viernes, 2 de enero de 2015

Una Dulce Inocencia: Capítulo 58

- No, no lo está.- tomé un impulso y me obligué a no mirar sus labios.- Esa noche estaba enfadado porque no estabas con nosotros. No porque pensara que eras irresponsable.
- Listo… to-todo bien.- titubeo. Estaba nerviosa.
- ¿Volveremos a ser los amigos que éramos?.- inquirí, aunque estaba a punto de dejar ese título a un lado.
- L-lo que sea.- se revolvió inquieta.
- Te quiero en mi vida y en la de mi hija. Y no como una niñera…- susurré.
- ¿Q-que…? ¡Auch!.- exclamó cuando la puerta se abrió y la golpeó fuerte en la cabeza.
- ¡Ups! ¡Lo siento!.- se disculpó Michael.- ¿Qué hacían acorralados contra la puerta?.
Bufé molesto, lo cual no pasó desapercibido para ambos. Paula se sonrojó hasta lo imposible y Michael movió sugestivamente las cejas. De haber tenido fuego, le hubiese prendido en ese instante a su cara.
- Eh… iré… a… Adiós.- asintió rápido y se perdió escaleras arriba.
Miré a Paula, y estaba con la cabeza en dirección al suelo retorciendo sus manos de una forma que supuse sería dolorosa. En este momento Michael estaba encabezando mi lista negra. El momento perfecto estaba totalmente pisoteado…
- D-debemos irnos.- habló bajo y apresurado.
- ¡No!.- negué frenéticamente. Era el momento.
- Pedro. Tenemos que…
- No, tenemos que arreglar las cosas ahora.- declaré firme.- Yo estaba diciendo algo importante y lo voy a terminar. No quiero más intentos fallidos.
- Yo… esto… está todo bien. Ahora vámonos.- hizo amago de caminar hacia la puerta nuevamente, pero la tomé por el brazo y la dejé frente a mí.
- No eres, ni serás nunca una niñera, simplemente.- argüí con fuerza.- Lourdes te quiere como si la hubieras tenido tú nueve meses dentro de tí.
- Yo también la quiero mucho.- balbuceó con sentimiento.
- Lo sé.- inundé mis pulmones de aire y solté.- Y para mí también eres mucho más que eso… Lo peor, es que me he dado cuenta de la peor forma.- sus ojos conectaron con los míos incrédula.- Me hubiera gustado que en este mes, en el cual me he dado cuenta lo que significas para mi, se hubiese dado de forma distinta.
- Pedro. Ya no sigas.- pidió intentando zafarse.
- No me pidas que no siga, porque este es el momento. No quiero más malos entendidos y más palabras a medias.- hablé sin querer retractarme.- Está bien si tu no sientes lo mismo por mí. Lo entenderé, pero quiero que al menos entiendas que yo jamás… Jamás te he querido menospreciar o te he acusado de dejar botado tu trabajo, porque no es así. Ese día te quería conmigo, con nosotros… Como mi amiga, como… como la mujer que quiero… Tú me gustas Paula, y quiero poder compartir todas la vivencias que tenga con mi hija o individualmente contigo...- terminé esperando una reacción de ella.
Pero para mi desgracia y como mi respuesta, recibí sólo el silencio por su parte. Solté su brazo y al cabo de unos minutos en que me dí cuenta que aunque pasaran horas,no habría respuesta, opté por buscar mis cosas y regresar al Hospital. Quería al menos tener la certeza de su rechazo, pero sólo había silencio…
- Vamos.- le indiqué cuando ya supe que no sacaría nada.
- Ajá- contestó y me siguió fuera.
Hubiera querido sentirme ****a, pero me enorgullecía de haber podido declarar lo que sentía. Aunque me dolía darme cuenta que mis sentimientos no eran recíprocos. Al menos, lo había intentado.
...
- ¿Por qué hiciste eso Paula?.- me gritó Ángela, zarandeando mi brazo.
- ¡No sé!.- gemí dejándome caer en la cama.
- ¿Qué hiciste Paula?.- llegó mi preciosa pequeña a mi lado, posando su cálida manita en mi mejilla.
- Tu linda Paula ha metido la pata hasta la cintura.- siseó mi amiga.
- ¿Te mojaste?.- cuestionó preocupada mi bebé observando mis piernas.
- No amor.- la tomé y la senté en mi regazo.- ¿Te ha gustado tu cuarto?.- cambié de tema, incluso ante la mirada insistente de Ángela.
- ¡Es Paula!.- dió saltitos en mis piernas, feliz.- Y Pedro me dijo que estadía llena de muñecas.- decía fascinada.
- Tú papá es muy bueno y te quiere mucho.- sentí pena al decir eso, recordando sus palabras de hacía dos días.
- Lástima que no todos vean eso Lulu.- atacó nuevamente mi amiga.
- ¿Cómo?.- mi princesita arrugó su nariz al no entender.
- Nada bebé.-
Tuvimos un duelo de miradas con Ángela, pero se terminó en cuanto la puerta de la habitación se abrió. Me quedé sin aliento cuando un Dios vestido formalmente con su traje negro hizo acto de presencia frente a mí. Saludó como si nada, a lo que pude sentir la mirada de mi amiga fija en mis reacciones. Mi pequeña saltamontes corrió al encuentro de su papá como era costumbre desde hacía un tiempo… Me maravillé nuevamente al verlo coger a su hija y besarla hasta hacerla estallar en carcajadas.
- ¿Cómo te haz portado?.- preguntó tratando de parecer el papá serio.
- Bien. Le estaba contando a Paula y tía Ang que mi pieza es bellísima ¿Ciedto?.
- Digna de una princesa como usted.- le respondió él como siempre amoroso.
- ¿Cuándo nos idemos?.
- Pronto corazón. Muy pronto.
- ¿Cómo ha ido todo?.- quise aplaudir por primera vez en el día a mi amiga por preguntar lo que necesitaba saber.
- Estamos en camino derecho.- una amplia sonrisa surcó su bello rostro.- Vanessa dice que es sólo cosa de día que los jueces resuelvan la causa y dicten sentencia.
- Me alegro mucho.- me puse de pié y sonreí.
- Si. Yo también.- asintió y luego volcó su atención a mi niña.- ¿Lista para ir a tomar un rico helado?
- ¡Oki doki!.- gritó ella.
- ¿Vienes?.- inquirió hacia mí y aunque me moría por responder afirmativamente, me tragué mis ganas y negué.- ¿Ángela?.- cuestionó.

No hay comentarios:

Publicar un comentario