domingo, 4 de enero de 2015

Una Dulce Inocencia: Capítulo 63

Tenemos que buscad mi mascota.- podía imaginarme su sonrisa.
- En cuanto me desocupe aquí te llevaré donde quieras.
- ¡Oki doki!.- gritó y hasta mis padres sonrieron al oírla.
- ¿Me extrañas?.- pregunté en un susurro. Necesitaba escucharla.
- Muchísimo. Ya no me gusta cuando te vas tantas veces.- se me encogió el corazón por sus palabras.
- Uno de estos días no me iré nunca más corazón.
- Está bien.- no se oía muy convencida.- Tengo que colgad… Papá…- murmuró. Sentí como se me cortaba la respiración al escuchar esa palabra de su boquita.
- ¿C-cómo…? ¿Qué…?.- tartamudee con una mezcla de emoción y algarabía.
- Que te amo mucho, mucho papá.- pronunció con su vocecita hermosa. Y me pregunté si Paula, Lucy o mi hermana estarían detrás de sus palabras. Pero no me importó.
- Y tú eres la razón de mi vida. Te amo demasiado hija.-
Ví como mi madre llevaba su mano a la boca al ser testigo de mis palabras. Corté la llamada y como si el bebé hubiera sido yo, me abracé de ella y sentí mis ojos extraños… Pocas veces en mi vida había llorado, pero no me apenaba hacerlo. Y menos cuando era mi hija la que lo había producido… ¡Mi hija! ¡Que me había llamado papá!
- ¡Pedro!.- me giré para ver a Vanessa haciéndome señas que me dirigiera allí.
- Tengo que ir.- anuncié a mis padres.
- Todo irá bien. Y en caso contrario mis colegas están al tanto para seguir adelante.- informó mi padre.
- Que las palabras de tu hija… Sean la fuerza que necesitas cariño.- agité mi cabeza positivamente, incapaz de hablar.
Caminé sintiendo mis piernas como si fueran hilos. Tendría que estar frente a frente con esa mujer y no me sentía capaz de dejar mis rencores de lado para solucionar esto. Mucho menos tener que entablar una conversación civilizada con ella respecto de nuestra hija. La que estaba seguro, no le importaba en lo más mínimo.
Entramos a la sala donde estaba la abogada que defendía a esa mujer, la Asistente encargada de monitorear el caso de mi hija y Samantha Wilson.
- Entrará a hablar con mi cliente para resolver el tema de las visitas.- ordenó la abogada de ella.
- ¿Qué visitas?.- inquirí en el mismo tono gélido que ella.- No estoy dispuesto a llevar a mi hija a un lugar como la cárcel cada semana. Y menos cuando esa mujer no se lo merece.- fui mordaz.
- Es su madre. Y aunque haya cometido un error, es su derecho por ley.- argumentó ella clavando sus ojos en mí.
- ¿Su derecho? ¡¿De qué derecho me habla por Dios?.- grité saliendo de mis casillas.
- No te alteres Pedro.- me pidió Vanessa y disimuladamente me envió un mensaje con su mirada respecto de las otras dos mujeres.
- Señor Alfonso.- tomó la palabra Samantha.- Aunque tampoco esté de acuerdo.- pronunció mirando a los demás.- Usted debe llegar a un acuerdo con la Señora Harrison para las visitas semanales.
- Quiero la custodia total para mí.- repuse firme.
- Y la tendrá.- me señaló.- Mientras la Señora Harrison cumple su condena, usted será el único a cargo de la niña. Pero la ley impide cortar el vínculo madre e hija, aunque la primera esté privada de libertad. Su hija deberá visitarla con una regularidad que lleguen a acuerdo o que estime algún Tribunal. Será acompañada por usted y vigilada por una Asistente Social a cargo del caso.
- Esto es increíble.- mascullé molesto. La abogada de esa zorra, porque no había otra forma de llamarla, me miró triunfante. Quise borrarle la sonrisa.
Vanessa tiró de mi hacia un lado sin que las demás lo percibieran. Y puso su mejor expresión de indiferencia. Comenzó a parlotear de Michael animadamente. La miré como si se hubiese vuelto loca.
- Confía en mí.- susurró.- Y como te decía. Michael…- me hizo un gesto para que me acercara a ella.- Vas a entrar allí y vas a ser que esa mujer quede al descubierto sola.
- ¿Qué?.- inquirí totalmente perdido. Observamos a las mujeres tras nosotros. Estaban ajenas a nuestra conversación.
- La sala en la que podrás hablar con ella, es de aquellas en que se puede oír todo en el exterior. Tú sólo encárgate de que esa mujer suelte la lengua sola. Yo me encargo del resto.
- Gracias Vanessa.- la abracé espontáneamente.
...
Entré en la sala que me habían predispuesto para hablar con esa mujer. Me parecía que hasta llamarla mujer era un insulto a esa palabra. Ella no merecía ese título y menos el de madre. Me pasee de un lado a otro con las manos en los bolsillos.
Estaba nervioso y más aun, deseoso de salir de este lugar de una vez por todas. Ya todo había terminado y ahora comenzaba la mejor parte para mí, pelear por la custodia de Lourdes. Pero necesitaba hablar antes con esa…con Victoria.
Me giré al sentir el cerrojo de la puerta. Por ella entró Victoria custodiada por dos policías. Me miró con desdén, pero también con un brillo turbulento en su mirada. Esto no sería fácil y podía presentirlo desde ya.
Las mujeres que la traían nos explicaron el tiempo que teníamos y que no podía acercarme demasiado a ella, que había quedado sentada en el extremo opuesto de la mesa. Cuando salieron, Victoria dibujó su mejor sonrisa hacia mi. Era extraño todo esto…
- Sabía que eras tú el primer día del juicio.- habló tranquilamente.- Esa cara de niñito aun no la cambias.
- Necesito que hablemos de Lourdes.- corté su discurso.
- ¿Nuestra hija?.- se mofó, arqueando un ceja y sonriendo de lado.
- Ella misma.- no quise discutir con ella, ni rebatir.- Voy a pelear su custodia, necesito saber tu interés en ella..
- ¿Por qué?.- preguntó con sorna.
- Porque voy a pelear la custodia completa. Pero lamentablemente me han hecho saber que si estás interesada realmente en tu hija, no puedo evitar que tengas visitas con ellas, al menos una vez al mes.
Sonrió y descansó su cuerpo en la silla que se encontraba. Me observaba en forma detenida, como calculando con detalle cada palabra que diría a continuación.
- No lo sé.- se encogió de hombros.- Todo depende.
- Depende de qué.- dije hastiado ya de estar allí con ella.
- De mi cuenta bancaria.- exclamó como si hablara del clima observando sus uñas de forma despreocupada.

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