domingo, 25 de enero de 2015

Eternamente Juntos: Capítulo 24

—¿Mmmm?
Pedro le acarició la nuca con la lengua.
—No… no deberíamos hacer esto… —dijo Paula temblando de placer.
—Estás en mi lado de la cama —dijo Pedro—, lo que me hace suponer que quieres que te haga el amor.
Paula lo habría negado, pero dos de los largos dedos de Pedro habían encontrado la sedosa y mojada evidencia, haciéndola arquear la espalda.
—Me deseas —declaró Pedro con voz grave. Entonces, se apartó de ella—. Pero no voy a hacerte nada. No voy a ensuciarme contigo.
Paula cerró los ojos tras esas palabras que se le habían clavado en el corazón como un puñal. Sabía que Pedro ya no la amaba; entonces, ¿por qué le hacía tanto daño su desprecio?
 A Paula no le gustaban las mañanas, siempre le había costado un grave esfuerzo levantarse.
—¿Vas a quedarte ahí todo el día? —le preguntó Pedro  mientras se hacía el nudo de la corbata delante del espejo que había cerca de la cama.
Paula se cubrió la cabeza con la ropa de cama.
—Hoy no tengo clase.
—Algunos tienen mucha suerte —comentó él mientras agarraba la chaqueta y las llaves.
Paula asomó la cabeza para mirarle.
—¿Quieres que haga algo mientras tú estás en el trabajo?
Pedro se puso la chaqueta.
—No, sólo que continúes en tu papel de dedicada esposa si alguien llama o se pasa por aquí —respondió él—. Y no olvides que Marietta va a estar muy al tanto.
Pedro se miró el reloj y añadió:
—Si te apetece, podrías acompañarme a una función esta noche, eso daría más credibilidad a nuestra supuesta reconciliación. Asistirán muchos periodistas.
—No tengo nada que ponerme —dijo ella, buscando una excusa.
Pedro arqueó las cejas; luego, sacó unos billetes de la cartera y los dejó encima de la cama.
—Cómprate algo —dijo él—. Algo llamativo y sexy. Y hablando de otra cosa, tu padre ha llamado.
—¿Qué ha dicho? —preguntó ella, aprensiva de repente.
—Quería saber si es verdad que hemos vuelto juntos. Me parece que el artículo del periódico no le ha convencido del todo.
—¿Qué le has dicho tú?
Pedro esbozó una sonrisa burlona.
—¿Tú qué crees?
—«¿Estoy haciendo esto por los chicos?», ¿es eso?
Pedro arqueó una oscura ceja.
—¿No te parece bien proteger a los chicos, hacer algo por ellos?
—Naturalmente que sí. Lo que pasa es que no me gusta que me pille en medio.
Pedro agarró su teléfono móvil.
—No te encontrarías en esta situación si no te hubieran pillado en la cama de otro hombre. Piénsalo.

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