martes, 6 de enero de 2015

Una Dulce Inocencia: Capítulo 68

No sé por cuanto tiempo caminé, pero sentí un leve cansancio que me obligó a sentarme en el primer lugar que encontré. Miré a todos lados y me di cuenta que no tenía idea donde jodidos estaba… Cerré los ojos y dejé mi cabeza descansar en lel respaldo. Miles de pensamientos habían pasado durante mi caminar, emociones, sentimientos e imágenes. Las más presentes eran mi hija y Paula…
No entendía cómo podía ser que a pesar de todo lo que había recaído en contra de esa mujer, aun permitieran y ordenaran que Lourdes debía seguir en contacto con ella. Había tenido una discusión acalorada contra la Asistente y el sistema en sí, tanto así, que mis padres y Michael tuvieron que contenerme junto a Vanessa, que no se encontraba mejor que yo.
No la quería un solo segundo con mi hija, pero mi palabra era un podrido soplido de viento. No significada nada. Y tendría que llevar en unos días a Lourdes para reunirse con ella. Encima de todo, no podría estar presente ¡****!... Intenté relajarme nuevamente, si seguía así, la larga caminata habría sido una infructuosa clase de gimnasia, en vez de una esclarecedora y relajadora sesión de desahogo.
Ese nuevo pensamiento me llevó de vuelta a Paula. No quería hacerla sentir mal, era lo que menos quería en este mundo. Pero sentía que no podía seguir abrumándola con problemas que ella no tendría por qué pasar… Quería estar con ella, el sólo pensarla lejos me atormentaba… Ella no se estaba calando hondo en mí, ya lo había hecho sin que ninguno de los dos siquiera lo hubiese notado…
¿Por qué todo tenía que ser tan difícil? Quería estar con mis dos princesas tranquilo por una vez en la vida. Pero tal parecía que cada día aparecía un nuevo obstáculo en todo esto… Mi móvil sonó y rebusqué entre mis bolsillos… S. Wilson mostraba la pantalla y no esperé ni un segundo más
- Diga.-
- ¿Pedro? Habla Samantha
- Si, lo sé ¿A que debo su llamado?
- No quise tocar este tema delante de los demás durante la tarde, pero quiero que estés tranquilo
- Siento tener que rebatirle ese punto, pero teniendo en cuenta que mi hija tiene por madre a una mujer como ella, y que jamás ha sabido ejercer su papel. Es una utopía sentirme tranquilo
- Pedro entiendo.- dijo serena.- Pero créeme que tengo las mismas intenciones que tú, sobre que esa mujer no pueda tener un mínimo de autoridad en torno a su hija.
- ¿Cómo?.- dije algo perdido y enfadado.- Lo lamento nuevamente, pero no fue eso lo que vi hoy
- No puedo dar a demostrar intenciones personales en cuanto a mi trabajo Pedro. Aunque me cueste, debo ser objetiva.
- Perdóneme, comprendo su postura.- dije honestamente y tratando de calmarme.
- Esto sólo será un trámite Pedro. Sólo será una vez, que tu hija volverá a tener contacto con Victoria.
- ¿Hay algo que me asegure eso?.- cuestioné con esperanzas de que sus palabras fueran ciertas.
- Mi palabra. Y aunque sé que no suena muy alentador. Confío en mí trabajo y actuar en forma ciega. Nos veremos en un par de días Pedro. Hasta luego.
- Hasta luego y gracias.
El camino de retorno se me pareció menos pedregoso y largo. Me encontré sonriendo sólo en más de una ocasión. Era una remota posibilidad que Samantha tuviera razón, pero me iba aferrar a ella como si fuera la última esperanza de vida de un moribundo. Estuve a punto de echarme a correr los pasillos que me faltaban para llegar a la habitación donde estaría mi hija y Paula.
- Está todo listo y dispuesto Pedro.- me recibió mi madre. Miré hacia la cama y mi hija dormía plácidamente.
- ¿Hace cuanto se durmió?.- pregunté y me recosté a su lado. Besando el tope de su cabecita.
- No hace más de diez minutos. Esta niña no despertará hasta el día de mañana. Jugó como si nunca más lo volviera a hacer.
- ¿Nos vamos?.- entró mi padre recogiendo todo.
- Tengo que ir a ver a Vanessa y su padre para darle las gracias. Y ver mis horarios de turno.- expliqué haciendo camino para salir de la habitación.
- Vanessa se ha ido con Michael.- contó mi madre con una risita.- Y su padre ha venido a despedirse antes de retirarse. Ha dicho que tienes el fin de semana libre y que él ya ha arreglado todo para tu reemplazo.
- Llevaré las maletas y demás cosas al auto. Nos vemos abajo.- salió mi padre.
- ¿Dónde está Paula? Iré por ella para irnos.- mi madre me miró alzando una ceja.
- Paula se ha ido a su departamento.- quise no desesperarme, pero al recordar su rostro antes de separarnos me traicionó.- Tranquilo.- se apresuró a decir.- Ha ido a dejar sus cosas y a buscar la mascota de Lourdes donde su amiga.- asentí.
Su explicación me sirvió de consuelo, pero sólo para una mitad de mi preocupación por haber complicado las cosas con ella. Tomé a Lourdes en brazos para llevarla por fin a nuestra casa. Y mi padre tomó mi brazo antes de salir de la habitación.
- Paula no esta molesta contigo si eso es lo que crees.- la miré sin emitir palabra.- Pero debes aprender que los problemas se viven y solucionan en pareja; sino ¿Para qué estás con ella si vas a apartarla cada vez que una complicación surja?.
- La diferencia en nuestra relación, es que desde el primer día ha sido todo complicación.- suspiré y apreté más a mi cuerpo a mi pequeña.
- ¿Has notado alguna vez que ella sienta un peso demasiado grande para continuar contigo? Lo digo por todas las complicaciones que mencionas.
- No.- contesté más para mí que para ella.
- ¿La quieres?.
- No puedo responder más que a nada.- indiqué con mi barbilla al pedacito de carne entre mis brazos.- Pero sí. La quiero y de eso no hay duda.
- Entonces vamos a casa para que dejes en su cama a esta princesita y luego ve a buscar a Paula.
- Pero…
- ¡Dios mío!.- tomó su cabeza con ambas manos en forma dramática.- Ya entiendo por qué están juntos ustedes dos.- fruncí el ceño por sus palabras.- Son tal para cual, sus palabras preferidas son el: pero, es que, no… ¡Válgame Dios! Irás con ella y pasaran un tiempo juntos como pareja. Tu padre y yo nos preocuparemos de esta pequeñita. Ustedes necesitan vivir su relación aparte del trío que conforman.
- Está bien.- asentí. Tomé más firme a mi hija y nos encaminamos a casa.
...
Me bajé presuroso de mi auto cuando ví alguien abriendo la puerta principal del edificio de Paula. Una sonrisa bastó y la señora me dejó entrar sin inconveniente alguno. Nota mental para recordar. En este edificio dejaban entrar a cualquiera que pusiera ojitos bonitos… Venía renovado ¡Si, esa era la palabra! Haber acostado a mi hija, en la que sería su cama de ahora en adelante… ¡Era algo indescriptible!

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