viernes, 30 de enero de 2015

Eternamente Juntos: Capítulo 35

—¿Qué quieres decir con eso de que te engañé desde el principio?
—Me hiciste creer que eras virgen —contestó él—. Ahora, por supuesto, sé que era mentira. Me dijiste eso para hacer que me casara contigo.
Paula se quedó con la boca abierta.
—¿En serio crees que te mentí respecto a eso?
—¿No lo hiciste? —preguntó Pedro mirándola fijamente.
Paula, temblando, le dió la espalda.
—No, no te mentí. Tú fuiste mi primer amante.
—Pero no el único.
Paula enderezó la espalda y empezó a caminar hacia las escaleras.
—Voy a darme una ducha.
—Paula.
—He dicho que voy a ducharme.
Paula siguió andando, pero Pedro le dió alcance y la agarró por los brazos apenas conteniendo la furia.
—Estás decidida a hacerme perder la cabeza, ¿verdad, Paula? Estás empeñada en acusarme de algo con el fin de sentirte menos culpable por lo que me hiciste.
—No, eso no es verdad.
—Eres una perdida. No puedes vivir sin un hombre en tu cama. Eres insaciable. Un hombre no es suficiente para tí y nunca lo será.
Paula cerró los ojos para no ver el odio que proyectaban los de Pedro.
—¡Maldita sea, mírame! —gritó él hundiendo los dedos en la carne de ella.
Paula abrió los ojos al tiempo que, sin poder contenerse más, estallaba en sollozos.
—Paula… Por favor, no. No llores, no es propio de tí.
—Por favor, déjame… —dijo ella entre sollozos.
Pedro le soltó los brazos y la abrazó.
—Ssshh. Vamos, cariño… —dijo él acunándola.
Paula se apoyó en él, dejando que las tiernas caricias de Pedro rompieran sus defensas.
—No estoy seguro de poder soportar seis semanas así —le dijo Pedro revolviéndole el cabello—. Creía que podría, pero ya no estoy seguro.
—Yo tampoco —susurró ella—. Es muy duro…
Pedro le alzó la barbilla y la miró fijamente a los ojos.
—No soy de piedra —concedió él a pesar suyo—. El sentido común me dice una cosa, pero el cuerpo me dice otra.

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