaves envestidas. Rompí nuestro beso para dejar su rostro a mi altura. Me excitaba hasta el final, ver su semblante distorsionado por el placer. El sentir su respiración errática sobre mi rostro, los sonidos emitidos por su boca entreabierta… Sus manos tomadas fuertemente de mis caderas, para impulsar nuestros movimientos.
Entrelacé mis piernas en su cadera y no me reprimí el gemido que escapó de mí, al percibir su masculinidad penetrar con más fuerza en mí y en un sentido que nubló mis sentidos… Pedro estaba cerca, podía sentirlo cuando sus ojos se cerraron y se obligó a dejarlos fijos en mí… No hay palabras que alcanzaran a describir la explosión de nuestros cuerpos en conjunto… Sensaciones, emociones, reacciones desencadenadas acompañaron a nuestro grito de júbilo…
Nos quedamos con nuestras frentes unidas, intentando recuperar el aliento… Y con esa sonrisa que ambos lográbamos provocar al otro al terminar un acto tan sublime como hacer el amor… Un amor que crecería cada día más… En muchos sentidos.
...
- Mamá.- miré a Lourdes que dibujaba a mi lado.
- Dime amor.- dejé mis cosas de lado y puse atención a ella.
- ¿Cuándo voy a tener un hermanito?.- su pregunta se venía repitiendo hacía tiempo.
- ¿De verdad quieres tener un hermanito o hermanita?.- pregunté.
La realidad era que yo también, y había dejado de tomar las pastillas poco antes de recibirme como profesional y el día de la propuesta de matrimonio. Pero aun no había mayores novedades, y sentía que mi ansiedad parecía burlarse de mí. Nos casaríamos en poco tiempo, 4 meses para ser exactos… Pero éramos una familia con sus inicios en forma reversa, así que un hijo antes de nuestro matrimonio no sería una mala sorpresa.
- Sí quiero.- sonrió. Mordió su labio y supe que había algo más.- ¿Mamá?.- dijo quedito
- ¿Qué pasa amor?.- la tomé y la atraje a mi regazo. Algo me decía que necesitaba estar mas cerca de ella para lo que venía.
- Cuando tú y mi papá tengan otro bebé ¿Yo seguiré siendo la niña de tu corazón?.- tocó con su pequeño dedito donde se encontraba aquel aludido.
- ¿Por qué preguntas eso? ¿Cuántas veces te he dicho que te amo con todo mí ser?.- un hermoso rubor cubrió sus mejillas.
- Yo no soy tu…- corté sus palabras de inmediato.
- No quiero oírte decir que no eres mi hija.- dije seria.- Lourdes. Mi corazón es grande. Tiene lugar para tus abuelos, tus tías y tíos. Y uno más grande para ti y tu papá… Es un lugar enorme y que nunca va a cambiar ¿O acaso tú me querrás menos algún día?
- ¡No mamá!.- elevó sus voz con desesperación. Vislumbré a Pedro quedarse quieto en su lugar cuando iba entrando al oír la conversación.
- Tu hermanito o hermanita llegará a buscar un huequito aquí.- señalé mi corazón.- Y será del mismo tamaño que el que tú tienes ¿Se lo daremos? ¿Tú le darás un espacio en ese corazoncito tuyo?
- ¡Si mamá! ¡Y será igual de grande que el tuyo con mi papá!
Me abrazó y sus bracitos se apretaron fuerte a mí alrededor. Pedro sonrió y se acercó hasta donde estábamos. Nos miramos y compartimos ese sentimiento y esa comprensión sin una sola palabra. Sabíamos que algún día nuestro pequeño tesoro nos diría algo así, pero no pensábamos que sería tan pronto… Y quería que entendiera la fuerza de nuestro amor por ella, quería poder ponerla en mí en algún momento y que viera por ella misma las magnitudes de la adoración que profesábamos hacia ella… Pero no se podía, y sólo podía demostrarlo con palabras y hechos…
Las semanas pasaron y yo estaba cada día más agotada con los preparativos de nuestra próxima unión y la dulce fecha de Pascuas o Navidad que se nos acercaba a pasos agigantados. Vanessa, Ángela y Lucy habían sido mi mayor ayuda en todo… Las llamadas de nuestras respectivas familias y amigos, como era de esperarse, habían comenzado a llenar nuestros teléfonos. Con preguntas inocentes de dónde pasaríamos esas fechas, proposiciones y finalmente, coacciones. Así que luego de conversar tranquilamente con Pedro, habíamos optado por lo ecuánime. Esta vez, sólo estaríamos los tres en nuestra casa.
Mi pequeña, como ya era costumbre, estaba más emocionada cuando se iba restando un día más en el calendario para que Papá Noel la visitara. Este año sus pedidos tenían sólo relación con juegos que podían ser compartidos ¿Motivo? Tiger pasaría más tiempo en casa con ella disfrutando de algo en común, que jugando a vestir muñecas. Una razón que a Pedro le hacía retorcer su estómago con mayor fuerza. Y a mí, me sacaba más que una sonrisa ver la furia con la que celaba a su princesa.
- ¿No debió pedir muñecas, tacitas y set de peluquería o enfermería?.- gruñó nuevamente al releer la carta que nuestra hija inocentemente enviaba al Señor Pascuero.
- Pedro, ella está creciendo. Pronto cumplirá siete años. Y ya le haz comprado todo, no es tiempo para quejas- expliqué nuevamente.
- Paula. Pidió balones, raquetas, juegos de video…
- ¿Y eso te parece anormal?.- me voltee hacia él.
- ¿Autos, pistolas y juegos de acción? ¿Es normal?.- acusó con poca paciencia.
- Pedro.- suspiré y me senté a su lado.- Todo lo que nombras está en nuestro armario esperando por mañana ¿Cuál es tu mayor problema?
- ¡Todo!.- gritó poniéndose de pié.
Su reacción me dejó ver que el asunto tenía un trasfondo mayor que los juguetes de niño o el hecho que Tiger fuera a pasar más tiempo con ella. Me levanté y llegué hasta él. Lo abracé por su espalda y pegué mi cara en ella. Sus manos se situaron sobre las mías y supe que no tendría que presionar, él sólo me revelaría sus inquietudes.
- Estos dos años han sido tan poco tiempo.- comenzó.- Tenía un plan trazado Paula.Quería darle todo lo que… esa mujer no le dió.
- Y lo estás haciendo.- indiqué mi punto.

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