viernes, 30 de enero de 2015

Eternamente Juntos: Capítulo 37

Pedro la estaba esperando cuando, al rato, Paula bajó.
—Paula, me parece que deberíamos aclarar algunas cosas antes de reunimos con los chicos esta noche.
Paula apretó los labios y ocultó sus verdaderos sentimientos respecto a lo que había ocurrido recurriendo al sarcasmo.
—Olvida lo que ha pasado, Pedro—dijo ella—. Ha sido simplemente un caso de eyaculación precoz, nada más. Quizá debieras solucionar ese pequeño problema con tu amante. Lo cierto es que no tiene nada que ver conmigo.
—¡Maldita sea, claro que tiene que ver contigo! De repente, estás sollozando en mis brazos como una niña pequeña y, al momento, prácticamente me estás rogando que te haga el amor. No sé quién eres realmente.
Los ojos de ella brillaron.
—Tú también te comportas de forma contradictoria, Pedro—. Yo creía que no íbamos a tocamos, pero mira lo que has hecho.
—Hemos sido los dos, no te hagas la inocente.
Paula arqueó las cejas.
—No del todo, Pedro. Por lo que he podido ver, has perdido ciertas habilidades.
Pedro apretó los dientes y agarró las llaves que estaban en la consola del vestíbulo.
—Eres una cualquiera. Estoy deseando que acabe esta farsa. De no ser por los chicos, no tendría nada que ver contigo.
—Lo mismo digo, cielo —respondió ella vulgarmente.
Pedro la condujo hasta el coche con el rostro ensombrecido de furia. Por fin, a medio camino del colegio de los chicos, él rompió el silencio:
—Espero no tener que recordarte lo importante que es que disimulemos delante de los chicos.  Gonzalo y Bruno son inteligentes y se van a dar cuenta enseguida si nos ven raros.
—No es necesario que me lo recuerdes. Y será mejor que dejes de mirarme como si quisieras asesinarme con la mirada.
Llegaron al internado e, inmediatamente, Paula vió a su hermano bajando los peldaños de la escalinata de la entrada acompañado del tutor, el señor Cartwright. Bruno, el sobrino de Pedro, bajaba detrás de ellos.
Pedro le lanzó una mirada de advertencia antes de salir del coche y estrechó la mano del señor Cartwright antes de saludar a los chicos.
Paula abrazó a su hermano y luego se volvió al sobrino de Pedro, a quien le ofreció la mano.

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