domingo, 11 de enero de 2015

Una Dulce Inocencia: Capítulo 81

- Papá, estás matando las flores.- miré hacia abajo y efectivamente.
Inconcientemente estaba quitando los pétales de cada rosa que se encontraba en mis manos. Lourdes estiró su mano y con una mueca las entregué. A este paso, cuando Paula saliera de su examen, sólo quedaría un intento fallido de lo que había sido un hermoso ramo.
- Tú.- habló Sam mirando al Jefe Chaves y extendió su mano.
- Está bien.- gruñó.
Pero de igual forma entregó el ramo que sostenía y que estaba teniendo el mismo destino que al que le acababa de salvar la vida Lourdes… Sentí unos tacones pisar fuertemente sobre el parqué y me giré para ver a una Renée corriendo con una ya no muy pequeña Helena en brazos y un Chris, o al menos eso creía, tapizado de flores y regalos.
- ¿Ya salió?.- consultó frenética.
- No, aun no.- respondí volviendo a mi caminata.
- ¡Hey! Pedro.- saludó Chris, una vez que desocupó sus manos.
- Hola.- forcé una sonrisa. Estaba temblando de los nervios.
- Tranquilo hombre.- palmeó mi espalda.- Ella se ha preparado mucho y saldrá bien.
Asentí, incapaz de decir algo más. Sus palabras eran ciertas, y yo era testigo fiel del sacrificio que mi novia había hecho todos estos meses trabajando y a la vez estudiando. Había vuelto a retomar su último año y se había negado tajantemente a que la ayudara a cancelar sus estudios. Por lo que había seguido trabajando.
Llevábamos dos años juntos. Habíamos pasado momentos malos y buenos, pero teníamos a alguien que nos recordaba cada día y más aun cuando afloraban días difíciles, que el lazo de amor que nos unía, era más fuerte que cualquiera de las tormentas que se cernieran sobre nosotros.
- ¡Ahí viene mi mamá!.- gritó nuestra hija.
Renée y David la observaron atentos. A pesar de saber que Paula era como su madre y que nuestra hija la adoraba de igual forma. Entendía que los sorprendiera cada que vez que ella la llamara así…
Paula salió sonriendo nerviosa y más se acentuó cuando vió a todos los presentes que aguardaban por ella. Nuestra hija corrió hasta ser elevada por sus brazos.
- ¿Cómo te fue mami?.- sus dos manitos tomaron el rostro de Paula y lo fijaron a su altura.
- Tu mamá es toda una profesional.- susurró emocionada mi novia.
- ¡Oki doki!.- gritó Lourdes y como era de esperarse, la abrazó y besó hasta donde pudo.
- ¡Felicidades hija!.- se acercaron Renné y David a estrecharla.
Todos fueron pasando a llenarla de besos y abrazos. Mi pecho se hinchaba en cada momento más, rebosante de orgullo por todos los logros que cosechaba de su esfuerzo y por los muchos que comenzaríamos a forjar juntos… Me acerqué a ella lentamente, esperando que estuviera libre para felicitarla como quería.
- ¿Me permite felicitarla señorita profesional?.- susurré extendiendo mi mano hacia ella.
- Por supuesto Doctor Alfonso.- siguió mi juego y puso su mano sobre la mía.
- Felicidades mi amor.- tomé su cintura y la acerqué a mí.- Estoy orgulloso de tí.
- Me siento feliz.- musitó contra mi boca.- Y te agradezco a tí y  a mi pequeña por esto. Ustedes han sido mi fuerza todo este tiempo.
La tomé y la besé sin importarme el lugar y las demás personas. Entre sus risas, las de nuestra hija y los demás, la elevé y dí vueltas con ella en el aire… Ahora sólo quedaba un paso más y estaba pronto a comenzar su marcha.
- Bien, vamos a celebrar.- cortó el momento su padre con su voz grave.
- Eres tan especial.- aduló sarcásticamente Sam a David y lo arrastró fuera.
- Bien, nos veremos donde quedamos.- señaló Chris y se fue junto a Renée.
- Mira mamá, esto te hemos traído con mi papá.- le entregó el ramo y aprovechó para acercarse a su oído.- Las flores están medias malitas porque papá las apretaba.
Fingí una falsa tos para voltear y poder sonreír. Paula tenía una aliada inquebrantable en Lourdes ¡Claro! En el momento que eso la beneficiaba, sino era yo el afortunado padre preferido… Mi hija en estos años había aprendido a buscar todos los estilos posibles de chantaje… Y aunque lo negara, ella movía su dedo y yo giraba como un perro moviendo la cola a su alrededor.
Nos dirigimos a paso lento hacia el auto. Caminar en compañía de las dos mujeres más importantes de mi vida, eran las pequeñas cosas que había aprendido a disfrutar gracias a la mujer que tenía siempre a mi lado… Muchas personas ansiaban mucho más en la vida, y yo no era la excepción a pesar que me sentía un hombre afortunado… Pero el tiempo era el único que podría darme mis sueños, y tiempo había.
...
Llegamos al restaurante donde teníamos preparada la reunión que habíamos articulado entre nuestra hija y yo. Mis padres y sus padres, mi hermana y demás amigos estaban instalados en la gran mesa. Los ojos de Paula se aguaron tan sólo poner un pié en el local y denotar la sorpresa que habíamos organizado en su total desconocimiento. Pues creía, que sólo sus padres estarían presentes. Se vio envuelta nuevamente entre abrazos, obsequios, besos y bromas por todos.
- ¿Y cuales son los planes ahora?.- preguntó Jess a Paula.
- Buscar trabajo. Aunque quisiera algo sólo de medio tiempo.- respondió mirando a Lourdes.
- ¿Para buscar al varoncito?.- movió sus cejas sugestivamente Chad.
- Ehem.- carraspeó David y comencé a inquietarme.
- No, aun no.- dijo Paula en forma natural y yo estaba comenzando a sofocarme.
- ¿Qué es buscar un varoncito?.- inquirió nuestra hija hacia nosotros.
- Es cuando tu mamá y tu papá hacen otro bebé.- dijo Tiger.
- ¿De verdad? ¡Yo quiero un hermanito!.- saltó ella en su asiento.
- Creo que nos vendría bien otro nieto.- apuntó mi madre.
- Tengo canas, creo que es tiempo de malcriar a más que una.- fue el turno de mi padre.
Miré en todas direcciones para intentar que alguien terminara esta conversación. Si bien, era una que tenía demasiadas ganas de tener, no era precisamente delante de mi suegro con cara de pocos amigos, que pretendía encausarla.
- Esta noche tenemos que salir a festejar.- cambió el tema mi hermana y la amé por eso.
- ¡Si! Yo me apunto.- la siguió Vanessa.
- Y yo voy, donde usted vaya mi amor.- ronroneó el baboso de Michael.
- Por supuesto y con el anillo de compromiso a la vista.- ordenó Vanessa, sin derecho a objeción.

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