jueves, 1 de enero de 2015

Una Dulce Inocencia: Capítulo 56

¡Un mes!
Un maldito mes había pasado desde ese podrido mal entendido que había cambiado toda la panorámica de un minuto a otro. Había intentado aclarar las cosas con ella, pero en esas escasas oportunidades que la encontraba a mi disposición para recomponer la metida de pata que me había adjudicado. Ella, o dejaba claro que no le interesaba o simplemente se escabullía como si de un fantasma se tratara, y me frustraba de sobremanera.
Había sido tanta mi rabia en una de aquellas situaciones, que juré no acercarme nunca más a ella y menos ofrecerle una disculpa. Si lo veía de cierta forma, mi preocupación era mi hija y ella no había cambiado absolutamente en nada su forma de tratarla. Así que estaba todo bien… Si, eso.. No.. ¡Ugh! ¡****! ¡No, no y no! Nada estaba bien y no sé a quien quería engañar, porque llegaba a sentir celos cuando cualquiera podía acercarse a ella y conversar animadamente y a mi sólo me llegaba una mirada indiferente o en el mejor de los casos, una forzada sonrisa frente a Lulu…
El juicio también había dado comienzo y era realmente estresante cuando parecíamos haber avanzado dos pasos y retroceder tres. Las pruebas no estaban siendo concluyentes y esa mujer estaba saliendo libre de toda culpabilidad. Ni siquiera el abandono a su hija era algo que los jueces tomaran en cuenta. Comenzaba a creer firmemente que hasta la justicia era absolutamente corrupta.
Me había presentado a todas las sesiones, y la primera vez que llegué allí, Victoria me observó detenidamente hasta que su rostro mostró una clara señal de haberme reconocido, o al menos relacionarme con algo. Vanessa me había señalado que mi relación con Lourdes se dejaría descubierta hasta el final, cuando pudiera comenzar el juicio propio por custodia y tuviera como respaldo el informe acucioso de la Trabajadora Social que se presentaba dos veces a la semana y a veces tres, para ir resolviendo a criterio, si estaba capacitado para hacerme cargo de mi hija y velar por ella.
Mis padres pasaban más tiempo en Washington, que en su propia casa. Lo cual, aunque me pareciera gracioso, lo agradecía en su totalidad. Me llenaba de consejos cada vez que conversábamos, y gracias a ello creía estar haciendo mejor las cosas con Lulu.. Nuestras horas juntos ya no eran agobiadas con silencios incómodos, al menos para mí. Me trataba de integrar de cualquier manera a sus quehaceres o juegos…
- ¿Hasta cuando se van a comportar como dos niños malcriados?.- inquirió Lucy. Me hice el desentendido.
- Ni idea de qué hablas.- me encogí de hombros.
- Claro y preciso. A tí y a  Paula ¿Acaso no conocen la palabra "diálogo"?.- gesticuló comillas aéreas.
- He intentado hablar con ella. Es ella la que no atiende razones.- me defendí.
- Pues lamento informarte mi querido amigo que al parecer tú, tampoco sabes hacer las cosas. La culpa es de ambos. De ella por ser terca como una mula y tuya, por dejar que la mula siga siendo así.- me reí de sus trabalenguas.
- La mula que nace mula, muere mula.- respondí aún riendo.
- Las mulas por mulas que sean, son excitantes ¿No?.- cuestionó con su mirada suspicaz y cambiando el curso de la conversación.
- Siento interrumpir nuestra cultural conversación animalística, pero Vanessa me espera para ir nuevamente al juicio. Adiós.
Arreglé mi corbata y salí dejando a una risueña Lucy con su significativa mirada. Encaminé mi recorrido hacia la habitación de Lulu, para despedirme de ella como ya me era costumbre… Aun me llamaba por mi nombre, y aunque quisiera que comenzara a decirme por lo que realmente éramos, no podía presionarle.. Todo a su tiempo, me recordaba una y otra vez.
- Hola.- saludé al entrar. Mi pequeña campeona se levantó de un salto para correr hacia mí. En cambio Paula no despegó su espalda de mi cara.
- Hola Pedro.- canturreó Lulu dándome un jugoso y pegajoso beso.
- ¿Qué haces?.- me acerqué con ella en mis brazos. Quedé al lado de Paula, pero no obtuve su atención.
- Pintamos y dibujamos.- movió sus piernas hasta que la dejé en el suelo.
Miré detenidamente a Paula pero ella mantuvo su cabeza gacha en las hojas esparcidas por el piso. Noté que estaba vestida en forma distinta de la habitual. Llevaba pantalones de tela negro y una blusa de seda azul, acompañada por tacones bajos y un suéter negro. Quise preguntarle si pensaba salir, y sobre todo si estaría acompañada de mi hija que aun paseaba en pijamas, pero su mutismo hacia mí, me hizo desistir.
- ¿Vas a salid de nuevo?.- cuestionó  Lourdes mirando mi ropa.
- Si amor, pero volveré lo antes posible.- pude notar una pequeña sonrisa de parte de Paula.
- ¿Un obsequio pada mí?.- sonreí ante su pregunta, esa era .la excusa para ausentarme.
- ¿Qué vas a querer esta vez?.- me acuclillé a su altura.
- ¿Una mascota?.- sus ojos brillaron ante la mención de un animal.
- ¿Recuerdas lo que hablamos?.- asintió con un mohín.- Cuando vayamos a nuestra casa.
- Está bien.- volvió a sus dibujos nuevamente resignada.
- Hola.- canturreó Vanessa.- ¿Estamos listos?.
- Si.- respondí y noté que no había sido el único.
- ¿Tú también irás?.- cuestioné mirando como Paula se ponía de pié.
- Si Doctor Alfonso ,y no se preocupe por Lourdes. Ya he hablado con Ángela y ella se quedará a cargo mientras esté ausente.- rodé mis ojos y quise decir algo más, pero ella tomó a mi hija y se despidió de ella pasando rápidamente por mi lado.
- ¿Aun?.- cuestionó Vanessa al ver nuestra nula interacción.
- Aun.- repetí afirmando. Movió su cabeza negativamente y tras despedirse de  Lulu salió al alcance de Paula.
- Nos vemos luego princesa.- me agaché y ella enrolló sus bracitos a mi cuello.
- ¿Volvedas luego?.- asentí y la abracé con fuerza. Esa era su constante pregunta cuando Paula o yo debíamos ausentarnos.
- Vendré antes de que puedas darte cuenta que no estoy aquí.- le prometí. Ella pareció conforme y corrió hacia Ángela en cuanto la vió entrar.
- Hola Pedro.-
- Hola Ángela.
- No te preocupes por tu niña. Está en buenas manos y Ben no tardará en llegar.
- Lo sé.- le sonreí. De pronto una idea pasó por mi cabeza.- Ángela ¿Podrían tú y Ben quedarse un poco tiempo más con mi hija?.
- Por supuesto Pedro . Haz tus diligencias con tranquilidad.- me aseguró
- Esto… ehm…- busqué las palabras correctas.- Paula… también se… demorará.- terminé pasando ansiosamente mis dedos por mi pelo. A la chica se le iluminaron los ojos.
- Cero problema, y espero que…arreglen sus diferencias.
- Yo también lo espero…

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