lunes, 26 de enero de 2015

Eternamente Juntos: Capítulo 27

La boutique que Paula eligió no era lujosa, pero tenía un vestido de satén blanco magnolia que le encantó: le realzaba las curvas donde tenía que realzarlas y el escote de la espalda le llegaba casi a las nalgas; el escote delantero era igualmente atrevido. Era lo que Pedro quería, pensó mientras esperaba a que la cajera lo envolviera.
De allí fue directamente a la sección de cosmética de unos grandes almacenes. Allí, una esteticista la maquilló.
La peluquería estaba en el complejo del Southbank del río Yarra.
Una hora más tarde, Paula no podía creer el cambio en su aspecto. Sus rizados cabellos oscuros estaban recogidos en un moño, unos mechones le caían sobre el ojo derecho, confiriéndole un aire atrevido y sensual.
Incluso el taxista no podía dejar de mirarla por el espejo retrovisor.
—¿Va a algún lugar especial esta tarde? —le preguntó el taxista.
—Sí, a una función con mi marido.
—Algunos hombres tienen mucha suerte —comentó el taxista volviendo a mirarla por el espejo retrovisor—. Me suena su cara. ¿No ha salido en los periódicos esta mañana?
—Yo… sí —respondió ella sonriendo con nervio¬sismo.
—Es la mujer de Pedro Alfonso, ¿verdad? —dijo el taxista—. Mi cuñado trabaja en la construcción. Alfonso Luxury Homes, ¿no es así? Construye casas de lujo.
—Sí.
—Es multimillonario, ¿no? Un hombre admirable, ha salido de la nada y se ha hecho millonario. Eso es lo que este país necesita, hombres como él.
—Sí…
—Así que han vuelto juntos, ¿eh? —dijo el taxista parando el taxi delante de la puerta de la casa de Pedro—. Yo, de todos modos, no volvería con mi mujer si se hubiera ido con otro. De ninguna de las maneras.
Las facciones de Paula se endurecieron.
—¿Cuánto le debo?
El taxista se lo dijo y ella le dió un billete de cincuenta dólares.
—Guárdese el cambio.
Paula salió del taxi con las bolsas en las manos y el rostro enrojecido.

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