sábado, 3 de enero de 2015

Una Dulce Inocencia: Capítulo 61

Agradecía no haber estado tan en la luna cuando Paula se abalanzó-literalmente-encima mío. De haber tenido mi mente a kilómetros, en estos momentos estaríamos los dos esparcidos por el piso…
Pero no, ella estaba intentando apaciguar sus nervios para besar mis labios. Podía sentir como tiritaba entera y su labio inferior daba pequeños toques en los míos. Olvidé el dolor en mi nariz por su irrupción espontánea y veloz, y poco a poco puse mis manos en su pequeña cintura…
No entendí una sola palabra de lo que había dicho, pero no me quejaba en absoluto de su demostración práctica sobre sus dichos. Subí mi mano a su mejilla y suavemente la tomé para acercarla más a mí si eso podía ser posible… Sus labios eran demasiado suaves y tibios y llamaban a perder la cordura con ellos…
Poco a poco fui yo quien tomó el control de ese acto y saboree a mi gusto su esencia. Puse todo mi sentir en él, y no dudé en delinear sus labios con mi lengua ¡Quería más de ella! ¡Necesitaba más de ella!.
De forma tímida me dejó irrumpir en ella. Busqué su lengua con la mía y fue una unión perfecta. Era como si todo lo de ella, se acoplara a la perfección a lo mío. Su sabor no tenía comparación y me embriagué sintiéndola milímetro a milímetro…
Pero la maldita condición de seres vivos y el tener que respirar terminó con mi burbuja… Di pequeños besos antes de separarnos totalmente… No quería que terminara.
- Yo…- se mordió su labio. Estaba rojo e hinchado y me sentí poderoso de saber que yo había provocado eso.
- ¿Qué significó esto?.- volví a rozar mis labios con los suyos.
- No… no…- balbuceo.- No logro concentrarme cuando estás tan cerca.- habló de tirón.
- Está bien ¿Así?.- dije risueño y me alejé unos pasos.
- Bien.- exhaló.- Yo… Tenía miedo. Amo a Lulu y siento muchas cosas por tí, pero… tenía miedo de que… estuvieras confundiendo las cosas.
- ¿Cómo?¿Confundir qué?.
- Sé que suena tonto, pero… Pedro, yo no quería que tú sólo estuvieras conmigo porque necesitas una mamá para Lulu ¡No me mal interpretes! Sabes que daría todo por ella, pero quiero que las cosas vayan juntas y separadas ¿Entiendes?.- hizo una graciosa mueca.
- Algo.- admití y me afirmé en la muralla descansando mi cabeza en ella.
- ¿Qué pasa?.- inquirió con tono preocupado.
- Paula.- hablé suave.- Entiendo tus miedos. Yo no estoy buscando reemplazos. Pero no puedo mentirte. Desde este momento yo no puedo pensar sólo en mí. Mi hija viene conmigo.
- Lo sé, es sólo que no quisiera que confundieras las cosas y luego te dieras cuenta que no sientes nada por mí. No quiero ser utilizada.- bajó su cabeza.
Tomé su mano y tiré de ella hacia mí. Envolví mis brazos alrededor de ella, era tan cálido estar así, se sentía natural y familiar. Sus frágiles brazos se enrollaron a su vez en mi cuerpo. Descansé mi barbilla en el tope de su cabeza y dirigí mi mirada a mi hija. Ella ahora era mi complemento.
- Pedro. Te mentiría si te dijera que mi hija no tiene nada que ver en mi decisión de querer estar contigo.- le hablé sinceramente.- Pero no de la forma que crees o puedes llegar a creer.
- Explícame.- pidió en un susurro con su cara enterrada en mi pecho.
- Te quiero.- tomé su cara entre mis manos y hablé mirándole directamente.- Te quiero mucho. Por cómo eres y por lo que eres… Esa es mi primera razón para estar contigo.- le aclaré.- Pero también esto tiene relación con mi hija.
- Entiendo.- musitó con una leve sonrisa.
- No sé si lo entiendes, pero quiero explicártelo bien.- pedí.- Si tu no amaras como lo haces a Lourdes, y ella tampoco a tí. Para mi sería muy difícil estar contigo… Es sólo por eso, porque estoy seguro de lo que siento.
- Soy una tonta.- intentó bajar su cabeza, pero no lo permití.
- No lo eres. Entiendo tus miedos, pero te aseguro que lo que siento es verdadero.
- ¿Y si luego todo se acaba?.- entendí su mayor miedo por fin.- Yo no… no quiero alejarme de ella… y de tí, tampoco.
- No está en mis planes dejarte ir.- sonreí contra sus labios.
- Pero Pedro. Las cosas a veces cambian y…
- No lo harán. Quiero que lo intentemos y sé que va a resultar. Eres mi tercer complemento.- finalicé.
- Tu tercer complemento.- susurró como hablando para sí.- Tú también el mío.- habló con más firme, sonriendo.
La volví a besar con ansiedad. Era como si sus labios hubiesen sido el elemento adictivo que probaba por primera vez, y obviamente no podía separar mi boca de ella. Nos sentamos en el sofá y aunque ella se arrimó algo lejos de mí, la atraje suavemente hacia mí. Un pensamiento cruzó mi cabeza, pero lo eliminé… Nadie se comparaba con ella. Era única, y era para mí…
- ¿Pedro?.- preguntó suavemente sobre mi boca.
- ¿Mmhm?.- murmuré, ****izado con ella.
- Yo… tú… nosotros…- balbuceaba. Me separé de ella para observarla mejor.
- ¿Qué quieres preguntarme?.- la alenté. Sabía cual era su duda, pero quería que ella lo preguntara.
- Varias cosas…- mordió su labio y estuve a punto de dejar la conversación de lado para volver a adueñarme de ellos.
- Dímelas.- hablé observando a otro lado para no desconcentrarme.
- ¿Lulu sabrá… esto?.- nos indicó a ambos
- Por supuesto preciosa.- toqué su mejilla suavemente.- ¿O no es lo que quieres?.
- ¡Claro que sí!.- afirmó efusiva. Sonreí por su reacción.- Pero… ¿Qué le… diremos… exactamente?.
- La verdad.- me encogí de hombros. Su rostro me demostró la inconformidad con mi respuesta.
- Está bien, la verdad…- confirmó con poco ánimo.
- Le diremos que eres mi novia.- dije decidido. Sus ojos se abrieron desmesuradamente.
- Pe-pero…
- Yo te quiero. He pasado todo un mes lejos de tí, en cierto modo.- me expliqué.- No me arriesgo a preguntarte si quieres ser mi novia para recibir una negatividad.
- ¿Y quién dijo que me iba a negar?.- alzó una ceja hacia mí y frunció sus labios en una sonrisa coqueta.
- Entonces me golpeo.- simulé darme un bofetón.- Srta. Paula Chaves.- me arrodillé frente a ella y tuve que contener mi risa al verla ponerse extremadamente roja.
- ¿Qué haces?.- exclamó negando ferviente.- ¡No! No, no… Solo...

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