sábado, 24 de enero de 2015

Eternamente Juntos: Capítulo 21

Pedro se alegró de tener una excusa para salir de la habitación, eso le permitiría recuperar el control del efecto que la vulnerabilidad de Paula tenía en él. Verla así despertaba su instinto protector, sus ganas de abrazarla y así espantar sus temores.
«*******». Paula debía de estar haciendo eso deliberadamente. El divorcio no había ido a favor de ella y debía de estar utilizando esa pequeña tregua para hacerle desearla otra vez con el fin de conseguir más dinero del que iba a lograr obtener.
Tenía que tener cuidado con ella.
De no ser por el hecho de que los estudios de Bruno y Gonzalo corrían peligro, se habría deshecho de ella ya.
¡Cómo quería verse libre de esa mujer!
Era una tentación de un metro sesenta y siete centímetros con la que no quería tener nada que ver.
Gonzalo no tenía la culpa de que su hermana fuera una perdida. Gonzalo era un buen chico, algo introvertido e inseguro, lo que hacía aún más deplorable el comportamiento de Bruno con él.
Cuanto más pensaba en ello, más convencido estaba de que su sobrino había sido una bomba a punto de estallar. La pérdida de su padre a los siete años le había hecho mucho daño, igual que a todos. Él había hecho lo que había podido; pero, evidentemente, no había sido suficiente.
Pedro suspiró mientras subía las escaleras con el vaso de agua. Bruno aún sufría y era ese sufrimiento el motivo de su comportamiento. Ahora, le tocaba a él dar ejemplo a su sobrino, ejemplo de perdón y reconciliación; al menos, en público. Iba a ser difícil, pero importante que los chicos solucionaran sus diferencias y continuaran con sus vidas.
Paula estaba sentada en la cama tratando de recuperar la compostura. Había vuelto a la vida de Pedro y tenía que comportarse como si eso fuera algo normal, aunque no lo era. Seguía sin comprender cómo había podido traicionarle… y con Facundo, su mejor amigo. Desde que le conocía, muchos años atrás, lo único que había sentido por él era cariño fraternal, lo que aún hacía más inexplicable e injustificable su comportamiento.
¡Ojalá pudiera recordar lo que ocurrió aquella noche! Sólo se acordaba de que él le había ofrecido una copa de vino, que ella había bebido entre sollozos, y de un intenso dolor de cabeza que la había hecho tumbarse en la cama, sin importarle que fuera la única que había en el piso. Además, se habían acostado juntos muchas noches de pequeños; para ella, era como dormir con un hermano… al menos, eso pensaba.
Aquella mañana, se había despertado cegada por la luz.
—¿Facundo? —entonces, al darse cuenta de que estaba desnuda, agarró la sábana que tenía a los pies y se cubrió inmediatamente con ella.
—¿Qué tal la cabeza? —le había preguntado Facundo al tiempo que le daba un vaso de agua.

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