lunes, 12 de enero de 2015

Una Dulce Inocencia: Capítulo 82

- Claro mi amor.- asintió como un niño obediente.
Vanessa y Michael estaban prontos a casarse, pero mi amigo aun seguía siendo demasiado encantador con una que otra silueta con faldas que pasara por delante de él. Aunque sabía de sobra, que más que observar, nunca había hecho nada. El amor que le profesaba a Vanessa, endulzaba el ambiente a kilómetros.
- Nosotros no podemos.- se excusó Ángela.
- De eso no se diga nada. Tiger puede quedarse con nosotros. Necesitan tiempo para ustedes.- sentenció mi madre.
- ¿No será mucha molestia?.-
Sabía que Ben disfrutaba los momentos en que podíamos salir solos. Varias veces habíamos compartido una que otra salida con Michael a tomar algo y comentar de la vida. Bueno, en realidad el único que tema que tratábamos era las hermosas mujeres que nos esperaban en casa ¡Si! Parecíamos hombres casados de 50 años… Pero aparte de eso, habíamos entablado una gran amistad.
- Nosotros también estaremos allí, así que no será problema.- Sam siempre había sido una buena aliada en todo.
- Mamá y papá no pueden ir.- acotó Lourdes. Todos la miramos extrañados, ella nunca objetaba cuando pasábamos tiempo solos, aunque era lejano.
- ¿Por qué Lulita?.- Lucy la miró frunciendo su ceño.
- Porque tienen que escribir cartas.- sentí mi cara arder. Ya sabía lo que venía.
- ¿Y cartas a quien Pelusita?.-.
¿Por qué parecía que mi suegro tenía un radar en cada pregunta que sabía yo me metería en más líos?.
- No sé.- se encogió de hombros. Paula me miró con grandes ojos.- Pero desde esa vez que fuimos a verte hace tiempo, que ellos se quedan juntos a escribir toda la noche.- asintió solemnemente.
- ¿D-desde cuando?.- tartamudeó mi suegro. Había entendido el mensaje.
- Desde cuando yo tenía 4 años.- terminó para retomar su comida.
Una risotada general se extendió por la mesa. Miré a Paula y ella tenía el rostro a punto de hervir, seguramente igual al mío. Porque comenzaba a sentir un escozor en toda mi cara y parte del cuello… Las bromas sobre las cartas, siguieron durante toda la comida, y mi suegro cada vez parecía estar apuntando tiro al blanco en mi cara… Paula tomó mi mano y le dio un leve apretón, le sonreí forzado… Pero lo cierto era que mi estómago estaba hecho un nudo ciego.
...
- ¿Estás cansada?.- miré su pequeña sonrisa y sus ojos adormilados.
- Si.- susurró y se apoyó totalmente en mí.
- Entonces nos iremos.- tomé su mano y me encaminé a donde estaba los demás.
- ¿Y si se molestan?.- me detuvo y puso su cara de terror.
- No tienen por qué amor. Ha sido un largo día y tú necesitas descansar..
Cómo esperaba, nadie se molestó, pero la nueva ronda de burlas no se hizo esperar. Faltó poco para que sacaran un lápiz y hoja para escribir alguna carta, a veces la inocencia de mi hija era mi peor aliada… Manejé sin prisa, tenía preparada una sorpresa para ella, pero miraba su rostro cansado y las ilusiones de llevarla a cabo se e.sfumaban al verla así.
- ¿Iremos a casa?.- preguntó de pronto
- Tú estás cansada amor.- llevé su mano a mis labios y deposité un beso en el dorso.
- La verdad es que no quería estar más allí, pero quiero estar un poco tiempo más solos.
- ¿De verdad?.- mi sonrisa de ****a no se hizo esperar, al ver que sus intenciones eran las mías.
- ¡Pedro!.- me regañó.
- Está bien ¿Una sorpresa?.- hizo un mohín, pero finalmente asintió.
- Por esta noche amor, soy toda tuya.
Mi pié se presionó con fuerza en el acelerador. Y en menos tiempo del que creí, ya estaba entrando con ella en el camino hacia columna de cabañas que se vislumbraban. Paula me miró con duda, pero no emitió ningún comentario. Llegué a la que había visitado y había reservado y aparqué en el estacionamiento privado. Me bajé sonriendo por la mirada que mi novia tenía y abrí su puerta para que me acompañara.
- Creí que iríamos a cualquier otro lugar.- susurró mirando a su alrededor.
- ¿No te gustó mi sorpresa?.- cuestioné haciéndome el ofendido.
- ¡No! Es decir, ¡Si!… Pero… ¿Cómo…?.- balbuceó.
- Me he aprovechado de tus tiempos de estudio.- respondí a su pregunta no formulada.
- Es preciosa.- señaló. Abrí la puerta, encendí la luz y esperé que entrara.
Me sentí satisfecho por la expresión que me brindaba. Sus ojos brillaban al ver toda la habitación repleta de pétalos. Una idea que había leído en algunas historias y había querido copiar… Su vista viajó por todo el lugar, me había encargado personalmente de arreglarlo todo. Una botella de champagne para celebrar, 2 copas, ramos de flores y una nota que descansaba en la pequeña mesa.
- Pedro…- la miré inmediatamente al escuchar su voz quebrada.
- Amor.- susurré y me acerqué a ella. Se abrazó con fuerza a mí.
- Es perfecto… Contigo todo es perfecto.- murmuró con su rostro hundido en mi pecho.
- La perfección, la creas tú en mí. Y nuestra hija.- sonrió emocionada.
- Te amo tanto.- acercó sus labios a los míos.
- Yo más Paula… Mucho más.
...
Sentía mi garganta apretada de la emoción. Era un día especial por sí sólo, pero  Pedro simplemente lo había convertido en inigualable con todos los detalles que había preparado para mí junto a nuestra bebé y ahora en forma personal… El lugar enmarcaba totalmente un momento romántico y acogedor… Siempre veía en las películas o leía en los libros escenas como ésta, y más de algún suspiro salía de mis labios al visualizarla en mi cabeza… Pero esto no se asemejaba en nada…
El lugar, su decoración y él… Eran y serían desde este instante, mi momento favorito romántico, antes que todo lo que pudiera volver a ver o leer en otro momento…
- ¿Brindamos?.- propuso.
- ¿Quieres emborracharme?.- bromee, y sequé mis lágrimas.

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